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Richard W. Rahn

Repitiendo viejos errores económicos

El actual debate en Washington que tendrá las consecuencias más importantes no es sobre Irak sino si vamos a tener o no las políticas económicas que favorecen el crecimiento.

Es irónico que la ignorancia de economía y de la historia es tan común en Washington que podemos repetir los mismos errores desastrosos de hace 72 años, los que nos condujeron a la Gran Depresión.

El nombre del presidente republicano Herbert Hoover siempre se asociará con la Gran Depresión, y por buenas razones. Ni él ni sus asesores comprendieron los problemas que confrontaban, por lo que cometieron errores que hicieron miserables a decenas de millones de personas.

Después del “crack” de la Bolsa en 1929, se desplomaron los ingresos del gobierno por la reducción de la actividad económica. La administración Hoover y el Congreso procedieron a aumentar los impuestos en un fútil intento de balancear el presupuesto. Pero los mayores impuestos sólo lograron contraer más a la economía, disparándose el déficit presupuestario. En lugar de reducir los aranceles para que los productos fuesen más baratos para los pobres, Hoover firmó la infame ley Smoot-Hawley, cuyos altos aranceles afectaron dramáticamente el comercio internacional, empobreciendo a todo el mundo. Además, aumentó el gasto gubernamental en actividades no productivas. Para completar esa cadena de errores, Hoover apoyó la política deflacionaria de la Reserva Federal.

Los economistas competentes saben que en tiempos de una economía débil, los recortes en las tasas de impuestos al trabajo y al capital aumentan los incentivos al trabajo y la inversión. Saben que las barreras al libre intercambio comercial aumentan los precios, empobreciendo a la gente, por lo que deben ser más bien reducidos. Saben también que hay que evitar el desvío de fondos hacia actividades gubernamentales improductivas.

Asimismo, saben que las regulaciones que no logran pasar un análisis de costo/beneficio deben ser eliminadas y saben también que hay que aumentar el circulante monetario para evitar una deflación en medio de una recesión.

Pero, ¿qué está pasando en Washington? El líder del senado, el demócrata Tom Daschel, y otros senadores de ambos partidos quieren aumentar los impuestos, el gasto gubernamental, las regulaciones y las barreras al libre comercio. En pocas palabras, quieren repetir los mismos errores cometidos en tiempos de Hoover, con sus miserables resultados.

El presidente Bush convocó a un foro económico en Texas, buscando ideas para mejorar la economía. Sus asesores les pidieron ideas a los economistas más destacados del país. El consenso fue que había que cambiar la ley de impuestos para fomentar inversiones productivas. Las recomendaciones se concentraron en la reducción de la doble imposición a los dividendos de las empresas y también en la reducción del impuesto a las ganancias de capital.

Se esperaba que el presidente Bush anunciara un paquete que fomentara el crecimiento a comienzos de septiembre. Se esperaba también la oposición de los demócratas y de algunos republicanos en el Congreso, quienes lejos de aprender de los éxitos y errores del pasado proponen poner en peligro nuestro bienestar y nuestra libertad económica.

Lamentablemente, el programa a favor del crecimiento del presidente y de su equipo económico está siendo saboteado por funcionarios del Departamento del Tesoro con estadísticas falsas sobre el “costo” de los recortes de impuestos. Algunos de esos mismos funcionarios apoyan activamente la propuesta de tiempos de Clinton de obligar a empresas en Estados Unidos a ayudar a gobiernos europeos en el cobro de impuestos sobre inversiones en este país. Eso reduciría drásticamente las inversiones extranjeras en el peor momento, afectando los niveles de empleo y el aumento de la productividad.

El presidente tiene que dedicarle tiempo a combatir la ignorancia económica del Congreso, de los medios y hasta de su propio Departamento del Tesoro. Si no lo hace, perderá una buena parte del apoyo para su reelección y, lo que es peor, afectará negativamente el futuro del país entero.

Richard W. Rahn es presidente de Novecom Financial y académico asociado del Cato Institute.

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