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Ricardo Medina Macías

Queremos más mentiras

Si algunos políticos progres llenecitos de buenas y verdes intenciones decidieron en Estados Unidos subsidiar la producción de etanol a partir del maíz, más temprano que tarde eso repercute en precios más altos para el propio maíz

¿Qué porcentaje de los recursos públicos queremos que se destine a obras de infraestructura y qué porcentaje queremos que se gaste en afeites, maquillaje, disfraces y cremas "anti-edad"?

La buena economía siempre lleva malas noticias a los románticos que se dicen de izquierda. La buena economía parte de un hecho brutal y poco comedido con nuestros deseos, pero no por ello menos real: la escasez. Si algunos políticos progres llenecitos de buenas y verdes intenciones decidieron en Estados Unidos subsidiar la producción de etanol a partir del maíz, más temprano que tarde eso repercute en precios más altos para el propio maíz, las tortillas, y, en cadena, para el trigo y el pan, para el sorgo, para el huevo, para la carne (las gallinas, vacas y cerdos también comen). Se llama "pendiente negativa de la curva de la demanda" (Gary Becker) y es una ley tan férrea como la ley de la gravedad.

Pero a los progres les encanta el arte teatral –la palabra maquillaje viene de los teatros franceses en el siglo XVIII– y consideran que la tarea de los gobiernos no es reconocer la realidad, sino eludirla con el maquillaje.

En estos días nuestros próceres locales del pensamiento "progre" han mostrado su frívola afición no sólo por las revistillas de la ilusión envidiosa –que por lo visto son su mejor fuente de información–, sino por los afeites y el maquillaje. No les parece mal que el precio de la gasolina sea mentiroso en México, sino que deje de serlo; lo mismo el precio del agua, el de los billetes del Metro, el de la energía eléctrica, el del maíz o el del trigo. Los negociantes piden precios mentirosos para el gas natural; los charlatanes ofrecen mentirosos "seguros" para desempleados; los de la televisión lamentan que se les acaben las facturas por propaganda electoral (la venta de los otros productos "milagro" de maquillaje y ornato a cargo de partidos y candidatos), mientras que los legisladores saborean los millones que, en un juego de manos que llaman reforma electoral (un poco de colorete para disimular las verrugas) les quitaron a los de la tele.

Vivan los precios mentirosos. ¿Querían un mundo de ensueño? No hay problema, se lo dibujo. Eso es la política progresista: Arte de modistillas y de peinadoras de salón.

En Libre Mercado

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