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Ricardo Medina Macías

Burocracia: enfermiza obsesión de controlar

“Controlar” es una de las obsesiones de todo gobierno. La supuesta alternativa, el desorden o el caos, parece tan siniestra que la obsesión por controlar el mayor número de variables se antoja justificada.

Sin embargo, “controlar” es también una de las armas más peligrosas de las que suele echar mano la burocracia, en todo el mundo, para coartar la libertad, para entorpecer la movilidad de los ciudadanos, para encarecer la vida de contribuyentes y consumidores y para favorecer a ciertos grupos protegidos que, mediante el control, pueden apropiarse de rentas injustificadas.

En días recientes, diversos integrantes del gobierno mexicano se han quejado de que la “normatividad” los tiene atados de manos, se sugiere que el gobierno del cambio, el de Vicente Fox, no ha podido dar los resultados prometidos a causa de este flagelo burocrático que impide a los funcionarios actuar con presteza o simplemente actuar.

La queja tendría gracia si no fuese reflejo de una tremenda tragedia. Lo gracioso, desde el punto de vista de los ciudadanos, es encontrarse con que el gobierno es devorado por los propios monstruos que fabricó. Gracioso parecería también –si no fuese trágico– que mientras el gobierno de Fox se queja de la kafkiana normatividad, produce nuevas disposiciones, normas y reglamentos que entorpecen la actividad productiva y la vida de los ciudadanos.

Desde hace un par de semanas, sigilosamente, como esos meteoritos que sólo revelan su potencial destructivo cuando entran a la atmósfera, la Secretaría de Hacienda introdujo nuevas disposiciones en el funcionamiento de las aduanas que, en el fondo, son un atentado contra el libre comercio.

Por supuesto, las nuevas disposiciones burocráticas, que impiden la entrada y salida de ciertas mercancías –como textiles, tequila o manzanas- por ciertos puntos fronterizos, se hicieron con la mejor de las intenciones (combatir el contrabando) pero en la vida real se convierten en un golpe certero a la actividad productiva.

Tan torpe fue la decisión –y tan contraria a la libertad de comercio- que en un par de días tuvo que rectificarse parcialmente y excluir a las empresas maquiladoras de esa limitación que encarece y dificulta las exportaciones e importaciones. Persiste, sin embargo, para el resto de empresas y mexicanos que desean importar o exportar esos bienes por el punto fronterizo que mejor les convenga.

Este es sólo un ejemplo de la obsesión burocrática que aqueja a los gobiernos. Se equivocarían los funcionarios del actual gobierno federal si creen que sus buenas intenciones los preservan de esa enfermedad perniciosa.

Un amable lector me ha enviado la extensísima e increíble lista de más de cien disposiciones burocráticas mínimas que una empresa industrial tiene que cubrir en México para operar; la lista sólo comprende las trabas que se originan en el gobierno federal, en organismos y empresas paraestatales y en la burocracia capitalina, a esa lista hay que sumarle la multitud de obstáculos que han parido las burocracias de los Estados y municipios. Eso sí, los gobernadores quieren más lana de los contribuyentes y no nos ofrecen nada a cambio.


© AIPE

El mexicano Ricardo Medina Macías es analista político mexicano.

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