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Presente y pasado

Exaltación del deseo terrenal / ¿Son democráticas las elecciones? / Félix Morales

Durante una cena para presentar a amigos La Transición de cristal, me informó Emilio de Miguel del fallecimiento de Félix Morales, vicepresidente de la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF, http://www.fnff.es/). Conocí poco, personalmente, a este excelente periodista, pero lo suficiente para apreciar su esencial honestidad intelectual y espíritu de trabajo. Cuando iba al archivo de la fundación, que él dirigía con gran esfuerzo y penuria económica, pude tratarle en varias ocasiones, en las que me comentó anécdotas curiosas, a veces chuscas, del asedio que ha sufrido durante años y probablemente sigue sufriendo la fundación por parte de nuestra corrupta (intelectualmente por lo menos) izquierda. Por ejemplo, cómo se le presentaron unas "intrépidas jóvenes periodistas" disfrazadas con insignias "fachas" para fabricar alguna exclusiva grotesca del centro. O cómo personas de derechas que les ayudaban parcamente no querían de ningún modo dejar constancia de esa ayuda, aterrorizadas de que cualquier periodicucho pudiera sacarles en los papeles por ello. O las insidias de El País –periódico de Cebrián, que tanto debió a la Falange en su carrera-- y de otros muchos medios, afirmando que no dejaban visitar el archivo a historiadores de izquierda, o "denunciando" la ayuda recibida del estado, durante un tiempo, para informatizar el archivo y una buena serie de embustes en los que tan experto es nuestro progrerío. Morales, como el padre de Cebrián, era falangista y dirigió el periódico Arriba. Desde luego, no respondía en absoluto al estereotipo de matón y pandillero que han creado a los falangistas unas izquierdas que, en cuestión de matonismo, pueden dar más lecciones que recibirlas. Autoricé a Morales a reproducir artículos míos aparecidos en otros periódicos, lo que me valió que esa izquierda de mentalidad chekista me acusara de ello, como de un crimen.

Estuve durante varios años visitando el archivo de la Fundación Pablo Iglesias, del que extraje gran parte de las fuentes con que elaboré Los orígenes de la Guerra Civil. No puedo quejarme del trato que recibí (no sé si ahora sería igual), pero debo señalar una diferencia: mientras la FNFF apenas ha tenido ayudas oficiales y sí mucho acoso, la Pablo Iglesias las recibía muy abundantes, tanto con Felipe González como con Aznar, hasta trasladarse a un palacio en Alcalá de Henares. Para cumplir una labor de la mayor relevancia para los historiadores, Morales ha debido afrontar el brutal y habitual sectarismo de nuestra izquierda. También dirigió el boletín informativo FF, muy recomendable para todos los investigadores de la historia reciente, sea cual fuere su orientación política.

Félix Morales me pareció siempre un hombre de bien. Descanse en paz.

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Exaltación del deseo terrenal

Siguiendo con Diel, la tensión entre lo material y lo espiritual en el hombre impone un equilibrio o armonía siempre difícil de lograr y de mantener. Los deseos, forma fundamental de relación entre el individuo y su mundo exterior, pueden exaltarse en dos direcciones: hacia la tierra (la materia) y hacia el espíritu. La exaltación es un producto de la vanidad (lo vano, lo pretencioso), una especie de egocentrismo imaginativo que deforma la psique y le imprime un dinamismo peculiar y enfermizo en círculo vicioso (vanidad-culpa-proyección de la culpa-sentimentalidad-vanidad). A la exaltación hacia la tierra la llama Diel tirvialización o trivialismo, y a la exaltación hacia el espíritu nerviosidad (algo parecido a la neurosis, pero más leve y extendida).

La trivialidad, un estado de escaso impulso espiritual, es la condición más frecuente entre los hombres; pero cuando se convierte en actitud básica y norma de conducta deliberada (trivialización o trivialismo), como exaltación hacia la tierra, constituye una deformación psíquica muy extendida y que generalmente no se diagnostica como tal deformación, considerándose "normal".

Estos conceptos permiten a Diel interpretar los mitos de forma novedosa. Los mitos, tomados literalmente, pueden verse como una serie de relatos arbitrarios y extravagantes, pero en realidad serían "una proyección idealizante y personificante de los conflictos que habitan la psique humana". "Por poco que el hombre exalte sus deseos hacia la materia (hacia la tierra-madre), su actividad comienza a ser trivial", rebelde al espíritu.

