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Roberto Salinas León

Populismo empresarial

El divertido y controvertido economista Paul Krugman defiende una posición arrogante, pero relevante al debate actual: “en materia económica los empresarios, por más exitosos que sean, casi nunca saben de lo que están hablando”. Este refrán se ha convertido prácticamente en teorema, si consideramos las incongruencias que se anuncian por parte de nuestros líderes empresariales.

En estas épocas de estancamiento, cuando la creatividad de las ideas debería ser un activo intelectual de valor capital, cuando la falta de reformas estructurales no ha permitido capitalizar el gran potencial de la economía mexicana, es triste observar nuevos reclamos de populismo, llamados para aflojar las riendas monetarias, o para incrementar el nivel del gasto público. Es más triste aún cuando estos llamados vienen de los empresarios más destacados, con llamados irresponsables y populistas, inclusive cuando se emiten en nombre de “generar empleo y crear demanda”.

La grasa es un ingrediente muy efectivo para hacer crecer al cuerpo humano, para “generar” crecimiento, independientemente de que el crecimiento sea horizontal (gordura) y conduzca a un paro cardíaco. Asimismo, la cocaína es otro ingrediente muy efectivo para agilizar un cuerpo flojo, letárgico, aunque muy efectivo también para inhabilitarlo en forma permanente.

Algo similar sucede con las políticas de lo que el columnista Ricardo Medina llama “dinero fácil”. Un déficit fiscal elevado y sostenido, no genera riqueza —no aumenta la cantidad de recursos disponibles en una sociedad. Implica solamente una transferencia neta de recursos del sector productivo hacia el sector gubernamental (generalmente ineficiente en la gestión del gasto). Milton Friedman, otro economista también controvertido y muy divertido, ha sentenciado que cuando uno gasta el dinero de otros, en cosas que no son suyas, por lo general no le da importancia ni cuánto se gasta, ni cómo se lo gasta.

El dinero para financiar actividades “públicas” con aumento en el gasto no sale gratis, ni se genera de la nada. Representa un recurso que se transfiere por medio del proceso inflacionario o por el proceso impositivo, por medio de deuda pública, o de impuestos. Si el aumento en el gasto se genera por vía de la deuda pública empeora el riesgo país y presiona las tasas de interés hacia arriba, además de que se está generando una carga impositiva a generaciones que no han nacido todavía. Si se genera por la vía de impuestos, tenemos más de lo mismo y más de lo peor.

Por el lado monetario, si algo de política económica ha funcionado ahora, después de tres décadas perdidas en materia monetaria, ha sido la lucha contra la inflación, el impuesto más injusto. Una condición necesaria (si bien no suficiente) para lograr crecimiento en forma sostenida es gozar de una moneda con valor estable, que funcione como medio de intercambio y unidad de ahorro. El populismo del “dinero fácil” equivale a la diversión con cocaína, adictiva, artificial y letal. Excepto, claro está, para el “empresario” que vende la droga, o en su caso, vive a la sombra del favor estatal, del privilegio político.

No es cosa de defender al Banco Central ni a las autoridades fiscales. Empero, la realidad es que una de las grandes virtudes de la política económica actual es que no se ha desviado de la estabilidad macroeconómica y las finanzas públicas sanas son una condición para lograr un gobierno exitoso.

¿Qué pasaría si se elevara el gasto público, sin considerar cómo, cuándo y cuánto, sin prever las consecuencias? Sin duda, en seis meses, seríamos la economía sin esperanza: la inflación se dispararía, el poder adquisitivo bajaría, las tasas de interés se elevarían, el ahorro bajaría, habría fuerte fuga de capitales, el crecimiento sería negativo y la crisis se convertiría en un fenómeno estructural.

Todo esto, por confundir más dinero con más poder adquisitivo; todo esto por no reconocer que las ventas y los empleos no se aumentan con más dinero, sino con dinero que pueda comprar más. Todo esto por tener “líderes” empresariales que viven de los demás.

Roberto Salinas León es director de Política Económica de TV Azteca.

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