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Ricardo Medina Macías

Lecciones de un continente moribundo

No sólo eso, tal Unión Europea está moribunda. Los predicadores de la social-burocracia en países latinoamericanos deberían verse en ese espejo.

La economía de los otrora "grandes" de la Europa continental, Alemania y Francia, no sólo muestra indomables déficit fiscales, sino que naufraga cada día un poco más en la batalla de la competitividad mundial.
 
Vayamos al asunto de la ignorancia económica. El modelo de social-democracia (que es en realidad social-burocracia) imperante en Francia y Alemania es insostenible. Pues ese modelo fracasado es el mismo que inspiró a los artífices del dichoso Tratado Constitucional.
 
¿En qué consiste ese modelo? En una presunta economía de mercado severamente castigada con burocracia insaciable, regulaciones, barreras proteccionistas, generosos subsidios a grupos de presión, cuotas de mercado, prohibiciones y permisos discrecionales, exorbitantes privilegios laborales a sindicatos selectos. En otras palabras, una economía que de mercado sólo tiene el nombre porque en esencia es una mezcla de mercantilismo con nostalgias de economía centralmente planificada.
 
Los resultados están a la vista: Francia ha superado el 10 por ciento de desempleo, pero quienes tienen trabajo "gozan" de jornadas laborales cada vez más reducidas y de un sistema de seguridad social caro, ineficiente y burocratizado. Miles de empleos necesarios, como el de empaquetador de víveres en un supermercado, están vedados, ya que pagarles el salario mínimo sería incosteable, aunque miles de inmigrantes sueñan con ganar una fracción del salario mínimo francés y ni hablar de molestar a los poderosos sindicatos permitiendo que trabajadores no sindicalizados, por ejemplo estudiantes en jornada parcial, desempeñen esas labores.
 
Un antecedente histórico: Francia, la cuna de los derechos humanos, asiló a miles de refugiados durante la guerra civil española, pero Francia, la cuna del proteccionismo mercantilista denunciado hace dos siglos por Fréderic Bastiat, les prohibió terminantemente a esos mismos refugiados ganarse la vida trabajando. Los orilló a la mendicidad. Paradojas de las buenas conciencias.
 
La social-burocracia devora sin freno cualquier potencial de productividad en una economía. Todos están representados en el espectro de las negociaciones mercantilistas salvo los consumidores y no hay economía de mercado, ni alicientes para la productividad ahí donde los consumidores no mandan.
 
Es claro que ese tipo de Unión Europea burocratizada, reglamentada hasta el extremo, con grandiosas "conquistas sociales" en el papel, que acaban siendo elefantes blancos ineficaces que devoran recursos públicos en la realidad, no es la Europa que podrá convertirse, como era el sueño original, en la región más competitiva del mundo y con los más altos estándares –reales, no retóricos– de bienestar.
 
No sólo eso, tal Unión Europea está moribunda. Los predicadores de la social-burocracia en países latinoamericanos deberían verse en ese espejo.
 
El antiamericanismo suena bien, pero no funciona para que los desempleados tengan trabajo. Las prevenciones contra la globalización, a la que se pinta como despiadada e inhumana, encajan bien en un discurso, pero no añaden un ápice a la productividad de un país. En México, la "excepción cultural" contra el cine americano, al que se tilda de chabacano y comercializado en exceso, ayuda a engrosar los bolsillos de unos cuantos cineastas mediocres, pero priva a los consumidores del derecho a elegir.

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