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Raúl Vilas

Lo caro es la imposición

Si realmente la Xunta quiere que un tercio de la enseñanza sea en inglés, comprenderá mi colega Dupuy el enorme coste que va a suponer formar al profesorado para que se explique en un inglés pasable.

Guillermo Dupuy publica un interesante artículo, en el que replica a otro no menos interesante de Albert Esplugas que, a su vez, replicaba a Girauta y García Domínguez. Ante tanta réplica en Libertad Digital, me gustaría puntualizar, en lo que se refiere a Galicia, algunas de las cosas que comenta mi colega Dupuy.

Dice comprender que "una de las razones que les han podido llevar –a Feijóo– a no reivindicar la completa libertad de elección entre las lenguas oficiales de Galicia haya podido ser de índole administrativa y económica". En primer lugar, no es que no haya reivindicado "la completa libertad de elección entre las lenguas oficiales de Galicia". Ni completa, ni mediopensionista. Cómo ya se ha explicado, el decreto de Feijóo establece un reparto en el que los padres no deciden prácticamente nada.

La consideración de fondo de Dupuy es económica. Sostiene, con razón, que si se estableciese la libre elección de lengua llevada al paroxismo –que uno pudiese elegir educarse en chino, albanés, checheno o serbocroata– sería inviable y carísimo en un sistema de educación pública como el español. También coincido con Dupuy en que "la libertad lingüística hay que reivindicarla en el marco de la libertad de enseñanza, en un marco donde cada centro escolar tenga autonomía financiera y pueda hacer libremente su oferta educativa", que bien podría desarrollarse a través del sistema del "cheque escolar". No puedo estar más de acuerdo, pero, desgraciadamente, viendo las propuestas educativas de PP y PSOE creo, estimado colega, que también en esto clamamos en el desierto.

Pero vayamos a las discrepancias, que esto es una réplica. Atribuir a la propuesta de Feijóo un menor coste impositivo a los contribuyentes gallegos es absolutamente erróneo. Si los padres pudiesen elegir libremente entre las dos lenguas oficiales, la inmensa mayoría optaría por el castellano. Por algo los nacionalistas se espantan ante esta posibilidad. De acuerdo con la encuesta encargada recientemente por la Xunta, pese al boicot y presiones nacionalistas durante su elaboración, en torno al 60 por ciento de los padres opta por la enseñanza en castellano o esencialmente en castellano y menos de un 20 por ciento en gallego. Si el sondeo se hubiese realizado en plenas condiciones de libertad los resultados, probablemente, serían aún más clarificadores.

Así, la libre elección en Galicia supondría que en el grueso del sistema educativo la lengua vehicular sería el castellano y sólo obligaría a mantener un pequeño porcentaje, inferior al 20 por ciento, de centros o aulas –en aquellas localidades en las que sólo exista un colegio– para garantizar el derecho –perfectamente legítimo y que nadie cuestiona– de aquellos que optan por la educación en gallego.

Resulta obvio, al menos a mi juicio, que tanto desde el punto de vista administrativo, de organización de los centros educativos y, sobre todo, económico este modelo supondría un enorme ahorro frente a lo que propugna Feijóo: que se impartan las clases a partes iguales en español, gallego e inglés en todos los colegios.

En Galicia no existe profesorado cualificado para que el 33 por ciento de las materias sean en la lengua de Shakespeare. Feijóo lo sabe, pero nada mejor que el "inglés" como coartada para revestir su decreto de esa falsa modernidad tan en boga. Si realmente la Xunta quiere cumplir este punto, comprenderá mi colega Dupuy el enorme coste que va a suponer formar al profesorado para que se explique en un inglés pasable.

Por otro lado, si la mayoría del alumnado estudia en castellano podrá utilizar los mismos libros de texto que en el resto de España. Chiringuito, éste, el de las editoriales subvencionadas, que se vendría abajo con un notable ahorro para los bolsillos de todos. Y es que si hay algo que sale caro en Galicia, es eso de la normalización lingüística, que consiste en recortar libertades y saquear haciendas en favor de los supuestos "derechos" de una lengua. Es esa Ley de Normalización Lingüística a la que apela Feijóo para negar a los padres la libertad de elección, bajo el chantaje moral del discutible peligro de desaparición del gallego, cómo si, en todo caso, la supervivencia de una lengua fuese más importante que nuestras libertades. Eso sí es caro, carísimo.

La defensa de la libertad es una cuestión moral. Ocurre que, además, cuanta más libertad, mayor prosperidad. Y el caso que nos ocupa no es una excepción.

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