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Ricardo Medina Macías

La piel de oveja del terrorismo

Un año después del 11 de septiembre, las semillas del terrorismo siguen desperdigadas en el planeta. Incluso en México. Hay una variedad de formas “políticamente correctas” que alimentan sutilmente el terrorismo.

Generalmente se trata de postulados que se toman, sin mucho cuidado, como “principios fundamentales” que sólo un intolerante o un autoritario trasnochado se atrevería a poner en tela de juicio.

Pongo un ejemplo: ese constante apelar a “las raíces” que sustenta la propaganda de múltiples nacionalismos, desde el vasco hasta el indigenista, pasando por el fundamentalismo musulmán.

El llamado de y a las raíces parece inofensivo y hasta encomiable. ¿Quién no ha escuchado esas prédicas devotas que nos conminan a preservar la tradición, a recuperar los orígenes primigenios, a defender las raíces?

Hoy mismo, en medio de la confusión política que priva en México, hay quien lamenta que la Suprema Corte de Justicia no haya resuelto de forma “políticamente correcta” las controversias que se le formularon en contra de la mal llamada “ley indígena”. Recuérdese que más que una ley se trata de ordenamientos constitucionales aprobados por el Congreso y por la mayoría de las legislaturas locales, que suscitaron el rechazo airado e irracional de quienes ofician de indigenistas.

Olvidan estos lamentos amenazantes, con su buena dosis de lágrimas en los ojos que se dejan correr para compadecerse de la miserable situación de los indios, que la Suprema Corte de Justicia no está para hacer remiendos políticos al gusto de los demandantes –o según el dictado de los tambores de guerra de uno u otro lado–, sino para hacer juicios “jurídicamente correctos”. Habría sido gravísimo, para la precaria institucionalidad del país, que la Corte se situara por encima de la ley suprema, de la Constitución.

He dicho que son, además, lamentos amenazantes. Aceptado que el “principio fundamental” (por ejemplo, el llamado de las raíces a ser defendidas hasta con la vida), no puede ponerse en tela de juicio, el terrorismo está a la vuelta de la esquina.

Atención, cuando esta suerte de “principios fundamentales” (digamos, la superioridad de la nación vascuence, la superioridad de las “culturas indígenas”, aun cuando sean variopintas y hasta contradictorias entre sí las tales culturas, la superioridad de la fe musulmana) nos obligan a suspender la operación racional básica –el juicio–, todo está preparado para que vivamos el horror. Eso sí, el horror de las “santas causas justas”.

El juicio es la operación básica de la razón, con la que definimos la verdad o la falsedad de una sentencia. Con la que señalamos si la sentencia corresponde o no a la realidad.

Hoy no podemos “razonar” la verdad o falsedad de la defensa a ultranza de “las raíces”; mañana no podremos “razonar” con algún iluminado que nos amenace con una bomba a punto de explotar dispuesto a “defender” –con la vida, aunque no queda claro la vida de quién– “su santa causa”.

© AIPE

Ricardo Medina Macías es analista político mexicano.

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