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Ramón Villota Coullaut

El día de irreflexión

Lo que paso el 13 de marzo –el día de reflexión– es inconcebible en una democracia. Esos hechos no es que invaliden los resultados electorales del día siguiente, pero ayudan a entender el clima de tensión que se vivió en esos días y el vuelco electoral que se produjo. Hace bien la fiscalía en investigarlo. Los hechos en sí son una infracción de nuestra legislación electoral. Pero sin entrar en mayor medida en el apartado sancionador –las sanciones que pueden imponerse son de una multa de unos 1800 € como máximo y una posible pena de prisión de hasta 6 meses, que en la práctica quedaría reducida a otra pena de multa, y, en el caso de los cargos públicos, pueden encontrarse con el añadido de suspensión o inhabilitación especial en su condición de empleo o cargo público-, el plano político es el más destacable.
 
Una democracia se sustenta en unas elecciones, que han de realizarse bajo unas reglas, y estas reglas se han incumplido. Y si se demuestra que este incumplimiento se ha producido instigado por miembros o personas cercanas al PSOE –el sentido común nos dice que miembros del Partido Popular no parece que organizaran las manifestaciones frente a sus sedes–, el lógico juego de una democracia, con elecciones libres cada 4 años, se ha podido ver truncado. Así, el gobierno que nazca de las urnas del 14 de marzo ya, de inicio, parte de unas elecciones ganadas desde el engaño a la ciudadanía, sin contar que sus promesas electorales partían de una más que previsible derrota electoral. Ya veremos lo que pasa con las tropas estacionadas en Irak, pero también con los posibles acuerdos a los que habrá de llegar con socios como los republicanos. ¿O cree realmente ZP que podrá mantenerse durante 4 años con acuerdos puntuales –una vez el PP, otra ERC y otra con no se sabe quien, sin dar nada a cambio? Si esta es la idea el futuro de esta legislatura se presenta corto y movido.
 
Pero estos hechos nos enseñan también varios apartados a tener en cuenta. No hay que minusvalorar al enemigo –Al Qaeda, con ese terrible atentado– ni al adversario político –los debates electorales tienen que ser necesarios en toda consulta electoral–, pero también hay que reseñar el poder de convocatoria de los medios de comunicación y de las nuevas formas de relacionarse de la gente -el uso de la red y de los móviles, práctica común para  la mayor parte de la población, ha de ser tenido en cuenta-. Una nueva forma de hacer campaña electoral y de organizar manifestaciones espontáneas ha surgido, es necesario que se mantenga en unos parámetros de respeto al adversario y al proceso electoral. Otra cosa es contradecir uno de los puntos esenciales de una democracia: la existencia de unas elecciones libres. ¿Nos imaginamos futuras elecciones con “manifestaciones espontáneas”, convocadas solas, el día de reflexión? Hecha esta reflexión, no cabe más que aceptar el resultado electoral, con resignación unos y con alegría otros, pero todos –quiero creer– con vergüenza por lo ocurrido en la jornada de reflexión. ¿O fue de irreflexión?

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