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Roger Bate

Espejismos en la lucha contra el sida

En su lucha por ayudar a las víctimas del sida, el programa brasileño es un foco de esperanzas. Pero no están desarrollando nuevos medicamentos, por lo que se trata de una “solución” que no es sostenible.

De los 40 millones de enfermos de sida en el mundo, menos de 300 mil están recibiendo un tratamiento adecuado y de estos 100 mil son brasileños. En Brasil se ha logrado reducir considerablemente las muertes por sida, de 11.024 personas en 1998 a 4.136 en 2002. El Dr. Paolo Texeira, coordinador de la iniciativa brasileña contra el sida, alega que han salvado 90 mil vidas y también han ahorrado 400 millones de dólares en gastos médicos.

Brasil mantiene bajo el costo del programa ignorando las patentes de empresas occidentales anteriores a 1997, al producir localmente copias genéricas de esas medicinas patentadas. En 1997, Brasil convino en comenzar a respetar las patentes y actualmente es el país latinoamericano que mejor cumple con las reglas de propiedad intelectual. En Brasil no se producen copias de viagra, mientras que en Colombia se producen 17 copias, 8 en Argentina, 8 en América Central, 6 en Chile, 5 en Uruguay y 7 en el Perú. Laboratorios fabricantes de genéricos, como Genfar en Colombia y Recalcine en Perú florecen en estos países donde menos se respetan las patentes y tienen más vendedores que empresas como Pfizer, el fabricante de fármacos más grande del mundo.

Hacerle la guerra a las empresas farmacéuticas que desarrollan nuevas medicinas contra el sida es la estrategia de muchos académicos, activistas y políticos. Y no hay duda que las nuevas amenazas del Brasil de eliminar las patentes de laboratorios como Roche y Merck para que rebajen 70% sus precios, a la vez que fomentar las importaciones de laboratorios genéricos como Gengar y Recalcine que venden sin receta están haciendo que los grandes laboratorios internacionales revisen sus políticas de precios. Se han dado cuenta que pueden bajar sus precios y todavía obtener utilidades en sus principales mercados.

El ex presidente Bill Clinton echó leña al fuego cuando el año pasado, en una conferencia sobre el sida en Barcelona, España recomendó “hacer arreglos con las empresas farmacéuticas. Si el arreglo no es satisfactorio, vayan a Brasil o a la India”. Desde entonces, muchos se preguntan por qué Brasil no exporta sus medicinas contra el sida.

El gobierno brasileño tendría cierta capacidad de aumentar la producción de medicamentos, pero subsidia fuertemente a la empresa Far-Manguinhos y no va a gastar más dinero proveniente de los impuestos que pagan los brasileños para vender medicinas baratas en África. Es más, el anunciado ahorro de 400 millones de dólares por dejar de importar medicinas patentadas no incluye el costo de esos subsidios.

El director de Far-Manguinos, Dr. Eloan Pinheiro, dice que ya producen 8 de las 15 medicinas utilizadas en el cóctel antisida, anunciando que los nuevos remedios que desarrollan actualmente no serán patentados y podrán ser copiados por cualquiera que quiera producirlos, en cualquier parte del mundo. Eso suena muy bonito, pero hay que esperar no menos de cinco años para ver si lo logran.

Un representante de la industria, que no quiso ser identificado, me dijo que “en Brasil todo se proyecta al futuro; sus investigaciones farmacéuticas son una hoja de parra para tapar el hecho que se aprovechan de los logros científicos de otros y tratar así de lucir respetables”.

El mundo en desarrollo está pendiente de estos acontecimientos en Brasil. Está por verse si son avances verdaderos o espejismos.

Roger Bate es director de la International Policy Network.

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