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Rafael Rubio

Sí se puede

Desde que comenzó la campaña todas las encuestas muestran una tendencia que ha hecho que Rosales recupere casi 3 puntos semanales, una progresión que de continuar provocaría un vuelco electoral.

Aunque suene a tópico es bueno recordar de vez en cuando que las elecciones son el momento central de la democracia. En ellas y con una sola papeleta se puede decidir sobre el pasado y el futuro de un territorio o nación. Por eso, incluso en regímenes semitotalitarios como el venezolano son muchos los que miran al próximo 3 de diciembre con esperanza.

Acontecimientos como la marcha de los 26 millones de venezolanos que recorrió las calles de Caracas el pasado 4 de noviembre han hecho que sean muchos los que comienzan a evocar la "marcha de la alegría" símbolo de la derrota inédita de la dictadura de Pinochet en las urnas en 1988. En Venezuela algunos ya han empezado a tararear la canción de los partidarios del no: "La alegría ya viene".

La renuncia anunciada de Benjamín Rausseo hace oficial lo que todos sabían, que estas elecciones son cosa de dos. La oposición sigue pateando el país, y planteando sus propuestas a los ciudadanos, mientras un Chávez aposentado en su coche oficial no duda en utilizar los medios públicos de Venezuela para su campaña electoral, tratando de hacer olvidar con sus proclamas ideológicas la dura realidad que muestran las propias estadísticas de su gobierno: un país más inseguro en el que hay más pobres y más desempleados que cuando alcanzó el poder.

Los indecisos centrarán las dos últimas semanas de campaña. Entre ellos los sectores más importantes son los de la oposición blanda, representada por un 21% de la población y el chavismo blando, que alcanza a un 30% de los venezolanos. Los primeros han empezado a "creerse" la candidatura de Manuel Rosales y, aunque siguen atemorizados por la falta de secreto del voto que generan las máquinas captahuellas, pueden terminar acudiendo a las urnas. Los segundos comienzan a cansarse de las polémicas políticas del presidente y están descontentos con su nefasta gestión en lo que se refiere a la redistribución de la riqueza, y podrían optar por quedarse en casa.

Se entiende que haya comenzado una guerra de encuestas que, desde hace un par de semanas, comienzan a dar resultados cada vez más ajustados. Aunque vencer el aparato gubernamental que, al igual que hiciera en el referéndum revocatorio, se está volcando por el candidato presidencial no es fácil, la opción opositora ha comenzado a superar al chavismo en las grandes ciudades, y sólo en Aragua, Lara y Bolívar el presidente conserva cierta ventaja.

Desde que comenzó la campaña todas las encuestas muestran una tendencia que ha hecho que Rosales recupere casi 3 puntos semanales, una progresión que de continuar provocaría un vuelco electoral. Quizás la clave del día de las elecciones sea el convencimiento de que la victoria es posible. Lo más difícil será hacer aflorar y canalizar el deseo de cambio que flota en el ambiente, aunque no se manifieste en unas encuestas influidas por un régimen cada día más totalitario y militarizado. Sólo si la candidatura de Rosales consigue transmitir al pueblo venezolano que "sí se puede", que lo que hace dos meses era un milagro puede convertirse en realidad, se pulverizarán todas las encuestas y Venezuela podrá retomar el camino de la normalidad democrática.

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