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Regina Otaola

Identidades asesinas de los derechos democráticos

A mí me gustaría recordarle al presidente del Gobierno que ante la amenaza terrorista y la obsesiva imposición identitaria del nacionalismo vasco, y que lo identifica en los fines con ETA, es la libertad de miles de personas la que está en juego

El último comunicado de la organización terrorista ETA no aporta nada nuevo respecto a sus intenciones, aunque los criminales hagan hincapié en que sus últimos asesinatos son consecuencia de la negativa del Gobierno a negociar con ellos sobre sus fines políticos. En realidad, ETA asesina para poder negociar, para poder seguir negociando con el Gobierno socialista, como se comprobó tras el atentado de hace un año en la T-4 de Barajas, que tuvo como contrapartida la legalización de ANV por omisión del Gobierno y de su fiscal general.
 
Esta nueva declaración no altera la estrategia terrorista de ETA, que ya durante 2007 intentó asesinar a miembros de las FSE, pero la banda criminal parece querer sacar pecho cuando añade que lo hará “sea donde sea”, ahora que el Gobierno francés ha vuelto a poner de manifiesto su inequívoca voluntad de perseguir sin cuartel a los etarras que se encuentren en su territorio.
 
Y mientras ETA afirma su identidad netamente asesina, el presidente del Gobierno se permitía el miércoles durante la sesión de control en el Congreso identificarse con los postulados del ex presidente del PNV, Josu Jon Imaz, al declarar que “la mejor convivencia democrática es el respeto a la pluralidad de identidades”, como si la democracia pudiera tener otros cimientos que no sean los derechos y libertades de las personas, de cada individuo.
 
A mí me gustaría recordarle al presidente del Gobierno que ante la amenaza terrorista y la obsesiva imposición identitaria que pretende el nacionalismo vasco, y que lo identifica en los fines con ETA, es la libertad de miles de personas la que está en juego, no la presunta identidad amenazada del Pueblo vasco como sostienen de continuo los dirigentes nacionalistas del PNV, actual apoyo del Gobierno socialista en el Congreso.
 
Son precisamente los nacionalistas los que imponen los símbolos, el idioma y todos los demás requisitos que convienen a la tipología del vasco elaborada durante décadas por el nacionalismo creado por Sabino Arana, y este viernes tuvimos ocasión de comprobarlo en el Parlamento Vasco cuando el lehendakari Ibarretxe se atrevió a espetarle a la presidenta del PP Vasco, María San Gil, que “no representa al pueblo vasco por sus formas y su mala educación”.
 
Al margen de que los parlamentarios vascos del PP son representantes democráticos de los vascos en la misma medida en que lo es el lehendakari, de nuevo nos encontramos con la identidad uniforme que haría de los vascos un “Pueblo bien educado”, y cabría preguntarle a Ibarretxe, si estuviera dispuesto a dar cuenta de sus palabras, si considera que los terroristas forman entonces parte de este “Pueblo vasco” al que según él no representa San Gil.
 
Para nosotros, los demócratas, la persona es la unidad básica de cualquier sistema democrático, no la identidad. Quien desea construir un Estado en nombre de la identidad no es más que un fascista declarado. Y el presidente del Gobierno, al entrar en este peligroso proceso de identificación con el lenguaje y las ideas de los nacionalistas, sólo está haciendo el juego a los que quieren suplantar el vigente marco democrático por otro cuyos cimientos serían la sacrosanta identidad que marquen los nacionalistas, con la ayuda de ETA o sin ella.
 
 
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