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Rubén Loza Aguerrebere

25 años sin Victoria

Hace más de veinte años recibí en Montevideo, inesperadamente, el libro titulado "Testimonios" (que correspondía a los recuerdos del bienio 1975/77) escrito por Victoria Ocampo, la avasallante personalidad de las letras y la cultura de la Argentina, a quien mucho debemos todos en esta zona del mapa cultural. Una generosa dedicatoria manuscrita acompañaba aquel libro suyo, que vuelvo a mirar mientras escribo, y destacaba allí lo siguiente: "El único mérito de este libro es no estar aún en las librerías". A los pocos días me llegó una carta que ponía claridad a mi desconcierto. Victoria Ocampo me agradecía un artículo escrito en un periódico de Montevideo, donde yo había destacado su ingreso en la Academia Argentina de Letras (que era, a su vez, el primero de una mujer en su país), y que le había sido alcanzado una amiga común argentina, Victoria Pueyrredón. Lamentablemente, no tuve oportunidad de agradecerle, salvo por correo, sus gentiles palabras. No le conocí personalmente. Era una persona con muchos años y achaques y dejó de existir en 1979 en Buenos Aires, donde había nacido en 1890.
 
El tiempo es un tobogán, ya se sabe. Y la memoria no suele ser muy obediente con su primer oficio, que es olvidar, según decía el poeta y Premio Nobel italiano Eugenio Montale. Afortunadamente. Llevamos, pues, 25 años sin Victoria. Sin Victoria Ocampo.
 
No es fácil resumir en unas pocas líneas la intensa, rica y avasallante tarea de esta dama impar. Sin duda su vida, como pedía Carlyle, la suya fue una vida bien vivida y bien escrita. En consecuencia, grande ha sido su legado.
 
Quizá convenga recordar que a Victoria debemos la fundación de la revista cultural Sur. La idea, que le sugiriera Ortega y Gasset, rápidamente fue puesta en marcha por ella. Por sus páginas desfilaron a través de artículos, narraciones, comentarios, ensayos y poemas, las principales figuras de las letras de nuestro tiempo. No solamente de la Argentina, es decir, entre otros, los ganadores del Premio Cervantes, Borges y Sábato, sino las plumas de mayor peso en su tiempo. Cabe señalar asimismo que a su casona bonaerense llegaron invitados por ella, entre otros ilustres visitantes, Graham Greene, el mencionado Ortega y Gasset, Le Corbusier, Gropius, André Malraux, Federico García Lorca, Rabidranah Tagore, Stravinsky, Julian Huxley y Roger Caillois, entre tantos personajes más. Trazó de esta manera un puente cultural que fue un eco y respuesta al espíritu de nuestra época.
 
Y por si fuera poco, tenemos sus libros. Se trató de una larga serie de volúmenes titulados, todos, "Testimonios", diez en total, donde reunió sus ensayos, artículos y conferencias. Son un espejo de su tiempo. Hoy, están todos ellos agotados. Y es por cierto, harto difícil hacerse de algún ejemplar. Entre sus páginas sobre personajes legendarios del mundo cultural de la época, debemos citar algunos de sus memorables escritos sobre, por ejemplo, Anna de Noailles, Ortega y Gasset, Aldous Huxley, Paul Valery, Virginia Wolf, Ricardo Güiraldes, Drieu La Rochelle, Gandhi y el coronel T.E. Lawrence, a quien la leyenda prefiere llamar “Lawrence de Arabia”.
 
Los escritos de Victoria era directos y rápidamente conectaban con el lector; su estilo era tan claro como el agua corriente. Y gracias a la perspicacia de su mirada y sus vastos conocimientos, ubicaban (y siguen haciéndolo) a su lector en su tiempo, y hoy lo hacen, algunos de esos escritos, con una sorprendente actualidad. Pero también hay otros temas, ya que Victoria Ocampo no permaneció ajena a ningún acontecimiento. En este sentido deben destacarse sus "Impresiones de Nuremberg", pues también asistió al famoso juicio a los cabecillas nazis, dejando su Testimonio de ello.
 
Parafraseando a Paul Valery, podría haber dicho: "La tontería no es mi fuerte". En estos días tan complicados para la América del Sur, cuando escaso valor se da a la cultura y todos sabemos que las democracias no se sustentan con analfabetismo, esta figura no puede pasar inadvertida. Es un espejo para mirarnos en él. Ciertamente, cuanto dejó trabaja por ella (desde hace un cuarto de siglo), victoriosamente.

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