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Rubén Loza Aguerrebere

Elecciones en Uruguay y enojos en Argentina

Hace dos semanas señalé algunos de los aciertos en la labor de Alejandro Atchugarry como Ministro de Economía y Finanzas de Uruguay, al cumplir un año desempeñando esa tarea en el peor momento en la historia de nuestro país. Y la semana pasada, inesperadamente, Atchugarry renunció. La conmoción duró varias horas. El presidente Jorge Batlle designó para el cargo al economista Isaac Alfie y, al hacerlo, señaló que esa sustitución marcaba el “fin del tiempo político y el comienzo del tiempo técnico”. Las pronunció junto al Ministro saliente y al recién venido, tras agradecer a Atchugarry la labor al frente de Economía. Sí, todo estaba previsto. Nada ha ocurrido.

El ex Ministro Atchugarry, una de las primeras espadas del presidente, se encuentra en el punto más elevado de su carrera política tras aquella gestión por todos valorada. Después de renovar la confianza al país, trabajando sin pausas y en silencio, pudo recuperar (era su meta esencial) la perdida confianza en el sistema financiero uruguayo. Los bancos están recibiendo numerosos depósitos del dinero que estaba “debajo de los colchones”, y, por último, Atchugarry logró llevar adelante un modélico canje de bonos (al que se opuso la izquierda, naturalmente) estudiado ahora por expertos de diversos países y técnicos del FMI, considerado como trampolín para la tan esperada reactivación económica. Ahora ha sido relevado en un momento clave con el ojo puesto en las elecciones internas del Partido Colorado. Tanta es su aceptación que me atrevería a señalar que, casi seguramente, será uno de los integrantes de la fórmula presidencial de su partido en las elecciones nacionales del año próximo.

En Uruguay co-gobierna el Partido Nacional. El ex presidente Luis Alberto Lacalle se encuentra al frente en las encuestas para las elecciones internas y, pensando en las nacionales del 2004, el carismático líder blanco ha definido su accionar como el de “las tres “A”, es decir, “actividad, autoridad y audacia”. El sello de su andadura liberal. Lacalle considera que queda aún tiempo, al actual gobierno del Partido Colorado (su rival histórico), para hacer varias cosas importantes. “De esa forma –sostiene– podremos llegar mejor al acto eleccionario”. Y enfatiza: “Yo quiero, y siempre lo he dicho, que al gobierno le vaya muy bien, para ganarle por ser mejor. Nunca he deseado que le vaya mal, para poder ganar; de esa forma perdemos todos”. Y señala a Libertad Digital que su partido (el Nacional o Blanco) insiste en concretar rápidamente dos o tres iniciativas esenciales. De ellas, destaca la creación de un fondo de depósitos. Y comenta: “No se puede demorar más la aprobación de una ley de seguros de depósitos, para que éstos retornen al sistema financiero. Creo que es una de las mayores prioridades del país en este momento”.

En Argentina, en tanto, el distanciamiento entre el presidente Néstor Kirchner y el vicepresidente Daniel Scioli, persiste. Este último, como se sabe, goza del respaldo del ex presidente Duhalde. Además, se sabe que le respalda el Ministro de Economía, Lavagna, quien fuera una carta de triunfo para Kirchner, el presidente que vino del frío, desde una pequeña provincia sureña y quien debe la mayoría de sus votos al duhaldismo. El desencuentro se inició cuando se anularon las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Scioli comentó que “en un país en serio las leyes no se anulan”. La anulación, por ambas Cámaras, ha dado paso, ahora, a una importante discusión, pues los expertos sostienen que las leyes no se anulan, se derogan. Aquella brecha se amplió después de que Scioli (tras consultar a Lavagna) comentara futuros aumentos a un grupo de empresarios. Ello derivó en la insólita situación de que el presidente hiciera esperar tres horas a su vicepresidente para luego no recibirle. Frente a este panorama, que recuerda las desavenencias entre Fernando de la Rúa y su vice, Carlos “Chacho” Álvarez, los argentinos hacen circular la siguiente broma: dicen que Kirchner les comenta a sus amigos de gabinete “me equivoqué al elegir el vicepresidente”. Y por su parte, los allegados a Daniel Scioli comentan que éste les dice: “me equivoqué al elegir al presidente”. Por ahora no han logrado disimular la sombra de las desavenencias del gobierno delarruista, que es alargada.

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