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Richard W. Rahn

Los nuevos opresores europeos

Imagine un club donde los miembros del equipo de voleibol toman y comen mucho más de lo que se ejercitan, por lo que son gordos y pesados. Entonces, el club aumenta el número de miembros e incluye a un grupo que recientemente se liberó de padres abusivos, que ahora trabaja duro para sobresalir. Los recién llegados quieren participar en el equipo de voleibol, pero les contestan que “no es justo porque ustedes son delgados y tienen más energía que nosotros, por lo que tendrán que usar cinturones con pesas para que sean igualmente lentos”.
 
En lo dicho arriba, substituya Francia y Alemania por los gordos, mientras que los 10 flacos con tesón son los 10 nuevos integrantes de la Unión Europea y así comprenderá el alcance de la nueva opresión europea.
 
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de países europeos experimentaron un rápido crecimiento económico hasta los años 80. Alemania era considerada un milagro económico porque surgió de la ruina económica de la guerra para alcanzar el ingreso más alto per capita en Europa.
           
El milagro se logró al abolir los controles de precio, tener una moneda sólida, evitar regulaciones e impuestos represivos y al establecer el estado de derecho. Luego de volverse prósperos, los franceses, los alemanes y varios de sus vecinos comenzaron a aumentar impuestos y a redistribuir el ingreso de la gente, convirtiéndose en asfixiantes estados reguladores. El resultado era de esperarse: la paralización del crecimiento económico. Actualmente, el ingreso per cápita en Alemania es ligeramente inferior al del resto de la Unión Europea sin incluir los 10 nuevos miembros.
           
Debido a que los países del este y del centro de Europa sufrieron del comunismo por cuatro décadas, su promedio de ingresos es apenas 47% del ingreso promedio en Europa occidental.
           
Ocho de estas naciones (además de Malta y Chipre) ingresaron a la UE el 1 de mayo. Para que los nuevos miembros alcancen a los demás, requieren ciertas ventajas competitivas para atraer inversión extranjera y estimular la actividad económica productiva. Esas ventajas pueden ser bajos impuestos, menos regulaciones económicas y una mayor movilidad laboral.
           
Pero ahora los burócratas de la vieja UE tratan de extender sus regulaciones laborales a los nuevos miembros, lo cual hace casi imposible despedir a un trabajador improductivo. Tales regulaciones han resultado en el bajo crecimiento del sector laboral privado y desempleo en la UE durante dos décadas.
           
Los burócratas de la vieja Europa también dicen estar preocupados por un flujo de trabajadores proveniente de los nuevos miembros. Parece ser que los burócratas de la UE en Bruselas no logran entender lo obvio: que la mejor forma de que un húngaro se quede en Hungría en lugar de mudarse a Berlín en busca de trabajo es permitirle conseguir un buen trabajo en Budapest. Pero, por el contrario, los políticos de la vieja Europa hacen todo lo posible para imponer impuestos y regulaciones más altas en Hungría que impedirían el crecimiento de los empleos, manteniendo relativamente pobres a los húngaros, lo cual fomentará la emigración a países con salarios más altos.
           
Las naciones ex comunistas han reducido drásticamente las tasas impositivas para lograr ser competitivos internacionalmente. Como resultado, han estado creciendo más rápido que la mayoría de los países de la UE. Pero los funcionarios y políticos franceses y alemanes, lejos de aplaudir, están tratando de frenar su crecimiento.
           
El canciller alemán Gerhard Schroeder recientemente exigió a los nuevos miembros aceptar un nivel mínimo de impuestos, es decir, el cinturón de pesas para los jugadores. Los alemanes y franceses argumentan que buscan la “armonización impositiva” para evitar una “destructiva competencia impositiva”.
           
Pero resulta que, en el mundo real, la competencia impositiva es altamente deseable porque obliga a los gobiernos a operar mucho más eficientemente, a la vez que protege el bolsillo y las libertades de los contribuyentes. El argumento en contra de la competencia impositiva es similar a la del comerciante ineficiente, quien insiste que para ser “justos” las tiendas de descuento deben subir los precios.
           
La OCED, cuyos miembros son países industrializados, se reúne en estos días en Berlín, a petición de los alemanes y franceses. El objetivo es obligar a naciones con bajos impuestos fuera de la UE a aceptar “medidas para nivelar el campo de juego”. Los franceses y alemanes se han dado cuenta que incluso si ellos logran imponer la “armonización impositiva” a los nuevos miembros de la UE, todavía tendrán una desventaja competitiva con otros países. Por ello, están intentando extender la opresión europea más allá de las fronteras de la UE.
 
© AIPE
 
Richard W. Rahn, académico del Discovery Institute y académico asociado de Cato Institute
 

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