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Santiago Navajas

Virtudes fachísimas

La izquierda ha satanizado virtudes fundamentales para una sociedad libre y próspera. La verdad os hará libres pero la postverdad os hará siervos.

La izquierda ha satanizado virtudes fundamentales para una sociedad libre y próspera. La verdad os hará libres pero la postverdad os hará siervos.
Pedro Sánchez, con Ana Pastor en la Monclea | Valentín Carrera/Moncloa

España pasa de 20.000 muertos. Alemania, con el doble de población, no llega a los 5.000. Y ya tiene Merkel un plan para salir de un confinamiento que, además, no ha sido tan duro como el de España: los niños pueden salir a la calle en grupos de no más de cuatro personas. En Alemania la sanidad es de provisión fundamentalmente privada, lo que conduce a una mejor gestión, con varios copagos, y tienen un gasto público dominado por la virtud ética de la austeridad. Ya saben, como regla general, no gastes lo que no tienes y ahorra mientras puedas para cuando vengan mal dadas. Con una deuda pública sobre un 60%, Angela Merkel tiene margen para conceder ayudas estatales de calado social sin demagogia ni utopismo. Incluso puede ser que le sobre para intervenir de facto el Estado español, que, con una deuda rondando el 100%, la economía paralizada y unas inminentes tasas de paro revolucionarias, va rumbo a la perdición presupuestaria.

Al contrario de la eticidad germana, en España se multiplican, junto a los brotes del coronavirus, los síntomas de la degradación moral, con consecuencias económicas y sociales trágicas, de la izquierda populista y posmoderna. España ha sido el país con mayor mortalidad proporcional a causa de la pandemia también debido a una devaluación de los valores éticos y epistemológicos, demonizadas como virtudes fachísimas la frugalidad, el esfuerzo, el compromiso, la objetividad y la veracidad. En lugar de un estoicismo atemperado por la prudencia aristotélica, la izquierda en España (también la derecha trumpiana en EEUU) se ha echado en brazos de un constructivismo social extremo y un relativismo que ha sustituido la metodología científica por el misticismo populista.

La izquierda –que presume de analfabetismo, Adriana Lastra; que se muestra indiferente al plagio, Pedro Sánchez y Manuel Cruz; que convierte los centros educativos en sectas adoctrinadoras, Pablo Iglesias y Monedero– ha satanizado virtudes fundamentales para una sociedad libre y próspera. La verdad os hará libres pero la postverdad os hará siervos. A la frugalidad en las cuentas públicas la izquierda la denomina "austeridad", y pretende dotarla de una aura negativa. El esfuerzo en pedagogía lo minusvalora y da el aprobado general automáticamente, sin considerar otras medidas, como abrir los centros educativos en julio y agosto para los que lo necesiten; de esta manera, lanza el enésimo mensaje de que estudiar es lo de menos en aras de lo que llaman "justicia social", que no es más que un cáncer ideológico de condescendencia y parasitismo. Se burla del compromiso, pretendiendo que los vecinos del norte se solidaricen con sus delirios de gasto sin asumir el coste de mutualizar los riesgos. En la parte del conocimiento, niega la objetividad para vender impunemente sus hechos alternativos –invento de la izquierda posmoderna de Bruno Latour y sus secuaces, que adaptaron los lacayos de Trump para legitimar sus propias mentiras–, asaltando las redes sociales con comisarias políticas como Ana Pastor, convertida su Newtral en la Stasi de Facebook. Transforman el respeto a los hechos y la formulación de teorías contrastables en un mero asunto de narrativa y relato en el que se difuminan las fronteras entre la ficción y lo factual, convirtiendo la realidad en un mero asunto de opinión.

Pero gracias a la sociedad abierta liberal que todavía no han podido clausurar del todo –aunque no duda en instrumentalizar el Gobierno el presupuesto público para premiar a sus portavoces mediáticos– quedan reductos para que, cuando la mentira, los bulos y las ruedas de prensa de Pedro Sánchez (valga la redundancia) entren en nuestro hogar a través de los telediarios socialistas de todas las cadenas, podamos saltar por la ventana de Youtube y las redes sociales hacia una información más plural, libre de censuras y verificadores espurios. Iker Jiménez, armado con un micrófono y una cámara de andar por casa, ha montado en una habitación de su domicilio un centro de irreductible resistencia contra el relato que están orquestando los medios del Régimen. Y es que la verdad, al fin y al cabo, es la verdad, la diga Fernando Simón desde su púlpito científico al servicio del poder o Iker Jiménez subido a una nave del misterio pensando en no defraudar a sus espectadores, ejemplo de conciencia cívica en tiempos de conjura de mendaces.

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