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Ricardo Medina Macías

Prepárense, que llega Hillary

La única convicción inamovible que se le conoce es que es cien por cien pro-Hillary.

Hay muchas razones para detestar a Hillary Clinton, pero es una profesional de la política y por eso va directa, hasta ahora, a la presidencia de los Estados Unidos. Su principal patrocinador lo es muy a su pesar y se llama George W. Bush. ¿Será bueno para el mundo que por primera vez una mujer encabece el poder ejecutivo en los Estados Unidos?

Para bien o para mal en la política electoral las percepciones son realidad. Y si hay una percepción firme en la voluble opinión pública estadounidense es que George W. Bush ha sido la encarnación de la incompetencia. Esto provoca que uno de los principales valores que buscarán los electores estadounidenses en las elecciones de noviembre de 2008 será que en la Casa Blanca despache alguien que sea, ante todo, un político competente.

Sea cierto o no, la percepción popular es que los más competentes de los políticos en liza por la candidatura a la presidencia se llaman Hillary Rodham Clinton, demócrata, y Rudolph Guliani, republicano.

Guliani tiene en contra ser republicano –gracias a George W. Bush hoy ser republicano es equivalente a ser incompetente, conservador recalcitrante, fundamentalista religioso, chauvinista y enemigo velado del libre comercio y de la libre migración–, ser un descendiente de italianos aficionado a las trucos, voluble, divorciado reincidente y haberse colgado al pecho muchas más medallas ajenas de las que el buen sentido aconsejaría.

Por supuesto, Hillary también acumula muchos puntos negativos a los ojos del elector medio: ser mujer, haber despachado con más cálculo que dignidad el escabroso asunto de los devaneos de su marido con Monica Lewinsky, ser demasiado ambiciosa y haber fracasado estrepitosamente en sus desorbitados y dispendiosos planes para reformar la seguridad social. De hecho, tiene un 45% de opiniones negativas entre los hombres, frente a un 36% de opiniones positivas, y un 45% de opiniones positivas frente a un 31% de opiniones negativas entre las mujeres.

Pero Hillary se está esforzando, con mayor fortuna que sus competidores, en limar asperezas con el electorado conservador –el sur y el medio oeste– de los Estados Unidos.

Detesto admitirlo, pero Hillary está llevando bien su carrera hacia la Casa Blanca y tiene muchas probabilidades de conseguir su objetivo. Y esto, pese a todo, puede no ser tan malo.

Si uno revisa el historial de las votaciones de Hillary Clinton en el Senado en asuntos cruciales como finanzas públicas, libre comercio, libre migración, derechos civiles, seguridad nacional y política exterior la mejor conclusión que obtiene es que la senadora Clinton ha votado siempre a favor de... Hillary Clinton y lo que pueda favorecer su carrera política.

Un día (en septiembre de 2006) vota a favor de la construcción de un muro en la frontera con México –porque hacia allá soplan los vientos de las encuestas– y meses después (junio de 2007) vota en contra de la propuesta chauvinista de proclamar al inglés como única lengua oficial del Gobierno de los Estados Unidos, tal vez porque "eso" –prohibir el uso de otras lenguas en todo el Gobierno– ya sería "demasiado".

Lo mismo sucede en asuntos de libre comercio, déficit fiscal y demás. La senadora Clinton no quiere disgustar a ningún grupo relevante de electores y apuesta siempre por lo que se considera "políticamente correcto". No es feminista recalcitrante, sino moderada. No es una campeona del libre comercio, sino tibia defensora del mismo (votó a favor del tratado de libre comercio con Chile en julio de 2003, pero en contra del tratado de libre comercio con América Central en octubre de 2005), no detesta a los inmigrantes ni los culpa de todos los males, pero tampoco es una defensora de la libre migración.

La única convicción inamovible que se le conoce es que es cien por cien pro-Hillary.

Por decepcionante que resulte, este pragmatismo podría resultar relativamente bueno, ante el ominoso renacimiento del proteccionismo comercial (dos tercios de los electores republicanos creen que el libre comercio es dañino para Estados Unidos) y de los prejuicios contra la libre migración que están creciendo en ese país. Una persona no fanática en la presidencia, buscando la reelección, puede atemperar el fanatismo que pulula en el ambiente. Ojalá. Por lo pronto sus asesores económicos son competentes y experimentados.

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