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Santiago Abascal

La farsa se precipita

Mientas no exista una estrategia para fortalecer la unidad de España, como habrían deseado Casanova y todos los catalanes ilustres, la suerte estará echada.

Cuanto más nefasta es la gestión del mandarinato catalanista y más en cuestión se encuentra el sistema autonómico, mayor es el extremismo del presidente de la Generalidad de Cataluña. Un Artur Mas echado al monte del separatismo, que declara hallarse inmerso en plena "transición nacional catalana" y en camino hacía la "plenitud nacional de Cataluña". Curiosa plenitud aquella en la que la dependencia económica de Cataluña se hace más palpable que nunca y en la que las nóminas del funcionariado catalán han de pagarse in extremis con dinero llegado de ese Madrid opresivo y esquilmador.

Aunque la tozuda realidad no se lleve bien con el imaginario nacionalista, cada vez más real, y por desgracia más aceptado por unos ciudadanos catalanes que no tienen otras referencias, y que ven cómo los partidos nacionales tienen la baja ambición de ser el monaguillos de CiU en Cataluña o de acudir a la esperpéntica Diada sin ser abucheados. ¿Cabe mayor impostura que la de unos separatistas catalanes honrando la memoria de un patriota español como Rafael Casanova? ¿Hay algo que hacer con unos señores inasequibles a la verdad histórica? ¿Saben un diez por ciento de los catalanes que Casanova luchaba por toda España y que convocó a los catalanes con esta proclama: "Se confia de tots, com verdaders fills de la Patria, amants de la llibertat, acudiran als llocs senyalats, a fi de derramar gloriosament sa sang i sa vida, per son Rei, per son honor, per la Patria, i per la llibertat de tota Espanya"? ¿Cabe mayor cobardía y mayor complejo que los de aquellos que, teniendo la razón de su lado, no se atreven a combatir al nacionalismo catalán y se conforman con ser convidados de piedra en esa región española?

En el fondo, todo esto ya da igual. Treinta años de abandono, de políticas dimisionarias por parte del Estado, de actitudes derrotistas y fatalistas de los políticos españoles, de poner en manos del separatismo los instrumentos educativos y culturales, han sido lesivos a más no poder para la realidad y el proyecto nacional español. De nada sirve que nos rasguemos las vestiduras en cada Diada, a cuál más bochornosa y radical. Mientras no exista un potente plan en sentido inverso al separatista y al separador, mientas no exista una estrategia de Estado para fortalecer la unidad de toda España, como habrían deseado Casanova y todos los catalanes ilustres, la suerte estará echada. Y nos la tendremos merecida. Luchemos por ser dignos de una mejor fortuna.

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