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Ricardo Medina Macías

Excelente decisión para tiempos difíciles

La noticia excelente es que tendremos el secretario de Hacienda que México requiere a gritos, Francisco Gil Díaz. La noticia inquietante: los enredos de la elección presidencial en Estados Unidos amenazan con ponerse peor y salpicar de lleno a México.

“México creció más sin petróleo pero con Rodrigo Gómez, que con petróleo pero sin capacidad para decir ‘no’”. En esta breve frase Arnold Harberger ejemplificó la cualidad más importante de un hacedor de política económica: las “agallas”.

Revise usted en cualquier diario o noticiario de radio y televisión el porcentaje de “informaciones” que pueden resumirse en lo siguiente: tal grupo, tal institución, tal dependencia gubernamental, tal sector de la sociedad pide más recursos. Le aseguro que tales “informaciones” prevalecen sobre el resto.

Eso da una idea aproximada de las presiones a las que se ve sometido un secretario de Hacienda. Las necesidades, reales o supuestas, artificiales o auténticas, tienden al infinito. Los recursos para solucionarlas son escasos.

Un secretario de Hacienda con agallas es el que sabe decir no. Decir no, incluso y sobre todo, a las más poderosas razones del cálculo político que traducen el gasto gubernamental en simpatías electorales o la falta de gasto en chantajes y presiones desquiciantes de la vida social.

El virus keynesiano nos ha hecho creer, durante décadas, que los gobiernos pueden promover el bienestar estimulando la demanda y apalancados en un gasto público deficitario. El despertar de ese sueño del Estado de Bienestar omnímodo y casi omnipotente ha sido terrible.

Por ello, los economistas sensatos en todo el mundo abandonaron hace tiempo el mito del gasto público como respuesta automática a todos los problemas y se adhirieron a una convicción sencilla pero incontrovertible: el equilibrio fiscal es indispensable. En países descapitalizados como México ese imperativo va más allá: necesitamos superávit fiscal para disminuir la pesada carga de la deuda gubernamental.

En forma un tanto miope se ha dicho que Francisco Gil Díaz es el personaje idóneo para sacar adelante una reforma impositiva. Las prioridades de Gil Díaz van mucho más allá: un gobierno estructuralmente sano que no gaste lo que no se tiene; un gobierno que permita crecer a la sociedad y que no la despoje de los recursos indispensables para desarrollarse con libertad y prosperidad.

Con Gil Díaz podemos esperar una política fiscal en plena sintonía con el objetivo central de la política monetaria: la lucha contra la inflación, la estabilidad de precios. En lo inmediato esto disipará muchos temores recientes por los desencuentros entre una política fiscal complaciente (que sólo ve los foquitos navideños de una alegre jubilación) y un Banco de México que advierte de un tiempo a la fecha varios focos de alerta por una demanda que crece sin congruencia con la oferta.

Escribí, el pasado verano, que había pocos personajes en México que reunieran el perfil idóneo para la Secretaría de Hacienda. A lo sumo, dos. Hoy, por fortuna, podemos asegurar que Vicente Fox acertó: eligió a uno de esos dos personajes.

Mientras esto sucede, y debemos felicitarnos por ello, el panorama externo se ensombrece por algo que hace un mes nadie había previsto: la elección presidencial en Estados Unidos.

Hasta ahora, los mercados financieros y los analistas hemos observado con relativa preocupación las peripecias de esa elección que se antoja interminable. Queríamos creer que prevalecería en breve el sentido común y la formidable fortaleza de las instituciones políticas de Estados Unidos. Pasan los días y el asunto se embrolla más, crece la estridencia de los protagonistas, nos encaminamos hacia una encrucijada de crisis inaudita.

Muy pronto los mercados financieros podrían pasar de una prudente cautela a una desordenada alarma. El mundo no se puede dar el lujo de muchos días de incertidumbre acerca del desenlace final de esa contienda y, de cualquier forma, el daño – en términos de legitimidad y margen de maniobra para el futuro presidente de Estados Unidos – ya es irreparable.

Para nuestra fortuna, este evento nos sorprende en vísperas de que asuma el control de las finanzas públicas un personaje como Gil Díaz. El probable sobresalto que se avecina en los mercados internacionales amerita otra vuelta de tuerca en el presupuesto federal para el año 2001. Este tipo de eventos hace más indispensable que nunca “cero déficit fiscal”, ¡ya!, ¡hoy!

Mañana sería demasiado tarde.

© AIPE

El mexicano Ricardo Medina Macías es analista político.

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