Habría tres tipos de trivialismo: el convencional, el dionisíaco y el titánico. El primero y más común sería la falta de elevación, la bajeza: "La forma convencional de la trivialización sigue siendo el peligro –tan grande como secreto—que roe y mina las bases culturales y sociales de la vida". "El hombre alcanzado por esa forma de roma trivialidad pierde gradualmente su personalidad. Su vida, desprovista de toda dirección interior, se ajusta a las convenciones sociales, a la opinión pública, a los prejuicios de la época. Se encuentra totalmente determinada por su medio. Ya no lo anima sino una especie de culpabilidad convencional: el miedo al escándalo, la angustia frente a la opinión".

Un mito que simboliza "los dos aspectos de la trivialización convencional: el lucro y la lujuria (depravación de las dos pulsiones corporales, material y sexual)", lo encuentra Diel en la historia bien conocida del rey Midas. Este, admirador de Diónisos, pide al dios "la extrema riqueza, medio de acceso a todos los placeres". El castigo inherente es que el pan se le transforma en oro y está amenazado de muerte por hambre, "símbolo de la muerte del alma por falta de alimento espiritual". Arrepentido, encuentra una nueva oportunidad, la elección entre la flauta de Pan y la lira de Apolo, es decir, entre la seducción orgiástica y la armonía. Elige la primera, con lo que le salen orejas de asno, que intenta ocultar de la opinión burlesca del público mediante el gorro frigio. Los frigios tenían fama de libertinos entre los griegos, y el gorro representa ese carácter. Él intenta transformar "la vergüenza que inhibe (las orejas de asno) en desparpajo cínico", exhibiendo su vicio. En lo que fracasa, como ustedes saben. En fin, lo dejo a su consideración.

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¿A quiénes elegimos?

Un problema de nuestra (relativa y defectuosa) democracia radica, como también señala Recarte, en la casi ausencia de elección directa. Teóricamente los diputados son los representantes de la población, o de la mayoría de esta, pero ¿a cuántos de sus supuestos representantes conocen los supuestos representados? Lo normal es que apenas sean conocidos, ni siquiera por el nombre, la inmensa mayoría de ellos. Pero los electores debieran conocerlos no solo por el nombre, y he aquí que ello ocurre todavía menos. Ya desde las primeras elecciones algunos candidatos, se quejaban de que la campaña electoral semejara un concurso de misses, con las fotos de los líderes por todas partes (v. La Transición de cristal). Pero, ¿qué sabía la gente sobre esos líderes? Lo que decían ellos mismos, en principio poco digno de fe, y lo que decía la prensa, es decir, pocas cosas realmente significativas. La importancia adquirida por los dirigentes podría tener más sentido en unas elecciones presidenciales, pero en las españolas no hay tales, sino solo elecciones de partido, que de esta manera rompen cualquier división entre el Ejecutivo y el Legislativo, algo que se parece a una falsificación más de la democracia.

La imagen de los líderes va siempre aureolada por lemas publicitarios más o menos sugestivos pero perfectamente faltos de significado, cuando no simplemente falsarios, como aquel de Cien años de honradez y firmeza, tan embustero como bueno publicitariamente, y más en aquellos momentos de derrumbe del suarismo.

Pero si el ciudadano común sabía muy pocas cosas realmente sustanciales de los líderes que se presentaban para gobernarle, sabía quizá menos todavía de los partidos que se presentaban. No basta con que se conozca más o menos (generalmente muy poco o nada) el programa de esos partidos; es necesario conocer también su historia y realizaciones, al menos en líneas generales. Pero los partidos, como los líderes, se apoyan en la "imagen", por lo general fraudulenta.

Estos dos defectos reflejan tanto la tendencia demagógica de los políticos como una acusada inmadurez del electorado, y no tienen remedio en simples reglamentaciones correctoras, que nunca lo serían lo bastante. Es preciso que las minorías más ilustradas, al margen de los partidos, informen a los ciudadanos sobre la realidad de los partidos y personajes a la caza del voto, una labor de la sociedad civil, en definitiva y que, como se ha demostrado, no se agota en unos medios de masas mayoritariamente corrompidos. He propuesto reiteradamente que personas con el suficiente interés publiquen, en las cercanías de las elecciones, libros, intervenciones en Internet, etc., bajo la idea de ¿Quiénes son esos personajes (y partidos) que buscan su voto? Por supuesto, también habría que plantearse elecciones presidenciales y cambios en la ley electoral, que permitan, entre otras cosas, hacer realidad la consigna de "un hombre, un voto".

