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Rafael L. Bardají

Obama vs. Romney: el tercer debate

Hoy por hoy, la carrera electoral está abierta, y eso, hoy por hoy, juega en contra de Obama y a favor de Romney.

Hoy por hoy, la carrera electoral está abierta, y eso, hoy por hoy, juega en contra de Obama y a favor de Romney.

Yo no se quién ganó el tercer y último debate antes de la cita electoral del 6 de noviembre. Pero la verdad es que no importa. Obviamente, cada campo defiende que su candidato salió victorioso, y las encuestas dan unas cifras tan manipuladas como inconsecuentes, al no poder ofrecer un ganador claro. Pero tampoco esto es importante. Por varias razones. La primera es de contexto: los debates raramente tienen un impacto crucial en las inclinaciones de los votantes; a lo sumo, el más determinante es siempre el primero, no el segundo ni –mucho menos– el tercero. En el primero, todo el mundo otorgó una aplastante victoria al candidato Romney sobre el presidente Obama; en el segundo, la mayoría de encuestas ofreció una ligera ventaja a Obama, pero eso no consiguió cambiar la tendencia al alza del candidato republicano. Es poco probable que este tercero, más alejado en sustancia de las preocupaciones del americano medio y menos visto que los dos anteriores, altere sustancialmente la susodicha tendencia, tan visible como consolidada: Romney sube, mientras que Obama baja. Y este tercer debate no basta para cambiar la dinámica. No es ningún dato científico, pero, por si sirve de algo, puedo decir que en el bar del hotel donde me hospedaba anoche –estoy en los Estados Unidos– el público prefirió continuar viendo un partido de fútbol americano antes que enchufarse al debate.

Por otro lado, hay que tener presente que el objetivo no es ganar los debates, sino las elecciones. De ahí que evitar una derrota clara en un debate pueda conllevar una gran ventaja estratégica para la campaña global, que, como digo, es lo que al final importa. La estrategia de Obama en estas semanas ha girado en torno a la descalificación de su adversario, con el objetivo de pintar a Romney como alguien que no reúne las condiciones básicas para ser presidente de América. Por lo que hace a Romney, ganar este debate significaba romper la estrategia de Obama y consolidar una imagen de alguien creíble, serio, pragmático y responsable. De ahí que en este tercer y último debate el republicano evitase una y otra vez las posturas agresivas y enseñase su lado más moderado. Quería dejar claro que no es un militarista agresivo, que no busca iniciar nuevas guerras movido por la pasión o el capricho, que conoce los temas de los que habla: era más que suficiente para lograr su objetivo último, desarmar toda la estrategia de Obama. Anoche, la frase que condensó estupendamente su filosofía fue: "Atacarme personalmente no es un sustitutivo de una buena política". De hecho, Obama, que se mostró agresivo hasta lo desagradable, debió de temer que su actitud le traería problemas; pero cuando cambió el paso lo único que pudo decir contra su oponente es que no hay diferencia entre lo que propone y lo que él, como comandante en jefe, está haciendo. Pero, como un votante indeciso comentó tras el debate, "si no hay diferencias en política exterior, la cosa se decide por la economía"; y ese es el terreno más perjudicial para Obama y más favorable a Romney.

En fin, ¿perdió Romney la oportunidad de castigarle el hígado a Obama con temas como, por ejemplo, el llamado Benghazigate? Sin duda. Claramente no quiso hacer sangre. ¿Logró Obama descalificar por completo a su adversario? No, a todas luces, a pesar de que lo intentó con insistencia. Tal vez por ello haya descontentos en ambos lados y las encuestas favorezcan a uno u otro según se reaccione a las formas o al fondo.

He aquí la clave para sopesar las posibles implicaciones del debate: Obama tenía que ganar por KO si aspiraba a revertir su tendencia a la baja, mientras que Romney solo debía mantener el tipo para consolidar su tendencia al alza. Juzgar el debate de manera aislada y sin ponerlo en perspectiva es no ver el bosque porque estamos obnubilados con el árbol.

¿Significa esto que la carrera está ya decidida y que el ganador va a ser el candidato republicano, que Obama va a ser un presidente de un solo mandato? No. Lo que significa, hoy por hoy, es que la carrera electoral está abierta, y eso, hoy por hoy, juega en contra de Obama y a favor de Romney. Igualmente significa que, se vote lo que se vote el 6 de noviembre, el resultado no se explicará por este tercer debate. Por eso no hay que matarse por dar un ganador. 

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