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Santiago Navajas

Albert Rivera o la voluntad de poder

La política de verdad no se hace en las barras de bar o en los micrófonos de las tertulias sino en las cloacas de los ministerios.

¿Volverá un partido de centro político como UCD a gobernar en España? Aunque la derecha más montaraz y la izquierda más radical se han ido agrupando alrededor de dicho caladero electoral, ni CDS ni UPyD pasaron de ser partidos con vocación de "leal" oposición, lastrados por la indefinición ideológica característica de los que tratan de buscar la "centralidad", negando ser de centro derecha y/o de centro izquierda. En cuanto les falló a ambos partidos su carismático liderazgo se disolvieron como lágrimas en la lluvia.

En diciembre se perdió la opción de la Gran Coalición y casi nos despeñamos con el Frente Populista. El 26J, afortunadamente, en el último segundo un millón de votantes de Unidos Podemos sintió el vértigo que les entra a los que están a punto de hollar la cima del poder. Prefirieron seguir representando su papel de "almas bellas" puras y quejicas. Lo que significó una nueva oportunidad para una Coalición, esta vez "Mediana", entre PP y Ciudadanos, dado que otros partidos del centro derecha, CDC y PNV, han mostrado una y otra vez su deslealtad para con la España constitucional, y el PSOE vive una menopausia ideológica, incapaz de producir una idea relevante, de parir una política con sentido. Sin embargo, el vértigo del poder parece haber poseído también a Albert Rivera y los suyos, buscando pseudo razones de cualquier tipo, como el mantra de "menos sillones y más programas" que convierte al líder centrista en un émulo postmoderno de Julio Anguita, tan modélico como irrelevante.

Pero mientras Rivera reculaba respecto de su promesa electoral de establecer un "cordón sanitario" alrededor de Mariano Rajoy, uniéndose a todos los típicos y tópicos políticos que hacen una promesa que saben que seguramente no podrán cumplir, Juan Carlos Girauta sacaba a relucir la posible participación de Ciudadanos en el gobierno, vinculada a unas condiciones firmes y razonables así como a la obtención de unos determinados "sillones". Hay que dejarse de hipocresías y de frases de marketing de cara a la galería del votante medio que despreciaba Churchill. No hay otro camino hacia la realización de políticas transformadoras que el BOE.

¿Por qué no? Decía Karl Marx que la Filosofía había estado demasiado tiempo interpretando el mundo y que había llegado el momento de transformarlo. En este sentido, ha pasado mucho tiempo desde que un grupo de intelectuales en Cataluña, hasta las narices del totalitarismo de los catalanistas, se reunían en restaurantes -al fin y al cabo el Fundador (así, con mayúscula) es Arcadi Espada, gourmand mayor del Reino- para pergeñar algo que todavía no se adivinaba si iba a ser un club o un partido. Terminó siendo lo segundo pero algunos parecen creer que es lo primero. La política de verdad no se hace en las barras de bar o en los micrófonos de las tertulias sino en las cloacas de los ministerios y partiéndose la cara (metafóricamente esperemos, aunque Iglesias, Echenique y Monedero se disponen, armados de piolets, a cortar "malas hierbas" propias y ajenas) en las calles.

Dada la estructura electoral de Inglaterra, Alemania o España, los partidos liberales de amplio espectro tienen pocas oportunidades de tocar poder y producir cambios significativos. Si Ciudadanos comienza con "tacticismos" y a hacer caso a sus "arriolitas" de gabinete en lugar de tener en cuenta el interés general se convertirá en uno de esos partidos "sospechosos habituales", asentados en la inercia y una acomodaticia e irrelevante oposición.

España necesita no sólo una política out of the box (heterodoxa) sino against the box (subversiva). Y para ello es fundamental llegar a sentarse en el Trono de Hierro para cambiar la dirección del país. Se nota que Albert Rivera no ve las series que le recomienda Pablo Iglesias. En caso contrario, seguiremos en la trampa socialdemócrata del gasto desbocado y en la trampa nacionalista de la fragmentación.

La labor de un partido de centro como Ciudadanos no es la de seguidismo respecto al consenso socialdemócrata establecido por PP y PSOE sino ser capaz de armarse ideológicamente para cuestiones concretas y contracorriente, como privatizar las televisiones públicas o acabar con la inmersión lingüística, que los diferencie desde la racionalidad para plantear una España del siglo XXI. En caso contrario, terminarán fagocitados por liderazgos carismáticos e indefinición programática, sustituyendo las ideas de calado por ocurrencias de márketing.

No tiene nada que ver con la aritmética ni con la ética, sino con la política y el interés general. O mejor dicho, con la ética de la responsabilidad que no es igual que la ética de las convicciones. Pactar con Rajoy, por muy (ir)responsable moralmente que sea de la corrupción endémica de su partido allá donde gobierna, es un imperativo político por el bien de España.

Ciudadanos, desde el gobierno, podría demostrar que es un partido con capacidad y voluntad de gobernar. Sería el primer gobierno de coalición en España, rompiendo moldes y dogmas, alejándose del perfil bajo asumido en la campaña acomplejada y mediocre. Ahora es cuando cabe demostrar que se tiene un plan de gobierno real y potente y no una chirigota de mercadotecnia. Que además de "mariposear" alrededor de eslóganes al estilo de Don Drapper es capaz de "picar" como Mohammed Alí. Que Albert Rivera es un político con mayúsculas y no el niño bonito del IBEX 35. Ciudadanos tiene un poder potencial que era impensable hace unos meses. Si no lo ejecuta, desaparecerá más pronto que tarde la oportunidad. Sería un error histórico dejar pasar la oportunidad de hacer Historia.

Para ello, lo primero es estar en el gobierno efectuando políticas transformadoras, sobre todo en Economía y Educación. En segundo lugar, poner en valor la labor que se realice en el ejecutivo. Tienen un buen ejemplo de cómo hacerlo en el liberal FDP alemán. Los de Ciudadanos tienen miedo de que el PP los fagocite y los instrumentalice si entran en el gobierno. Pero Rajoy no es, obviamente, Angela Merkel. Ni siquiera, qué más quisiera, David Cameron. Por ello, destacaría todavía más la incompetencia y la abyección de la mayoría de los ministros de la derecha hiperreaccionaria en contraste. Pero para eso hace falta tener personalidad e ideas claras. Y, sobre todo, voluntad de poder.

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