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En Época

SIGNIFICADO HISTÓRICO DE LA TRANSICIÓN

La Transición es el hecho histórico español más importante desde la Guerra Civil, como he tratado de poner de relieve en La Transición de cristal. De la guerra salió un régimen que aseguró la paz más prolongada que ha vivido en España en dos siglos, y que continúa; asimismo trajo la mayor prosperidad, que también continúa, aunque con altibajos; y superó los odios que destruyeron la república y que una política demente intenta resucitar setenta años después. Hay, por tanto, una esencial continuidad histórica desde la guerra hasta la actualidad, como también ha puesto de relieve un libro reciente de Enrique de Aguinaga (Aquí hubo una guerra).

Lo que cambió la Transición fue el régimen político, de una dictadura autoritaria (pero no totalitaria, y sin oposición democrática) a una democracia. Cambio muy fructífero en lo que ha tenido de continuidad con respecto al régimen anterior, y muy peligroso en lo que tiene de demagogia, una de cuyas manifestaciones clave es el ataque irresponsable, injusto y a menudo miserable al franquismo. No porque el franquismo no tenga sus puntos negros, desde luego –a ningún sistema político le faltan--, sino porque su gestión, medido lo malo y lo bueno, fue extraordinariamente positivo; y porque la gran mayoría de quienes lo atacan nunca tuvieron nada de demócratas y vienen constituyendo el mayor peligro para la democracia: el terrorismo y la colaboración con él, los separatismos, las oleadas de corrupción, el ataque a la independencia judicial, la partitocracia, etc., todos esos fenómenos concomitantes tienen el sello antifranquista.

Reiteradamente he destacado la evidencia de que el antifranquismo une en un haz al presidente Rodríguez, a De Juana Chaos, a Arzallus, a Pujol, a Montilla, a Rubianes- Chacón, al héroe de Paracuellos, a Josu Ternera, a Alfonso Guerra (el matador de Montesquieu), a Roldán, y a tantos políticos por el estilo. Y sobre ese común antifranquismo se han apoyado los ataques a la Constitución mediante hechos consumados, la transformación del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo en su contrario mediante el proceso llamado "de paz", los "estatutos de segunda generación" y muchas otros desmanes por el estilo.

Pero la Transición, planteada como reforma "de la ley a la ley", se hizo, precisamente, desde el régimen de Franco y contra la oposición antifranquista, la cual, como he mostrado en mi libro, nunca fue democrática, y pretendía un ruptura que volvería a la imaginaria legitimidad de un Frente Popular tampoco democrático, además de creador de los odios que el franquismo superó y verdadero causante de la guerra civil. De haberse impuesto la ruptura, el retroceso de España en todos los órdenes habría sido tremendo. Y según esa voluntad y actitud rupturista ha permanecido, en esa misma medida la democracia es débil y corre serios peligros. A la inversa: el mantenimiento de un régimen que todavía podemos llamar democrático --aun si con reservas, dada su deriva última-- se debe a las condiciones creadas anteriormente: reconciliación nacional y prosperidad, por decirlo simplificadamente.

Creo que esta exposición, aquí muy resumida, permite apreciar tanto la realidad histórica de la Transición como el falseamiento corriente de tan crucial suceso histórico; falseamiento de consecuencias políticas nefastas. Quizá nuestro mayor defecto sea la pereza intelectual combinada con el empecinamiento en descartar los hechos reales, a menudo evidentísimos, que no encajan en ciertos prejuicios por lo común simplones, caldo de cultivo de los fatatismos. Problema agravado por la ausencia de debate razonable, reflejo a su vez de la decadencia cultural del país. Un pueblo que olvida o falsea su historia se condena a repetir lo peor de ella. No es posible enfocar los problemas actuales del país sin una visión clara de hechos decisivos como la Transición.

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**** Un buen repaso intelectual del economista Alfonso Carbajo a Cebrián, en La Actualidad Económica:

http://www.periodistadigital.com/periodismo/prensa/2011/03/27/cebrian-y-su-depresion-o-como-pedrojota-utiliza-actualidad-economica-para-psicoanalizar-a-su-archienemigo-mediatico.shtml

****Dice el embustero y prevaricador Garzón que el TS ha vulnerado sus derechos. Jamás se había visto que el TS fuera tan cauteloso y cuidadoso en cuanto a procesar a un juez antidemócrata. No como en el caso de Ferrín Calamita, en el que no se respetó derecho alguno, sino que se usó la apisonadora progre.

****Nuevo desafío. La Royal Navy británica despliega buques, aviones, submarinos y paracaidistas en unas maniobras en aguas de soberanía española próximas a GibraltarMartes, 15 de febrero de 2011 http://www.elconfidencialdigital.com/Articulo.aspx?IdObjeto=27786

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