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Ricardo Medina Macías

Los cazadores de rentas

Los cazadores de rentas son grupos organizados que utilizan el voto político como herramienta de trueque: dan apoyo a cambio de ventajas al margen del mercado y de la competencia. Lo mismo esgrimen la soberanía nacional para defender sus monopolios que utilizan a los sindicatos para eludir la competencia y el dictamen de los consumidores.

También pueden recurrir, si es preciso, al amago violento con el fin de comprar la conservación de sus privilegios o la obtención de nuevos espacios protegidos por la autoridad. Ya saben que, ante los gritos y sombrerazos, el gobierno suele responder con una negociación. Todo con la misma finalidad: asegurarse rentas, ganancias, al amparo del poder político.

Tanto el premio Nobel James Buchanan como Gordon Tullock han descrito a estos grupos que suelen surgir en las democracias representativas como verdaderos mercaderes de voluntades políticas, como por ejemplo el poderoso sindicato de los trabajadores de la industria automotriz en Estados Unidos o los grupos de productores agrícolas en España y Francia.

En países de honda estirpe mercantilista, como México, favorecida por la configuración corporativa de la actividad política, el fenómeno es aún más grave porque usualmente tales grupos han permanecido impunes, asociados por años con gobernantes y funcionarios. Y con un buen puñado de leyes y reglamentos diseñados gentilmente en su favor.

En México, lo mismo pueden detectarse defendiendo monopolios de actividad en las comunicaciones, que negociando mayores partidas de dinero público para la educación o gestionando precios al margen del mercado para algún insumo energético.

Su retórica es profundamente engañosa: dicen defender la soberanía nacional, los empleos, las conquistas de los trabajadores, la cultura, el arte o actividades presuntamente estratégicas. Su poder es temible: medios de comunicación a su servicio, analistas y comunicadores transmutados en sus ardientes defensores; legisladores y políticos “convencidos” de la bondad de su lucha; partidos políticos haciéndoles el juego a cambio de paquetes masivos de voluntades (“licenciado, usted cuenta con el apoyo incansable de cien mil trabajadores”).

En caso necesario, recurren a la violencia y pasan, sin rubor alguno, sobre los derechos de millones de ciudadanos. También saben ser sutiles y explotar una imagen “moderna”. Pueden, sin acongojarse, mudarse al equipo ganador y ofrecer sus servicios “desinteresados” a favor del país en comités, mesas de discusión, equipos de trabajo.

Por desgracia, los cazadores de talentos que -dicen- seleccionan a buena parte de los integrantes del futuro gobierno mexicano, no cuentan con eficaces detectores de “cazadores de rentas” que permitan excluirlos de las listas de futuros servidores públicos. Son, sin exageración, uno de los factores más poderosos de resistencia al cambio que necesita México. Tienen la capacidad de actuar como eficaces anticuerpos frente al ansiado cambio de sistema y de régimen.

Tienen sus enemigos bien identificados. Los escucharemos advertirnos de los peligros del “mercado” y de la competencia global. Los hay de todos tamaños. Los que ponen muy en alto el nombre del país en los listados internacionales de ricos, lo mismo que los defensores de parcelas pequeñas de rentas aseguradas –un cruce de avenidas o un espacio público expropiado para el provisional e informal comercio privado -, o los devoradores de presupuestos refugiados en un cubículo.

Parecen omnipresentes; unos mercadean la administración de la justicia de barandilla, otros fijan su poder en la expedición de títulos y patentes, los de más allá viven en nombre de los trabajadores, algunos otros se escudan en siglas de cámaras o asociaciones. Por ahí va la batalla más importante que tendrá que librar el futuro gobierno de Vicente Fox. Cada vez que el presidente electo habla de “quitar estorbos” tal vez estos cazadores de rentas sientan un escalofrío, o tal vez levanten los hombros con indiferencia calculando que la tonada no va para ellos.

Miden al futuro gobierno. Abren frentes de batalla por si las dudas. Envían mensajes más o menos sutiles a través de sus fieles comunicadores. O de plano ya se instalaron en plena transición, que ellos traducen como rebatiña.

© AIPE

Ricardo Medina Macías reside en Ciudad de México y es analista político.

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