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Ramón Villota Coullaut

¿Un problema o una solución?

El Estado autonómico tiene, como mínimo, que racionalizarse, pero tampoco ha servido en el plano político para resolver el problema vasco y catalán, que siguen reclamando más poder para sus respectivas autonomías.

El Estado autonómico es en la práctica un Estado federal; no con ese nombre, pero sí con unos caracteres que se le asemejan bastante. En sí, y de una manera genérica, hay dos tipos de Estados, el unitario y el federal, dejando de lado el confederal, donde lo que hay es una unión de Estados que mantienen su soberanía de forma independiente. En el unitario, la descentralización no tiene carácter político, sólo administrativo, mientras que en el estado federa, la descentralización sí tiene carácter político. Por tanto, el Estado autonómico proveniente de la Constitución del 78, en sus líneas generales, tiene más parecido con un Estado federal que con uno unitario. La misma existencia del Senado, como cámara de representación territorial, o la división competencial recogida en nuestra Carta Magna –quizás demasiado compleja– lo muestran claramente.

Pero dicho esto, lo importante es plantearse si realmente para resolver los denominados problema vasco y catalán era necesario crear 17 comunidades autónomas y 2 ciudades autónomas, puesto que la propia existencia de las comunidades autónomas ha creado un sinfín de organismos públicos cuya utilidad ahora, con la crisis económica, se está discutiendo. Y esto nos lleva a que el proceso autonómico en su momento no fue precisamente armónico, lo que demuestra que la propia existencia de las denominadas en su momento "comunidades autónomas históricas" ocasionó en el resto de España un deseo de equiparación que nos ha llevado a la situación actual: demasiadas administraciones que ya hemos visto que no implican más cercanía al ciudadano, pero sí más administración.

Visto de esta forma, el Estado autonómico tiene, como mínimo, que racionalizarse, pero tampoco ha servido en el plano político para resolver el problema vasco y catalán, que siguen reclamando más poder para sus respectivas autonomías, ya que su fin último no es tener más competencias, sino directamente conseguir ser un Estado propio, algo para lo que las autonomías no son más que un paso. Es decir, con la ilusión de resolver un problema de construcción nacional, hemos conseguido crear una administración territorial más.

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