Menú
Ricardo Medina Macías

¿Cuánto cuesta terminar la crisis agrícola?

Se decía del gobierno de la Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XVIII que era “una oligarquía atemperada por la amenaza de un motín”. La vida pública hoy en México corresponde puntualmente a esa definición.

Recientemente presenciamos, estupefactos, la “profunda” discusión de si el Presidente Fox estaba en lo cierto o en el error al haber dicho que no hay crisis en el campo mexicano. Las llamadas discusiones bizantinas, por ejemplo acerca de si los ángeles son del género masculino o femenino, eran más provechosas. Hay actividades agropecuarias en México en situación tan precaria que, si se les retiran los apoyos fiscales de los que gozan y las protecciones comerciales que aún conservan, simplemente desaparecerían.

Y hay actividades agropecuarias en México, que sin apoyos fiscales especiales ni protección comercial, se han vuelto muy rentables, en buena medida merced a la apertura de mercados en Estados Unidos y Canadá. No es lo mismo cultivar pepinos con técnicas modernas que sembrar maíz en la ladera de un cerro, rogando a Dios que llueva sólo lo necesario y cuando se necesite, que lleguen a tiempo los “apoyos” del gobierno y que haya jornaleros que prefieran levantar la cosecha en lugar de irse a la ciudad o a Estados Unidos.

La contraparte de esta “crisis” –que afecta a los campesinos tradicionalmente subordinados al sistema corporativista del PRI, es decir a los organizados para votar, no para producir– ha sido el descenso de los precios promedio, en los últimos diez años, que hemos disfrutado los consumidores en productos como arroz (37 por ciento), fríjol (34 por ciento), maíz (43 por ciento), trigo (26 por ciento), algodón (79 por ciento), soja (53 por ciento), bovinos (36 por ciento) y leche (32 por ciento). La apertura comercial, obviamente, ha sido decisiva para este descenso de los precios que ha beneficiado a los consumidores, incluidos aquellos que viven y trabajan en el campo.

¿Por qué siguen dedicados a cultivos y actividades que tan claramente no son competitivos? Simplemente porque esas actividades no competitivas dan, sin embargo, para sobrevivir, en la medida que existan recursos fiscales –de los contribuyentes– que las apoyan. ¿Es una ejemplar lucha de las tradiciones contra la modernidad? Nada de eso, es un regateo –la oligarquía atemperada por la amenaza del motín–, que se “solucionará” incrementando los recursos fiscales destinados al “campo”. Es decir, tirando el dinero de los contribuyentes.

¿Alguien se acuerda que apenas hace seis meses estábamos en la terrible “crisis del federalismo” y que los gobernadores estaban en pie de guerra hablando de inminentes estallidos sociales? El asunto dejó de ser “crisis” –dejó de ocupar espacio en los medios de comunicación–, mediante un “bálsamo milagroso”: el presupuesto de egresos. Los seguros perdedores de la más reciente edición de “la crisis del campo mexicano” seremos contribuyentes y consumidores.

Ricardo Medina Macías es analista político mexicano.

© AIPE

En Libre Mercado

    0
    comentarios