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Santiago Navajas

Charles Manson, no; Uribetxebarria Bolinaga, sí

Podemos, ¡debemos!, ser humanitarios con quienes no lo han sido. Pero no podemos, ¡no debemos!, caer en las trampas emocionales, la demagogia política y los torticeros cambalaches con que nos chantajean los etarras.

Hace unos meses, a Charles Manson le negaban la libertad condicional. Josu Uribetxebarria Bolinaga tendrá más suerte. En un primer momento, y salvando la distancia que separa a regímenes legales, políticos y morales tan diferentes como los de Estados Unidos y España, sostuve que podríamos establecer algunas consideraciones generales que justificarían tanto el no a Manson como el a al etarra.

Ambos son criminales que actuaron con crueldad y sadismo aberrantes. Ambos no han manifestado el menor arrepentimiento intelectual o emocional respecto del dolor que han causado, ni siquiera han insinuado que no volverían a hacer lo que hicieron. Ambos forman parte de una secta asesina en serie inspirada en una filosofía ultraviolenta. Ambos se consideran presos políticos porque sostienen que los Estados en que viven son dictatoriales y represivos. Ambos suponen una amenaza objetiva de reincidencia. Pero en EEUU a Manson le negaron la condicional y en España se la acaban de dar a Bolinaga.

En un primer momento me manifesté, contra viento y marea en mi entorno más cercano, a favor de la excarcelación del etarra. Había dos factores fundamentales. En primer lugar, un motivo humanitario: un informe médico del hospital que lo trataba pronostica un desenlace fatal y próximo, en un plazo inferior a un año con casi total probabilidad. Nosotros, los demócratas, no somos secuestradores como ellos, ni en el ámbito jurídico-político, ya que nos guiamos por el principio de legalidad, ni si nos atenemos a la vertiente moral de la expresión, ya que controlamos nuestros instintos básicos de venganza y crueldad hacia los que nos han hecho daño recurriendo a criterios racionales de justicia y castigo, castigo por lo demás encaminado también a la rehabilitación.

Por otro lado, la secta mafiosa a la que pertenece Uribetxebarria Bolinaga está en trance de disolución, por lo que su peligrosidad queda atenuada: fuera de ella no es nadie. En consecuencia, el humanitarismo en el que se basa nuestro sistema penal hacía que fuese correcta su excarcelación.

Sin embargo, dos noticias me hicieron cambiar de opinión (como aconsejan Keynes y Popper cuando cambian los hechos), ya que comprobé que la excarcelación del etarra estaba organizada siguiendo el guión de una farsa médico-política. Por un lado, el informe forense de la propia Audiencia –respaldado por una firma, no como el del hospital, de cuyo anónimo autor podemos razonablemente sospechar que está influido por la atmósfera de intimidación social que todavía se respira en el País Vasco– negaba que el etarra no pudiese ser tratado en la cárcel de una enfermedad que aún no era terminal. Por otro lado, las declaraciones de la candidata a lehendakari por parte de Bildu (y anterior miembro de Herri Batasuna) Laura Mintegi en las que se atrevía a poner condiciones para que la "paz" de ETA sea "permanente" y calificaba a Arnaldo Otegui como "preso político" (está condenado por "enaltecimiento del terrorismo"; es decir, que Mintegi implícitamente admite que considera que el terrorismo es una actividad política) nos muestran que, además de seguir con las armas en la mano, la secta asesina de filosofía ultraviolenta, en su delirante mezcla de nacionalismo racista y marxismo clasista, sigue operando bajo una máscara de sonrisas y discursos políticamente correctos.

Podemos, ¡debemos!, ser humanitarios con quienes no lo han sido. Pero no podemos, ¡no debemos!, caer en las trampas emocionales, la demagogia política y los torticeros cambalaches –paz a cambio de justicia y libertad– con que nos chantajean nuestros patrios Charles Manson, amparados en las 9 mm Parabellum que siguen apuntándonos como Damocles contemporáneas.

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