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Santiago Navajas

Moción de esperanza

¿Qué otra cosa nos queda sino la esperanza de que haya alguien que se atreva a desafiar el abismo?

¿Qué otra cosa nos queda sino la esperanza de que haya alguien que se atreva a desafiar el abismo?
Rocío Monasterio y Santiago Abascal | EFE

Es interesante tácticamente la moción de censura que ha anunciado Vox contra la gestión de Pedro Sánchez y, de paso, a la oposición del PP y Ciudadanos. ¿Cabe la posibilidad de que a raíz de ella se convierta Santiago Abascal en el líder electoral de la derecha? ¿Y de que, de paso, Sánchez termine por barrer a Iglesias? La cuestión no es tanto por qué Vox presenta una moción de censura sino por qué no la presenta el PP.

Una moción de censura cabe perderla en el presente pero ganarla en el futuro. La democracia parlamentaria es un sistema dinámico, no una foto fija. Y un referéndum permanente en el que no importan sólo los números sino las razones y los valores. Sánchez tiene todos los números pero ni rastro de razones, no digamos valores. Una moción de censura funciona de facto como una enmienda moral a la totalidad. Y en España hemos vivido pocas debacles gubernamentales como la actual. Aplausos incluidos de unos diputados reducidos a palmeros y de unos ministros convertidos en mariachis. Todo ello a mayor gloria de Iván Redondo, esa mezcla del cinismo propagandístico de Goebbels y el almíbar sentimental de Frank Capra.

Por otro lado, el PP y Vox juegan estrategias diferentes. El partido de Casado se ha acostumbrado no tanto a ganar sino a aprovechar que pierda el PSOE. Vox, que disputa al PP el liderazgo en la derecha, tiene que seguir una táctica a contrapelo de la del PP, no pasiva sino activa e ignorando la politología ortodoxa y a casi todo el establishment mediático.

No simpatizo con Vox ni en el fondo ni en la forma, pero aplaudo su atrevimiento al desafiar ciertas convenciones establecidas del statu quo político y social. Que haya una derecha conservadora, por otro lado, equilibra el descompensadísimo panorama político español, en el que ser de ultraderecha se asimila a ser heredero de Adolf Hitler mientras que ser de extrema izquierda se contempla como una combinación de Nelson Mandela y Meryl Streep. Algo así como Javier Bardem.

La democracia liberal consiste fundamentalmente en poder cambiar el Gobierno sin derramamiento de sangre, decía Popper. Pero debe ser algo más: poder cambiar de paradigma filosófico, de marco de discusión conceptual, a través del Parlamento, la Academia y las tribunas periodísticas. El hecho es que cambian los Gobiernos pero las ideas permanecen, siempre escoradas a la izquierda. Vox y Podemos han venido a ampliar el rango de la discusión. Paradójicamente, si por ambos partidos fuera la libertad de expresión se reduciría y la esfera de derechos se estrecharía. Pero también hacen objeciones correctas, aunque por las razones equivocadas, como la crítica a la metástasis del sistema autonómico por parte del partido de Santiago Abascal o la regeneración constitucional que necesita la Monarquía por parte de los de Pablo Iglesias.

En el caso de la moción de censura, el atrevimiento de Vox es el enésimo revulsivo para que el PP salga del letargo ideológico en el que está sumido tras años de rajoyismo, de silenciamiento de los intelectuales, de tecnocracia roma y de corrupción dentro y fuera del partido, con unos políticos más interesados en hacer contactos profesionales que en librar la batalla de las ideas y unos tertulianos afines que parecen congelarse fuera de la zona de confort del núcleo irradiador de La Sexta. Vivimos una reedición en forma de farsa del pacto entre Cánovas y Sagasta para el reparto del poder, solo que dicho reparto no es simétrico, ya que el PP hace simplemente de correa de transmisión del motor de leyes y conceptos que impone el PSOE, el cual gobierna de iure cuando está en el Gobierno y de facto cuando está en la oposición.

La moción de censura se perderá, como también Felipe González se estrelló contra la mayoría de Adolfo Suárez en el año 1980, aunque le sirvió al dirigente socialista para lanzarse como líder de la nación. El objetivo de dichas mociones no es tanto ganar como revelar que un proyecto político gubernamental está agonizando y cabe esperanza de una alternativa. 45.000 muertos después, millones de desempleados, hipotecados de por vida a la UE y con un Gobierno cuyo único programa es la mentira, porque tiene no tiene votantes racionales sino creyentes fideístas, ¿qué otra cosa nos queda sino la esperanza de que haya alguien que se atreva a desafiar el abismo?

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