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Ricardo Medina Macías

Inercia contra cambio

Las estructuras de gobierno están diseñadas para resistir el embate del cambio. Considerando la formidable fuerza de la inercia hay que reconocer que el gobierno de Vicente Fox ha logrado salirse con la suya y las cosas están cambiando.

La experiencia inicial en el gobierno de muchos de los colaboradores de Vicente Fox ha sido traumática. No se imaginaron la fortaleza de las costumbres y los vicios arraigados en la administración pública.

Por ejemplo, la dichosa “normatividad” que parece diseñada para que nadie se mueva, para que nadie haga olas, para que ni se te ocurra cambiar el modo de hacer las cosas. Un caso real: el flamante funcionario detecta que en la Secretaría a su cargo hay multitud de inmuebles literalmente abandonados desde hace años. La lógica (la lógica de afuera del gobierno) indica que urge vender esos inmuebles y obtener recursos indispensables para atender ingentes necesidades.

Muy bien, eso dice la “lógica” que el funcionario aprendió fuera del gobierno. Pero rápidamente entiende que esa “lógica” no funciona adentro del monstruo, en las entrañas del gobierno. “No puedes vender porque no tienes avalúo, y no se presupuestó avalúo alguno en las partidas que aprobó la cámara de diputados” o bien: “ya vendiste haciendo malabares para cumplir con la dichosa normatividad y ahora te encuentras que de los recursos obtenidos tu dependencia no verá un solo quinto, todo va derechito a la Tesorería de la Federación, ¿dónde quedaron los incentivos para hacer eficiente el gasto público?”.

O te encuentras con que te sobran literalmente miles de personas en la dependencia. Personas que llevan una vida triste, arrastrando la cobija con un sueldo miserable, que no hacen literalmente nada, sino gastar su tiempo en las oficinas. Personas que llevan años ahí, sin esperanza, sin amor por su presunto trabajo, sin horizontes de mejoría. Personas que le cuestan a los contribuyentes –y en general a los ciudadanos vía deuda pública, inflación, restricción en los créditos— miles de millones de pesos al año. ¿Qué hacer?

O te dicen que las cosas se hacen así (de un modo que te parece absurdo, dispendioso, perdedor) “porque siempre se han hecho así”. Que “la norma” que alguien dictó hace años, caprichosamente, desde un escritorio, dice que el margen de operación de las tiendas de Diconsa, por ejemplo, debe ser siempre y en todo lugar de 18 por ciento. ¿Por qué siempre el mismo porcentaje si no es lo mismo el desierto en Coahuila que la selva en Tabasco?, ¿por qué el mismo porcentaje si la demanda, las necesidades, los costos, son diversos como diverso es el país?, ¿por qué 18 y no 23 por ciento o 15 por ciento o 12 por ciento? Misterio. Es la norma.

Son sólo ejemplos de las inercias, por no hablar de los vicios arraigados hasta la médula. El “entre”, la asignación discreta a cuates y parientes, la tentación (más de uno debe haber sucumbido) de servirse con la cuchara grande. El gran incentivo: “No, mi licenciado, aquí lo mejor es no moverse, así no se pierde prestigio, no se corren riesgos innecesarios, no se le enoja el sindicato; así le han hecho todos los que han pasado por aquí. Hay que irla llevando, no más”.

Y las inercias de afuera. En los medios de comunicación, en los grupos académicos bien enchufados, en los hombres de negocios habituados a entenderse con el gobierno. De veras, ¿para qué cambiar?

Vistas así las cosas, no es poco lo que ha hecho Fox en cien días. De ahí las acusaciones de que parece, en ocasiones, chivo en cristalería. De ahí las advertencias veladas o abiertas: ¿Pero qué necesidad tenía Fox de que Marcos se saliera de la selva, ahí estaba bien, calladito, como mito lejano?, ¿qué necesidad de abrir tantos frentes de batalla?, ¿para qué sacudir el árbol?

Por supuesto, moverse implica riesgos y, a la postre, errores y aciertos. También pueden eludirse las grandes y fatigosas batallas haciendo cambios de mentiritas, colgándose de asuntos triviales como el horario de verano para distraer el escrutinio público sobre asuntos incómodos, digamos el de la inseguridad en la Ciudad de México.

El gobierno de Fox no ha estado exento de esa simulación del cambio aunque la palma se la lleva el tabasqueño avecindado en la capital del país.

El gobierno de Fox tendrá que llegar a la médula: la reforma fiscal. Toda política es a la postre política fiscal. Detecto cierto temor para hincarle el diente a ese gran asunto pendiente. Pero, distracciones aparte, como la gran marcha “kitsch” que emboba a la izquierda ramplona, ahí –en la reforma fiscal— está la “carnita”, el gran desafío.

© AIPE

El mexicano Ricardo Medina Macías es analista político.

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