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Saúl Pérez Lozano

El temor al "reafirmazo"

Inexorablemente, el calendario va quedando desnudo a medida que se deshoja como árbol otoñal. Pasan los días y angustiado el presidente Hugo Chávez ve con horror la fecha en que se recogerán las firmas, bautizado como el "reafirmazo", para convocar a un referendo revocatorio de su mandato presidencial, del 28 de noviembre al 1 de diciembre.
 
El presidente Chávez, además de tener una mayoría de 3 a 2 en el Consejo Nacional Electoral, ha puesto en marcha toda la maquinaria del Estado en su intento por impedir la consulta electoral por todos los medios, apelando no sólo al perverso recurso de la violencia física, sino también de la síquica, porque eso que un día llama ''revolución pacífica'' y ni es revolución ni es pacífica, al día siguiente advierte que está armada.
 
La magnitud de ese reafirmazo debe ser una respuesta contundente, más importante que el mismo revocatorio. Chávez así lo entiende y recurre a argucias de todo tipo para atemorizar, mientras vuelca miles de millones de dólares para comprar conciencias en sus intentos por rescatar los votos de la masa humilde que ha ido perdiendo, de los empleados públicos, y el sometimiento de los militares.
 
La lucha, pues no se trata de una campaña electoral como corresponde en un país democrático, es injusta y desigual porque Chávez, además de disponer de ingentes recursos económicos que le proporciona el petróleo, tiene bajo su puño los poderes institucionales, como son el judicial y el electoral, además de una Asamblea Nacional incondicional, pero donde mantiene una precaria mayoría. Lo único con que no cuenta, según todas las encuestas, es con el voto de la mayoría.
 
La sociedad democrática habrá de cruzar un camino cenagoso, empedrado y espinoso, no exento de peligro, para alcanzar el objetivo. De allí la importancia que tenga el reafirmazo sobre el mismo referendo revocatorio, pues de la magnitud de aquel dependerá la deslegitimación de Chávez, y esa será la imagen que ante el mundo tendrá Venezuela, y el fin del gobierno y de un hombre que lo tuvo todo, pero resultó víctima de sus contradicciones, de su ambición y de una visión del mundo que quedó atrás, sepultada en el fracaso, aliándose a gobernantes y sistemas políticos no precisamente identificados con la democracia.
 
El árbitro electoral, el CNE, ha hecho todo por cerrarle el paso a la disidencia, incluyendo un reglamento que coarta el derecho de los electores, limitando la recolección de firmas, que también coarta ese derecho, y tiene la desvergüenza de escoger ''papel moneda'' para que allí se estampen las rúbricas, un papel costoso, que no se produce en el país y que, según los entendidos, tiene componentes químicos que pueden obstruir el proceso. El gobierno de la ''revolución'' gusta, pues, del nuevorriquismo y usa un papel que ni siquiera se les ocurre usar a las naciones del primer mundo. Nuestra firma vale oro, pues.
 
Chávez y su entorno no son adversarios democráticos que apelan a tácticas y estrategias para alcanzar la victoria. Al disidente lo llaman enemigo y apelan a cualquier medio que impida el ejercicio de derechos establecidos en la constitución. Buscan la confrontación violenta, ejercen la ilicitud para sus fines y tratan de imponer un paquete de leyes para subordinar aún más las instituciones, constitucionalizar el autoritarismo e imponer su dictadura.
 
No se puede cantar victoria aún. El gobierno intentará nuevos aplazamientos, la demora como arma, eludir, amedrentar y desanimar a los votantes, quebrar la voluntad de sus adversarios.
 
Chávez, sin embargo, parece no haber reaccionado ante el coraje de un pueblo con convicciones democráticas arraigadas, que a pesar de sus amenazas para que los militares apunten sus armas al pecho del ''enemigo'' (venezolanos, claro), esos militares en su mayoría siguen siendo institucionalistas y no se opondrán a una voluntad mayoritaria de la sociedad expresada mediante el voto.
 
La caída de Chávez no está asegurada, pero sí es muy probable.
 
Saúl Pérez Lozano es periodista venezolano, coordinador general editorial del Bloque DEARMAS.
 
© AIPE

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