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Sebastián Pineda Buitrago

Un latido de honda preocupación nacional

La crisis española tal vez haya sido consecuencia, a juicio de Agapito Maestre, del brutal entusiasmo con el que el Estado y la sociedad asumieron la UE.

En medio del tono circunstancial y fugaz del periodismo contemporáneo no es usual que, bajo el eufemismo de columnas o artículos de periódicos, alguien escriba auténticos ensayos. En Latidos culturales, selección de sus artículos en Libertad Digital, Agapito Maestre consigue opinar de política de forma intelectualmente elevada, y en sus críticas sobre la marcha del Estado español o sobre la sociedad actual pueden advertirse hasta ciertos motivos artísticos.

Hay en la historia literaria española un género particular que no se advierte en otros países: la preocupación filosófica, que raya casi en lo poético, por entender qué es España. Los artículos seleccionados en Latidos culturales no son propiamente literatura política, aunque se planteen problemas de gobierno y asuman a menudo el tono contestatario contra ciertos gobernantes. Son, más bien, herederos de un género particular del ensayo español alrededor de la profunda y vital preocupación sobre la tradición y el futuro de España. Latidos culturales podría figurar en una nueva antología de ensayos titulada España como preocupación, tal como la que Dolores Franco hizo al respecto en 1960 con prólogo de José Martínez Ruiz (Azorín).

Pertenece Latidos culturales, quiero decir, a ese matiz específico de la letras peninsulares, casi desconocido en otros países, que puede advertirse desde ciertos pasajes de Cervantes, pasando por los escritos políticos de Quevedo en medio de la decadencia imperial, hasta los de tono filosófico de Unamuno en plena crisis de 1898 y los de Ortega y Gasset, uno de cuyos títulos ya habla por sí mismo: España invertebrada (1917). Con pathos se preguntaba Ortega en Meditaciones del Quijote (1914): "Dios mío, ¿qué es España?".

La pregunta sigue flotando en nuestros tiempos sin habérsele aún encontrado una respuesta adecuada. "Los problemas auténticos no tienen solución sino historia", recalca en el prólogo a Latidos culturales Agapito Maestre –aludiendo al aforista colombiano Nicolás Gómez Dávila–, como dando a entender sus limitaciones. Es mejor que los hombres de libros, susceptibles de ser igualmente corruptos y estúpidos, reconozcan sus limitaciones, nos recomienda citando el consejo de Gabriel Zaid, de quien aparecen varias veces epígrafes para encabezar un tema concreto de sus artículos. Por ejemplo, en el tema "Sobre liberalismo", Agapito Maestre empieza por reconocer su carácter “pendenciero”, polémico, casi agresivo. Esto es algo tan típico de las letras peninsulares que incluso resulta difícil entenderlo en Hispanoamérica. Incluso desde el siglo XVI se presenta un contraste entre el peninsular agresivo, rudo, expresivo, y el criollo americano pulido, fino y mesurado. Quizás por eso Quevedo, un escritor políticamente incorrecto, duro y tierno a la vez, no tuvo tantos seguidores durante los tres siglos de era colonial como sí los tuvo Góngora, el refinado.

Con ese tono duro y tierno, políticamente incorrecto, los artículos de Agapito Maestre en Libertad Digital, escritos entre 2004 y 2005, son el testimonio crítico contra la frivolidad intelectual que sufrió (¿sufre?) España durante el periodo de mayor bienestar económico en lo que va corrido del siglo XXI. Epíteto de esa frivolidad es, para él, lo que comenta el 20 de mayo de 2004: la boda real entre el "príncipe" Felipe y la “princesa” Leticia. Reconoció efectivamente, al ver postrada a toda la sociedad española frente al televisor, que en España no se piensa sino que solamente se mira, y aun más, que muy por encima de la filosofía está la pintura y la literatura. Con todo, me suena menos cruel que otro texto similar de Alfonso Reyes, “Tópicos de café” (de su libro Calendario, 1924), en el que criticaba a los españoles –y por extensión, a los hispanoamericanos– porque "sólo sabemos hacer lo que no supone cultura previa, lo que no implica saber leer. Por ejemplo, matar toros, pintar… y escribir".

La crisis española tal vez haya sido consecuencia, a juicio de Agapito Maestre, del brutal entusiasmo con el que el Estado y la sociedad asumieron la Unión Europea, el euro, rompiendo con ciertos matices propios y desdeñando la rica tradición hispánica. A ciertos ensayistas de su generación, Agapito los llama "perversos ilustrados" porque son voluntariosos a la hora de leer ensayos centroeuropeos, pero apáticos al reconocer el gran ensayo español de Ortega o Unamuno. Son, según él, los que atizan el odio contra España y pontifican sobre los beneficios de la separación de Cataluña o el País Vasco; los que usan con maldad la guerra civil española "para legitimar el vacío ideológico y político en el que está postrado el PSOE"; los que se amparan en Jacques Derrida, a falta de tradición propia, para despotricar contra la razón sin antes haberla conocido; los que condenan solamente las dictaduras de derecha, pero banalizan el “mal comunista” elogiando todavía a Fidel Castro.

Hay un momento, en un uno de los artículos de Latidos culturales, en que Agapito confiesa cómo una noche soñó con la detención de Castro, con su juzgamiento en una corte penal internacional. Despertó feliz sin importarle que nada de eso fuera realidad jamás. En ninguno de sus textos desaparece el "yo y mis circunstancias" de Ortega; el "yo soy la materia de mi libro" de Montaigne, lo cual hace de este libro un auténtico ensayo. La reseña sobre de la película Los pelayos, del director español Gonzalo García Pelayo, me parece uno de los mejores textos de Latidos culturales por las reflexiones a las que nos invita: "La alegría nos hace libres. Observar la realidad con tranquilidad nos hace fuertes. Todo puede abordarse con ánimo alegre".

Agapito Maestre, Latidos culturales, Ediciones Clásicas, Madrid, 2013.

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