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Rubén Loza Aguerrebere

Marguerite, mon amour

La historia es de novela. Comenzó a mediados de la década del setenta, cuando Yann Andréa, a los veintidós años, descubrió un libro de Marguerite Duras en el apartamento que compartía con unos amigos. Lo leyó y quedó fascinado. Durante cinco años le escribió cartas diariamente a la autora. Ella no las contestaba pero las guardaba. Era nada menos que Marguerite Duras. Finalmente, hizo llegar a su admirador un libro dedicado; pero el muchacho no le contestó. Le envió otro libro, con las señas del lugar donde ella iba a dar una conferencia. Yann Andréa concurrió: se vieron, conversaron hasta muy tarde, ella lo envío en busca de comida y, finalmente, lo invitó a quedarse en la habitación de su hijo, ausente. Era la primavera del 80; y esa noche Yann Andréa pasó a la habitación de Marguerite Duras y, desde ese momento, no se separaron más, hasta que ella murió, en marzo de 1966. El tenía 27 años; ella, 65.

Bien. Yann Andréa sigue amándola y quiere testimoniarlo en “Ese amor”, un libro donde habla de los dieciséis años que compartieron: tiempo de amores “desgarradores y turbulentos” que, según se ha dicho, desde el punto de vista literario, fue el mejor momento de su obra. Es discutible. La verdad es que en esos años Marguerite Duras concibió la novela “El amante” (que muchos creyeron que estaba basada en su propia vida, aunque en realidad recreaba vagamente las relaciones de una jovencita compañera de colegio y su amante chino), un libro intenso que mereció el Goncourt y una versión cinematográfica muy difundida. Pero los libros esenciales de la escritora son otros, de una etapa anterior. Hablo de las novelas “El square” y “Moderato cantabile”, sin pretender desacreditar la intensidad del amor…

En fin, podríamos decir que “Ese amor”, de Yann Andréa, es una larga carta que busca explicar los motivos de una pasión arrebatadora. Rememora la vida en común de la pareja, aunque en esa relación el lugar más destacado lo ocupa la literatura, que fue para Marguerite más que una vocación, un destino. Ella le dicta las obras; él la admira en silencio. Algunas veces tienen dolorosos desencuentros; sobreviene la calma y siempre se reconcilian. El joven Andréa sabe que nada, jamás, podrá separarlos.

Con esa certidumbre, narra la existencia cotidiana de una pareja singular que hace el amor, pasea, charla, visita amigos, toma copas en Montparnasse. También viajan y se extrañan. Punto. Da la sensación de que él vive a través de ella un amor sublimado, demasiado sofocante. Luego, con la muerte de Marguerite Duras, las confesiones adquieren un tono trágico; incluso, el joven llega a jugar con la idea del suicidio.

Laure Adler, autora de una espléndida biografía de Marguerite Duras, confiesa que este libro le ha llegado directo al corazón. Dice: “Al abrirlo se corren riesgos”. No sé por qué. No creo que agregue demasiado a la vida de quien fuera una espléndida escritora, la autora de “Días enteros en las ramas” y del guión y diálogos de “Hiroshima mon amour”, y, en cuanto a lo que dice del autor, no es demasiado interesante. Vale, quizá, como testimonio de una relación intensa, y bastante extravagante, pudorosamente contado por un nostálgico que no sabe escribir.*

“Ese amor”,Yann Andréa, Tusquets, 2001.

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