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Porfirio Cristaldo Ayala

Estados Unidos y la Corte Internacional

El gobierno paraguayo se opuso al pedido de Estados Unidos a sus aliados de rechazar la jurisdicción de la Corte Penal Internacional sobre los militares norteamericanos en misión. Paraguay estaba en su derecho. EE UU suspendió su ayuda militar a Paraguay, al igual que a otros países que se negaron a apoyarle. También estaba en su derecho. La ayuda militar era ínfima de cualquier modo. No obstante, algunos criticaron indignados la pretensión de EE.UU. de “erigirse por encima del orden internacional e instaurar la ley del más fuerte”.

No es así. Un país que respeta su soberanía no podría aceptar la jurisdicción de tribunales internacionales sobre sus ciudadanos. La Corte Penal Internacional (CPI) de las Naciones Unidas no es la octava maravilla, como creen algunos, sino una más de las burocracias de la ONU. Esta corte no fue electa por nadie ni responde a país alguno por sus actos. Al igual que otros organismos de la ONU, la CPI pronto se volverá una institución corrupta y presta a avanzar su agenda política.

¿No tiene EE.UU. una de las justicias más independientes, limpias y capaces? ¿Por qué permitiría que una corte extranjera vaya a juzgar a sus soldados y condenarlos por crímenes de guerra? Además, el sentimiento antiyanqui en la ONU es bien conocido. La Comisión de Derechos Humanos sacó a EE.UU. e introdujo a Cuba, uno de los mayores violadores de los derechos humanos. Además, la Comisión nominó a la presidencia a Libia. El dictador Muammar Qadhafi, implacable opresor de su pueblo y defensor del terrorismo todavía está perplejo por la nominación.

La Corte Internacional fue creada no para dirimir disputas entre países, sino para juzgar abusos a los derechos humanos y crímenes de guerra. Si EE.UU. aceptara la jurisdicción de la Corte, ¿quiénes serían los primeros en ser juzgados? Los que dirigieron la guerra contra Irak. De hecho, al parecer, uno de los primeros en ser juzgado será Tony Blair. Después vendrán Bush y Ariel Sharon. Lo seguro es que los verdaderos verdugos de sus pueblos no serán juzgados.

Pero la cuestión no depende de Bush. De aceptar EE.UU. la jurisdicción de la Corte Internacional ésta tendría preeminencia sobre la Constitución y ello sería anticonstitucional. Esta es la razón fundamental del rechazo de la CPI. Para el gobierno de EE.UU., aceptar la jurisdicción de una corte foránea violaría la soberanía nacional. Por lo mismo no firmó el Pacto de Costa Rica, ni refrendó otros tratados y protocolos de la ONU, como el de Kyoto. Estos convenios dan a una burocracia extranjera la potestad de intervenir en los asuntos internos de los países.

La idea además es impracticable. De EE.UU. se espera que mantenga la paz. Miles de soldados norteamericanos están estacionados en 130 países, en todos los continentes y en todos los mares para asegurar la estabilidad política global. Países ricos como Francia, Alemania, Corea del Sur, Japón, Arabia Saudita, Kuwait, que podrían proveer para su propia defensa, prefieren dejarlo, en lo posible, a cargo del ejército y el presupuesto norteamericano. ¿Por qué EE.UU. debe solventar estos gastos de defensa?

Los soldados norteamericanos a menudo son llamados a cumplir acciones para garantizar la paz y la estabilidad, o por razones humanitarias, en regiones muy conflictivas, como en Somalia, o cuando acudieron a parar la masacre en Bosnia y ahora en Liberia. ¿Qué garantías tendrían en estas acciones los soldados si luego podrían ser juzgados por crímenes de guerra por un tribunal foráneo, politizado y sin mucho afecto por los EE.UU.?

¿Por qué negarle ayuda militar a Paraguay? No es difícil entender. Un contribuyente norteamericano, que tuviera un hijo en el Ejército y que debe acudir al Africa a frenar las carnicerías tribales, pegaría el grito al cielo si le dicen que si no matan a su hijo en la acción, todavía puede ser juzgado como criminal de guerra por una corte extraña, en territorio extranjero, con jueces desconocidos y que pueden sentir un gran desprecio por los norteamericanos o las políticas de su gobierno.

Ese padre no querría que ningún gobierno que no apoya la inmunidad de los soldados norteamericanos reciba ayuda para sus militares. En realidad, ese contribuyente no querría que ni el FMI, ni el Banco Mundial, ni el BID les diera su ayuda a países que están en contra de su patria. ¿Por qué tendría que darle parte de su sacrificio a países que en lugar de agradecimiento le mostrarán un profundo odio? ¡Que vayan a pedirle a Fidel!

© AIPE
Porfirio Cristaldo Ayala es corresponsal de AIPE en Asunción y presidente del Foro Libertario.

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