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Santiago Navajas

Los rectores nazis

La pasividad de los rectores catalanes ante la turba violenta de los nacionalistas y socialistas recuerda el llamamiento a la lucha en las calles, las aulas y los medios de Heidegger.

La pasividad de los rectores catalanes ante la turba violenta de los nacionalistas y socialistas recuerda el llamamiento a la lucha en las calles, las aulas y los medios de Heidegger.
S'ha Acabat!

El rector más célebre del siglo XX fue el más genial, aunque tenebroso, filósofo: Martin Heidegger. Designado por Adolf Hitler para guiar espiritualmente a la Universidad nacional-socialista desde Friburgo, Heidegger pronunció un discurso el 27 de mayo de 1933 en el que estableció las líneas directrices ideológicas para los profesores y estudiantes alemanes. Si sustituyen "alemanes" por "catalanes", podría pasar perfectamente por uno de los rectores actuales de las universidades públicas de Cataluña.

El último atentando contra la libertad de expresión en una sede universitaria catalana se ha producido en la Universidad Autónoma de Barcelona. Los estudiantes nacional-socialistas, independentistas golpistas y de extrema izquierda, han asaltado una carpa montada por la asociación estudiantil constitucionalista S’ha Acabat!, golpeando a sus integrantes ante la pasividad de las autoridades universitarias. El penúltimo caso fueron las amenazas e insultos –"¡Fascista, colono!"– que recibió un profesor en un claustro de la Universidad de Barcelona ante la pasividad, de nuevo, de un rector apadrinado por la entidad separatista ANC. Dicha pasividad de los rectores catalanes ante los violentos nacionalistas no es casual. Han publicado un escrito de apoyo al golpista Puigdemont que es una obra maestra de doblez orwelliana.

Como universidades del sistema público tenemos el compromiso, recogido en nuestros estatutos y en nuestra tradición histórica, de velar por los valores democráticos, los derechos fundamentales y las libertades públicas que caracterizan el espacio europeo al que pertenecemos.

Falta por aclarar que su "espacio europeo" no es el de las democracias liberales sino el del régimen nacional-socialista de Hitler, que en los años 30 también se presentaba como un apóstol de la paz y la libertad ante el aplauso entusiasta y apaciguador de los progresistas de entonces. Por otro lado, su "tradición histórica" arranca con el discurso rectoral de Heidegger.

En su prosa alambicada, retorcida y críptica, el gran gurú del nacional-socialismo académico proclamó (recuerden, sustituyan lo "alemán" por lo "catalán")

lo inexorable de esa misión espiritual que obliga al destino del pueblo alemán a tomar la impronta de su historia.

Para ello proponía olvidar la razón y abrazar en su lugar la "voluntad originaria" del pueblo alemán para llegar a cumplir su destino a través del poder. Del mismo modo, la Universidad catalanista, a despecho de los investigadores que todavía puedan realizar sus funciones profesionales entre el ensimismamiento y el camuflaje, ha dejado de lado cualquier atisbo de respeto a la verdad y de tolerancia hacia el disidente para llegar a cumplir lo que consideran que es el "destino catalán" (la independencia) a través del "poder que abarca y da rigor a toda la existencia".

Heidegger desprecia "el progreso del conocimiento" ante "nuestra existencia espiritual como pueblo". Para ello, la defensa del pueblo como entidad metafísica, los nazis como Heidegger debían expulsar a los judíos de la universidad, para que así el destino alemán no tuviese ninguna contaminación "foránea". Siguiendo la analogía "alemán" y "catalán", los nacional-socialistas en Cataluña necesitan expulsar a los españoles para cumplir el destino que han previsto para su Catalunya monolingüe, monoétnica, monoideológica, monoliteraria y monocultural. Si la unión de destino en lo universal catalán ya se ha conseguido por lo que respecta a las castas extractivas, de la prensa a la universidad, todavía resisten en la sociedad organizaciones como S’ha Acabat e individuos como Yeray Mellado, su presidente, que recogen el testigo de aquellos que se jugaron la vida contra los nazis y Heidegger al estilo de Walter Eucken, el economista liberal de Friburgo que lideró la oposición contra la tiranía nacional-socialista y que, tras la segunda guerra mundial, fue el responsable intelectual de la reconstrucción alemana tras la posguerra siguiendo los designios intelectuales del ordoliberalismo.

En su discurso de rectorado, Heidegger tuvo un lapsus que refleja mejor que extensos tratados la esencia del nacional-socialismo que defendió. Al mostrar las "fuerzas de la existencia histórica del hombre" mencionaba el siniestro pensador del Ser instituciones como la historia, el pensar, el Estado… y, como quien no quiere la cosa, la tríada oscura de la personalidad fascistoide: "La enfermedad, la locura y la muerte". A lomos de estos tres caballos del apocalipsis nazi, Heidegger hizo montar al "estudiantado juvenil en marcha" para expulsar de la universidad alemana (recuerden…) "la tan cacareada libertad académica por puramente negativa, inauténtica". La libertad del estudiante catalán, digo alemán, consiste para Heidegger en volver a "su verdad". No a la verdad, universal en cuanto racional, sino una verdad particular, relativista y particularista, establecida no por la razón sino por el destino del pueblo ante el que se arrodilla el estudiante para servirlo. ¿Cómo servir al pueblo alemán o catalán para los rectores nazis de todos los países y épocas? A través, dice Heidegger, del "trabajo y la lucha", a través del "servicio de las armas".

Sometida al pueblo y el Estado, a la tiranía de la masa y la dictadura invisible de la casta de los ocho apellidos catalanes, la Universidad catalana ha quedado reducida a lo que significó la Universidad alemana bajo la égida de sus dobles caudillos, el político Hitler y el filosófico Heidegger. Salvando las distancias, la pasividad de los rectores catalanes ante la turba violenta de los nacionalistas y socialistas recuerda el llamamiento a la lucha en las calles, las aulas y los medios de Heidegger:

Todas las facultades de la voluntad y del pensamiento, todas las fuerzas del corazón y todas las capacidades del cuerpo tienen que desarrollarse mediante la lucha, aumentar en la lucha y conservarse como lucha.

Terminaba su discurso Heidegger apelando "al esplendor y la grandeza de una puesta en marcha". Doce años después, con Alemania devastada en la derrota y el mundo conmocionado por la barbarie, Hitler se pegaba un tiro. Sin embargo, Heidegger siguió viviendo como si con él no hubiera sido la cosa. Nosotros, más humildes, esperamos que Puigdemont vuelva a casa por Navidad, concretamente a la cárcel, y que los rectores puedan vivir lo suficiente como para pedir perdón por su pasividad ante los crímenes de los nacionalistas y los socialistas.

Por otro lado, la cita de Platón con la que termina su discurso nos recuerda a los valientes de S’ha Acabat!:

Todo lo grande está en medio de la tempestad.

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