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Richard W. Rahn

El control de precios puede ser mortal

¿Están muy caras las medicinas? Muchos congresistas, gobernadores y alcaldes dicen que las medicinas son demasiado caras y exigen que se controlen sus precios. ¿Qué quieren decir con que los precios son muy altos? Piensan que son más altos de lo que están dispuestos a pagar. Si ellos piensan que el aceite de oliva es muy caro, compran otro aceite más barato. Pero con las medicinas a menudo no hay sustitutos. O pagamos el precio o le exigimos al gobierno que obligue a la empresa farmacéutica a bajar el precio, o sea que imponga un control de precios. Si usted no es una empresa farmacéutica, seguramente le parece eso una buena idea. Pero si usted averigua que el control de precios mata gente, ¿no cambiaría de opinión?
 
El precio es información. Le dice al comprador en cuánto puede comprar un producto o servicio y le dice al vendedor cuánto va a recibir por su producto. Si el precio está bastante por encima del costo, los vendedores producirán más, incitando a otros a entrar al mercado. Si el precio es menor que el costo total, los vendedores producirán menos y algunos se saldrán del mercado. El control de precios reduce o destruye las ganancias de los productores y ellos, por lo tanto, producirán menos o nada. Una producción más baja afecta al consumidor y suele conducir a mercados negros.
 
En el caso de la industria farmacéutica, el control de precios frena la innovación y la inversión en medicinas nuevas y mejores. Puede que producir una nueva medicina cueste apenas unos pocos centavos, pero la inversión requerida para desarrollarla puede haber sido de varios cientos de millones de dólares. Si el precio de la medicina no es suficientemente alto para cubrir el costo de la inversión original, la empresa no contará con los fondos para las investigaciones y el desarrollo de otras medicinas que salvarían vidas.
 
Asumamos que usted quiere ayudar a la humanidad estudiando bioquímica. Pasará años en la universidad y le costará varios cientos de miles de dólares obtener su doctorado. Luego de varios años trabajando en un laboratorio, usted piensa que ha encontrado la cura para un tipo de cáncer que afecta a 100.000 personas al año. Sin embargo, usted sabe que desarrollar su idea costará no menos de cinco años y 50 millones de dólares. Entonces usted se busca a alguien dispuesto a financiar el proyecto, sabiendo que hay un 50% de probabilidad de éxito y, si resulta, se requerirán otros 50 millones de dólares y otros cinco años para obtener la aprobación de la Administración Federal de Drogas (FDA). Además, si la medicina es efectiva, 99% de los pacientes se curarán, pero 1% no y probablemente lo demanden.
 
El gobierno, por su parte, insiste que el capitalista pague altos impuestos sobre las ganancias, pero limita drásticamente la deducción de las pérdidas a unos pocos miles de dólares. ¿Cuánto, entonces, deberá usted cobrar por cada pastilla para recuperar los costos y para que los inversionistas logren una rentabilidad atractiva, dados los riesgos incurridos?
 
Muchos países imponen controles de precios sobre las medicinas. El resultado es que ninguna o muy pocas nuevas medicinas se descubren en esos países: Canadá y Francia son dos ejemplos. Francia tenía una moderna industria farmacéutica que ya no existe. Casi todas las nuevas medicinas provienen de EEUU y de Suiza, donde no hay control de precios. ¿Cuántas medicinas milagrosas fueron desarrolladas por los países socialistas o por industrias farmacéuticas estatales? Prácticamente ninguna.
 
Algunos políticos insisten que importemos medicinas baratas del Canadá. El gobierno canadiense obliga a las empresa farmacéuticas a venderles muy barato, bajo la amenaza de quitarles la patente. Así, los canadienses no pagan su cuota parte del costo del desarrollo de las medicinas; en efecto son unos parásitos. Si usted quiere nuevas y mejores medicinas, usted querrá que la industria farmacéutica sea más rentable, no menos. Una industria más rentable significa más inversión tanto financiera como intelectual en nuevos y mejores productos. Amenazar a una industria con el control de precios o la importación desde países parásitos ahuyenta al talento científico y a los inversionistas.
 
La solución es permitir el acceso a las medicinas que necesite la gente de bajos recursos y reformar el sistema de demandas para evitar que abogados rapaces aumenten el costo de la medicina. El control de precios es un arma de destrucción masiva, razón por la cual los economistas competentes se oponen de plano. El control de alquileres en Nueva York ha sido un desastre. El control del precio de la gasolina por parte del presidente Jimmy Carter produjo sólo problemas y largas colas. El control de precios de las medicinas matará gente.
 
Richard W. Rahn es presidente de Novecon Financial y académico asociado del Cato Institute.
 
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