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Porfirio Cristaldo Ayala

Ningún tiempo pasado fue mejor

Los latinoamericanos tienen muchos motivos para estar angustiados en el Año Nuevo y pocas razones para sentirse felices. La prolongada paralización económica y el alto desempleo en el hemisferio no parecen acabar. Pero no todos los motivos de angustia son reales. La propaganda socialista ha conseguido crear una percepción general de gran desaliento a causa de un supuesto escenario de creciente pobreza, desigualdades e injusticias en el mundo.

Nada más lejos de la realidad. El escenario mundial en el 2003 no es de creciente pobreza como erróneamente afirma la izquierda en todos los foros, sino todo lo contrario. El escenario real debiera reflejar optimismo. En las últimas décadas, el mundo ha experimentado extraordinario progreso en la disminución de la pobreza y las desigualdades. Como nunca antes, el nivel de vida de los pobres mejoró dramáticamente. ¡La humanidad nunca estuvo mejor que ahora!

Las estadísticas son reveladoras. En 1950, el 63% de la población mundial vivía en la pobreza extrema (con menos de un dólar por día), en tanto que en 1999, esa proporción cayó al 12%. Y si bien este porcentaje significa que más de 700 millones de personas todavía siguen atrapados en la miseria, viviendo en condiciones infrahumanas, la drástica reducción de los índices de pobreza a finales del siglo XX y el mejoramiento de las expectativas de vida, acceso a alimentos y educación, constituyen motivos de satisfacción y esperanza para la humanidad.

¿Cuál es la causa de la reducción de la pobreza a nivel mundial? El avance de la economía de mercado, la globalización y la democracia. Tras el genocidio causado por los totalitarismos nazista, fascista y comunista, hoy 70% de las naciones tienen elecciones generales donde compiten varios partidos políticos. De un total de 200 países, 82 países son considerados democráticos (57% de la población mundial).

Pero la democracia no impulsa el crecimiento ni reduce la pobreza si no está acompañada de las libertades económicas que traen el capitalismo y la globalización. Estudios recientes demuestran que los países que en las dos últimas décadas realizaron mayores avances hacia la globalización y la economía de mercado, tales como China, India, Hungría, Vietnam y Uganda, denominados “países globalizadores”, son los que más avanzaron en la reducción de la pobreza y las desigualdades. En cambio, los países que rechazaron la globalización y no liberalizaron sus economías terminaron empobreciéndose, como ocurrió con gran parte de los países latinoamericanos, los países árabes y otros de África y Asia. Estos son denominados “países no-globalizadores”.

El camino al progreso está claro. Entonces, ¿por qué los socialistas latinoamericanos se niegan a ver la realidad? ¿Por qué difunden pesimismo? En parte porque en América Latina, excepto en El Salvador, Chile y México, no ha habido progreso alguno. Casi todos los pueblos se empobrecieron en los años 80, la “década perdida”. A finales de los años 90, las economías de los países no-globalizadores se estancaron y sus gobiernos cayeron en el déficit y la corrupción. Y también, porque el consenso socialista en América Latina proclama que las causas del atraso son “el capitalismo y la globalización”.

Los socialistas como Lula en Brasil, Chávez en Venezuela, Gutiérrez en Ecuador y Castro –por 44 años– en Cuba aseguran que el aumento de la pobreza en el continente se debe al supuesto fracaso de las reformas que en los años 90 buscaron transformar las economías estatistas en economías libres, así como a la desregulación, las privatizaciones y la globalización. El socialismo declara que la única salida de la crisis es aumentar el gasto social y alzar los impuestos, agrandar el Estado, promover la planificación industrial, restringir los mercados, desterrar la globalización y el libre comercio, volviendo al estatismo y sus políticas intervencionistas.

Para la izquierda del barrio latino reconocer que las causas de la pobreza en el continente son la falta de capitalismo, globalización y libre comercio sería escribir su epitafio. Es imposible que lo hagan. Más bien es de esperar que defiendan hasta el final las políticas estatistas que han traído miseria a los pueblos.

Porfirio Cristaldo Ayala es corresponsal de la agencia AIPE en Asunción, Paraguay.

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