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Santiago Navajas

Charla con una cubana

Me presentan a una cubana y no se me ocurre preguntarle otra cosa que qué tal por Cuba.

Me presentan a una cubana y no se me ocurre preguntarle otra cosa que qué tal por Cuba.
| Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

Me presentan a una cubana y no se me ocurre preguntarle otra cosa que qué tal por Cuba. Se echa a llorar. Me cuenta que ella, técnico superior, se ha tenido que venir dejando atrás a su familia. Tenía tres problemas fundamentales. Primero, sobrevivir. Muchas veces les faltaba para comer. El comunismo como reparto de la miseria. Segundo, no caer bajo el radar de la policía, ya sea por comprar en el mercado negro lo básico o por criticar al régimen. La policía llega de improviso, te acosa y puedes "desaparecer". El comunismo como opresión. Tercero, lo peor: ¿cómo convencer a un hijo para que estudie y sea buena persona cuando ve que a sus padres estudiar y comportarse decentemente no les ha servido de nada, y los que mejor lo llevan son los que saben traficar en el mercado negro? El comunismo como corrupción moral.

Me contaba todo esto mientras le seguían cayendo las lágrimas. Por su familia que se ha quedado atrás. Por las privaciones y las humillaciones. Lo peor: por la falta de esperanza después de décadas de criminales ideológicos y de que no haya perspectiva de que el régimen se hunda. Lo único que anhela: poder llevar una vida normal. Ganar lo que permita una profesión para la que ha estudiado duramente. Poder ofrecerle a su familia lo necesario para vivir dignamente. No tener que vivir pendiente de la policía. Contribuir a que su país sea próspero y no un agujero negro.

Mientras vive angustiada, cruelmente tratada por un régimen genocida de su propio pueblo, en España tenemos a políticos, intelectuales y artistas que justifican el comunismo como un ideal y tienen a Castro y al Che como referentes. Incluso dentro del Gobierno socialista. Nunca debemos olvidar esta infamia del socialismo español. No olvidaremos especialmente lo de Rodríguez Zapatero y la plana mayor de la extrema izquierda, de Iglesias a Errejón. Cuando murió Franco tuvimos la suerte de estar rodeados de democracias europeas que alentaron, con su ejemplo y su apoyo, la transición a la democracia. ¿Con quiénes cuentan los cubanos? Con Venezuela, con Nicaragua, con los peronistas argentinos y los populistas chilenos, con Honduras, con López Obrador... y, si no tuvieran suficiente, con Zapatero y Monedero riendo las gracias a los sátrapas en fiestas de chivos.

Traté de consolarla. Le hablé de la caída del franquismo. Del hundimiento del Muro de Berlín. Sobre todo, le dije, me alegraré más del crack del régimen comunista cubano que de todo lo anterior. Será, sin duda, la más grande noticia de nuestra vida. Por lo simbólico. Por ella. En tiempos de las dictaduras franquistas o socialistas europeas también había familias encantadas con los regímenes. Como me decía esta cubana, si vives dentro del sistema, sobre todo en la jerarquía comunista, tienes una serie de privilegios que te convierten en un lacayo feliz.

PS. Sería de justicia que el proceso de homologación de sus estudios y carreras fuese un proceso mucho más veloz para que se pudiesen convertir en españoles de pleno derecho lo más rápidamente posible, como se ha hecho con los sanitarios durante la pandemia. No sólo no hay que pedir perdón a los tiranuelos contemporáneos, herederos de los antropófagos aztecas, sino que tenemos que ayudar a aquellos hispanoamericanos que sufren las dictaduras de izquierdas. España debe ayudar, como hace cinco siglos, a devolver América al pueblo, empoderándolo y enriqueciéndolo: liberándolo.

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