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Roberto Blum

Pacto ciudadano

El pacto callista de marzo de 1929 está muerto. Los tres últimos presidentes del PRI lo mataron. Ahora, ni todos los priístas juntos podrán revivirlo. La ensordecedora rechifla que se llevó la sola mención de Zedillo por parte de sus “correligionarios” es la reacción de quienes se sienten traicionados por su “jefe máximo”. Es la reacción natural de quienes “hicieron cola política” por años y ahora les salen con el famoso “domingo siete”. Todo esos años de esfuerzo perdido. ¿De qué sirvió la sumisión? ¿Las complicidades? ¿Para qué haber cumplido escrupulosamente las reglas? Su parte del botín ya nunca llegará. Sin duda el presidente Zedillo los traicionó. Su gran enojo es perfectamente entendible.

El pacto político de 1929 fue necesario en su momento. Plutarco Elías Calles tenía que organizar el reparto pacífico del botín. La multitud de “jefes y jefecillos” revolucionarios estaba armada y dispuesta a seguir peleando. Era un juego en el que sólo uno podía ganar. Calles, brillantemente, logró replantear el mortífero juego. Inventó uno nuevo, en el que todos ellos podían ganar. Primero hizo una promesa creíble: la no reelección. Luego el pacto. Un pacto por el que todos los jefes revolucionarios se comprometieron a observar las reglas del juego. Un pacto que permitiría el reparto pacífico del gran botín. Los “guerreros” podrían descansar. Dormir tranquilamente en sus camas sin el temor de amanecer algún día frente a un pelotón de fusilamiento. Calles fue el primer beneficiario de ese pacto. El “jefe de jefes” terminó sus días tranquilamente en su cama y no frente al paredón.

Todos los mexicanos también nos beneficiamos. De ser presas de los feroces “lobos revolucionarios”, ahora seríamos rebaño de los “pastores revolucionarios”. Si antes nos mataban ahora sólo nos esquilmarían. Su interés de grupo se amplió. Ahora nos cuidaban bien para explotarnos mejor. En los 70 años del príato hubo pastores buenos, mediocres y malos. El rebaño creció. Nos esquilmaron y nos explotaron pero, al fin y al cabo, podíamos vivir. Nuestro México se volvió urbano y la población mejoró su educación. Los nuevos medios de comunicación nos hicieron conscientes del ancho mundo que nos rodea. Supimos que en otras partes del planeta el único límite que tienen los individuos es el firmamento. Aquí no. Aquí era la voluntad y la habilidad presidencial. Todo dependía de un solo hombre.

Los malos gobiernos se sucedieron. De malos a peores y a pésimos. La corrupción creció y se generalizó y los mexicanos fuimos brutalmente empobrecidos. Una generación entera de mexicanos creció de crisis en crisis. De mal en peor. Sin esperanza y sin futuro. Los últimos jefes de la familia revolucionaria traicionaron a sus huestes y a todo México. Ellos rompieron el pacto. Promovieron la inseguridad y la impunidad. Los más infames criminales se adueñaron del país. Sus turbias alianzas con el poder hicieron indistinguibles los cabecillas de las mafias de los jefes de la familia revolucionaria.

México se encuentra hoy en un parteaguas de su historia. Todas las instituciones actuales fueron construidas para controlar a la población mexicana, extraer rentas y favorecer a las elites depredadoras. La superación de la pobreza, el crecimiento económico y la integración nacional requieren de un nuevo tipo de instituciones, capaces de producir los incentivos necesarios para lograr el desarrollo acelerado y sostenible. Exigimos instituciones que promuevan la creatividad de los individuos, aseguren nuestra propiedad personal y fomenten la libre movilidad de todos nuestros recursos. Esto es lo que los mexicanos estamos hoy demandando.

México necesita ahora un nuevo pacto político que “amarre” las voluntades de todos. El presidente Fox puede y debe hacerlo. Es su obligación. El proceso es difícil y exige tanto imaginación como liderazgo. El nuevo gobierno debe inventar un juego en el que todos ganen. No sólo los amigos del gobierno y sus pandillas. Ese era el juego del viejo régimen que rechazamos por abrumadora mayoría.

Vicente Fox hoy tiene la enorme responsabilidad de comenzar a construir el nuevo pacto con todos los ciudadanos. Sólo así conquistaremos el futuro.

© AIPE

Roberto Blum es investigador del Centro de Investigación para el Desarrollo AC de México.

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