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Roberto Salinas León y César Reyes

Analizando la prosperidad

A mayor libertad económica, bien entendida y bien instrumentada, mayores probabilidades de alcanzar más altos niveles de desarrollo bienestar económico, salud, educación, tasas de mortalidad y distribución del ingreso.

La década de los 90 fue turbulenta, si bien determinante, en materia del modelo de desarrollo. La fórmula, primero popular, después inmensamente impopular, se llegó a denominar “consenso de Washington”. La frase es curiosa, ya que hay elementos que no son parte de un consenso ni de una geografía específica. Por ejemplo, el equilibrio fiscal y, quizás también, la apertura comercial. Es más claro hablar de una serie de condiciones para lograr la prosperidad.

Las críticas al supuesto modelo neoliberal nacen más de complejos, emociones encontradas y sentimientos políticos que de una visión crítica analítica, basada en hechos y conceptos. Por otro parte, algunos mandatarios de la izquierda progresista, como el chileno Ricardo Lagos, apoyan las causas de la estabilidad, la apertura y la disciplina fiscal, mientras que otros, supuestos miembros de la derecha desalmada, como George Bush (tanto padre como hijo), adoptan políticas proteccionistas y han generado graves problemas económicos por sus enormes desequilibrios fiscales, por falta de disciplina en los gastos.

Hace unos años, el investigador Alan Reynolds propuso analizar las cinco condiciones necesarias para lograr mayor prosperidad: estabilidad de precios, apertura en el comercio exterior, un sistema de precios determinados por oferta y demanda, un sistema de impuestos que maximice la recaudación (sin lesionar los incentivos económicos, tanto laborales como empresariales) y un marco de derechos de propiedad bien definidos. Estos criterios parecían explicar los casos de éxito económico de países como Irlanda, Estonia, Nueva Zelanda, Chile, Hong Kong y, posiblemente, ciertos cambios observados en los dos gigantes de la transformación económica moderna: India y China. La conclusión es que los criterios de Reynolds no discriminan entre geografías, niveles de desarrollo, ni tamaño de la economía.

Posteriormente, estos criterios encontraron un análisis más detallado, con mayor contenido empírico, en los índices de libertad económica. La conclusión es la misma: a mayor libertad económica, bien entendida y bien instrumentada, mayores probabilidades de alcanzar más altos niveles de desarrollo bienestar económico, salud, educación, tasas de mortalidad y distribución del ingreso.

Parece existir una poderosa relación estadística entre estas variables. La versión más reciente del informe Economic Freedom of the World sostiene que países con mayores niveles de libertad económica logran mejor desempeño en los principales indicadores de desarrollo. Por ejemplo, los países más libres cuentan con un ingreso por habitante cercano a 24.000 dólares anuales, mientras que las economías más intervenidas tienen un promedio de apenas 3.000 dólares. Por otra parte, las economías más libres gozan de tasas de crecimiento muy superiores a las de países menos libres, así como menor desempleo.

También parece existir una correlación inversa entre los niveles de libertad económica y los niveles de corrupción. Estos son resultados de investigación empírica, no de ideología preconcebida. La realidad es que las sociedades que respetan y fomentan la libertad económica tienden a lograr un nivel de desarrollo considerablemente mayor.

Así debemos contemplar y estudiar la problemática del desarrollo, la pobreza y la distribución del ingreso.

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