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Saúl Pérez Lozano

Don Regalón

No hay lugar adonde vaya Chávez que no tire dólares por la borda, incontroladamente y sin supervisión, porque ninguna institución le niega sus deseos, y arma a sus petroservidores sean del sur, del Caribe o andinos, y los que faltan

Es el nombre de una tienda popular en Venezuela y que, según afirma, sus precios son tan bajos que resultan un ''regalo'' para el comprador. Nuestro don Regalón, sin embargo, es otro que anda por el mundo repartiendo un dinero que no es de él ni tampoco de la empresa petrolera que lo produce.
 
El personaje, ¿quién va ser?, el presidente Hugo Chávez, que logró sumar el voto inconsciente y emotivo. Hoy, un país que fuera ejemplo en la región ha descendido a república bananera, con un Rico McPato caribeño y su botija desbordada en petrodólares que tira por el mundo en nombre de una revolución socialista siglo XXI, confusa hasta para los revolucionarios. Y autoproclamado cruzado contra la pobreza en su país, donde si algo crece como arroz son los pobres e indigentes.
 
El gobierno de Chávez, como lo etiquetara el honorable cardenal Rosalio Castillo Lara, es una pantomima –comedia, farsa, acción de fingir lo que no se siente–, dadivoso a manos llenas en el exterior mientras a los venezolanos les niega el agua, comprando conciencias entre los sectores más deprimidos con las migajas que les reparte.
 
El presidente Chávez comenzó por dividir a la sociedad, alimentó el odio entre las clases sociales, y los buenos caribeños, blancos, mulatos, mestizos o negros, jamás sintieron antes la semilla que sembraba; él mismo, nacido en un remoto pueblo de la provincia, y como él muchos que ocupan posiciones de gobierno, se criaron en sectores de pobreza y pudieron ingresar y graduarse en las universidades y las diferentes academias militares y miren adónde han llegado; él solito se ha inventado una guerra asimétrica con los Estados Unidos, que ni siquiera se da por enterado y no pasa más allá del discurso populista. Son las transnacionales las que ahora controlan el petróleo y el gas venezolanos, mientras que PDVSA se redujo a un operador que produce petróleo y lo entrega a intermediarios para nutrir la revolución con petrodólares.
 
No hay lugar adonde vaya Chávez que no tire dólares por la borda, incontroladamente y sin supervisión, porque ninguna institución le niega sus deseos, y arma a sus petroservidores sean del sur, del Caribe o andinos, y los que faltan. Los aprovechadores y pedigüeños se aprovechan del dadivoso nuevo rico; estigmatiza la asquerosa riqueza, que es mala, pero él y los suyos son los privilegiados de turno, para quienes no existe control de cambio; miren el ajuar lujoso y las costosas prendas que usa como cualquier vulgar burgués.
 
El cardenal Castillo Lara no se guarda nada al llamar al gobierno de Chávez una dictadura, pero éste canta a una tal democracia participativa, permite la denuncia y la crítica a la prensa escrita, pero a la televisión y la radio los convirtió en eunucos. El temor es generalizado y es que con temor y terror los autócratas se imponen, que ya no necesitan del cuartelazo militar, pues dado al zarpazo institucional no hay poderes autónomos, sólo una voz, un pensamiento, una orden. Venezuela ni siquiera tendrá Banco Central.
 
Las autocracias terminan en dictadura, que se enseñora cuando reprime, tortura y asesina, descalifica al adversario y convierte el tesoro de la nación en coto particular. Decía Alejandro Manzoni: ''Las revoluciones nacen entre tinta, se ahogan entre saliva y viven entre sangre''.

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