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Roberto Blum

Los incentivos correctos

Ciudad de México.Muchos creen que la conducta de los individuos responde a la cultura, a su particular sistema de normas y tradiciones culturales. Así dirían, "los mexicanos somos corruptos porque así es nuestra cultura". Otros, todavía peor, creen que la conducta de cada uno responde a su particular constitución genética: "los mexicanos nacemos así". Sin embargo, a pesar de lo difundidas que puedan estar esas creencias entre nosotros, son fundamentalmente erróneas. Los individuos más bien actuamos respondiendo a los incentivos que se nos presentan en cada momento de decisión.

Si el nuevo gobierno mexicano quiere cambiar este país, tal como la población lo está exigiendo, debe enfocarse de inmediato a modificar los incentivos básicos que motivan las conductas no deseadas. No es suficiente cambiar la estructura de la administración pública. No es suficiente "educar adecuadamente" a los niños o a los jóvenes. No es suficiente lanzar campañas contra la corrupción. Estos cambios sin duda son necesarios, pero no son suficientes. El gobierno tendrá que cambiar los incentivos -las reglas básicas del juego- que nos hacen actuar como actuamos.

Las abuelas entendían claramente esto. La sabiduría popular nos dice con razón que "el que parte y reparte se queda con la mayor parte". Tal es la naturaleza de los individuos. Tendemos a maximizar nuestros propios beneficios, nuestras probabilidades de supervivencia, 3.500 millones de años de feroz y despiadada competencia nos han hecho así. Quienes no tenían ese instinto, perecieron y no dejaron descendientes. Todos los que hoy vivimos somos descendientes de los más exitosos y, probablemente, de los más feroces competidores. ¿Cómo cambiar la conducta de individuos con tales tendencias?

1) Entender que nuestra naturaleza es egoísta, 2) inteligentemente diseñar una nueva regla y 3) aplicarla consistentemente: "Quien parte, no reparte y se queda con la última parte". Esta regla funciona maravillosamente. El chiquillo que parte un pastel lo hace con escrupulosa justicia y equidad. Sabe bien que él mismo pagará cualquier error que cometa. Los economistas en su lenguaje técnico dirían que esta simple regla "internaliza cualquier posible externalidad". ¡Eureka!

Así, ¿cuáles son los principales problemas que los ciudadanos queremos resolver? Parece que existe consenso en que la inseguridad pública es uno de ellos. Otro grave problema percibido es la pobreza que agobia a casi siete de cada 10 mexicanos. Y el otro gran problema percibido es la corrupción imperante en el gobierno y en otras de nuestras instituciones. Aunque quizá no tan claramente contemplado por todos pero sin duda un grave problema nacional es la contaminación y la degradación del medio ambiente natural. De esta manera, ¿cuáles serían los incentivos generales que sería necesario diseñar para enfrentar y resolver estos problemas en el corto plazo?

El problema de la inseguridad pública que padecemos hoy tiene su raíz en la impunidad que se ha permitido en los últimos años. Sólo cuatro de cada 100 delitos cometidos son castigados. Con esas cifras, es evidente que el crimen sí paga. Así, la pregunta se retrotrae. ¿A qué se debe la impunidad generalizada que padecemos? Probablemente a que quienes deberían encargarse de aplicar las leyes no tienen interés -incentivos- para hacerlo. ¿Qué gana un policía que arresta a un criminal? Su sueldo no mejora por ese hecho. En cambio, es probable que se vea involucrado en una serie de procesos administrativos enojosos y peligrosos, que sea acusado por las autoridades y él mismo arrestado. Sin duda, las quejas que muchos de ellos hacen contra las comisiones de derechos humanos sí tienen fundamento. La racionalidad del policía probablemente es que "más vale no aplicar la ley". El costo-beneficio de hacerlo es negativo para él. El nuevo gobierno deberá hacer que esta relación perversa cambie para los miles de policías. Si no lo hace, nunca se acabará la impunidad en este país.

La pobreza, nuestro segundo gran problema percibido es resultado de un sistema de incentivos sociales que premia a los depredadores y a los parásitos y en cambio castiga a los productores. Los incentivos que hemos construido premian la extracción de rentas -de allí nuestras bonanzas y crisis recurrentes- el "amiguismo" y el "cortoplazismo", en lugar de premiar a los verdaderos creadores de riqueza, a quienes innovan, invierten, trabajan y crean. Los impuestos sobre el ingreso y el capital, por ejemplo, castigan más a los más productivos, a quienes podrían hacer que todo el país fuera más rico. La inflación -aún una cifra como 9%- es demasiado alta y castiga sobretodo a los pobres, a los ahorradores y a los pequeños empresarios, mientras premia a quienes están situados cerca del gobierno, a los "amigos", a los "rentistas". El nuevo gobierno tendrá que buscar la forma de no obstaculizar, de no dañar a quienes generan la riqueza en este país. Sólo así se podrán generar bienestar para todos y pronto eliminar la pobreza. Sólo así podremos conquistar el futuro.

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Roberto Blum es miembro del Centro de Investigación para el Desarrollo AC.

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