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Ricardo Medina Macías

Lula y las ilusiones

El futuro gobierno de Lula en Brasil causará una profunda desilusión entre quienes confunden los hechos con las impresiones. Lo grave es que los ilusionistas nos hacen cada día más caros y más dolorosos los desengaños que nos impone la realidad.

La moda intelectual desdeña el rigor de las definiciones y se refugia en los esbozos, en las descripciones, en las elipsis, en las metáforas y, otra vez, en los ejemplos. Pida usted una definición y nueve de cada diez personas le contestarán: “Es como cuando...”, y le soltarán una historieta o un ejemplo y muchos adjetivos.

Varios de los opinantes de oficio han dictaminado que la victoria en Brasil de Luiz Inácio da Silva, Lula, representa un esperanzador viraje que millones de brasileños han logrado en las urnas, hartos de la pobreza generada por el “neoliberalismo”.

¿De veras?

Podemos deducir, de las palabras pergeñadas por los opinantes, que el “neoliberalismo” –lo que quiera que sea– tiene que ver con la aplicación más o menos puntual de restricciones monetarias o fiscales, o ambas, que buscan abatir la inflación; también deducimos –de los dichos de los opinantes– que el “neoliberalismo” promueve la competencia en los mercados, que busca que haya el mayor número de oferentes libres de los bienes y de los servicios, para que el consumidor tenga más opciones de calidad y precio entre las cuales elegir.

Si estas descripciones se avienen con la palabra “neoliberalismo” no hay en Brasil ninguna evidencia de que los brasileños pobres, especialmente los asalariados, hayan sido perjudicados en años recientes por el “neoliberalismo”. Más bien han sido víctimas de la falta de “neoliberalismo”. No se sabe que los trabajadores brasileños detesten que sus salarios reales se hayan recuperado a partir de que la hiperinflación fue abatida (mediante “recetas” supuestamente “neoliberales”) o que los pobres brasileños odien que en los estantes de los supermercados haya ahora más productos y marcas y una mayor variedad en términos de calidad y de precio.

Más bien, los trabajadores brasileños están hartos de que esas nociones “neoliberales” (estabilidad monetaria y libre competencia) se hayan aplicado mal e insuficientemente. Más bien, parecen cansados de que los ganadores de siempre (empresarios de industrias protegidas por restricciones comerciales) obtengan sus grandes márgenes de ganancia en proporción directa a la caída de los salarios reales. Más bien, en fin, están fastidiados de que los políticos hayan hipotecado al país mediante una gigantesca deuda pública, que se tradujo en mejores condiciones de vida exclusivamente para la clase política que la contrajo en nombre de Brasil y de los brasileños.

Vistas así las cosas y vistas las propuestas de Lula, que tienden a reforzar el proteccionismo en beneficio de grandes empresarios “nacionalistas” como su compañero de fórmula, no entiendo qué festejarían los trabajadores brasileños con la victoria del ex obrero Lula.

La desilusión está a la vuelta de la esquina –otra vez– en el sur del continente.

Ricardo Medina Macías es analista político mexicano.

© AIPE

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