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Serafín Fanjul

Una universidad excelente

En fin, amigo lector, si sus opiniones no son de izquierda, guárdese de expresarlas en la UAM, o tan siquiera de intentarlo, es territorio comanche. Como para salir corriendo.

Hace unos días, la delegada del Gobierno en Madrid, Amparo Valcárcel, se portó como digna socialista advirtiendo al cardenal-arzobispo de la capital, Rouco Varela, del riesgo de presentarse en la Universidad Autónoma de Madrid y aconsejándole no asistir a un acto que tenía allí programado. El supuesto Estado de Derecho, una vez más, hizo agua por el mismo sitio de siempre: la izquierda ni reconoce los derechos ajenos ni está dispuesta a garantizarlos cuando gobierna. Y cuando no lo hace –caso de los ultrarrojos de la UAM y demás compadres– se encarga de poner los medios coercitivos y de chantaje para que la izquierda legal termine de perpetrar la faena.

En realidad, son todos miembros de la misma panda, con un esmerado reparto de papeles. La Sra. Valcárcel no garantiza el ejercicio de los derechos de movimiento y expresión (¿en concepto de qué cobra el sueldo y para qué está la Policía?) y las bandas de salvajes cumplen su función de acallar al discrepante mediante coacciones. Con lo cual los interesados en oír al cardenal y éste mismo perciben en carne propia –si hasta ahora abrigaban alguna duda– el significado de la palabra "libertad" en boca de los progres. Recientemente, ha habido incidentes similares (y peores) con diversas personalidades políticas en la Universidad Complutense. Y no digamos en las catalanas o en Vascongadas. Todos iguales: batasunización general. Enhorabuena.

En este contexto de bestialidad desatada, el Rectorado de la UAM continúa con sus hilarantes pretensiones de lograr la "excelencia" para la institución, a base de cronogramas, guías docentes, avalanchas de estadillos electrónicos, declaraciones, publicidad y regodeo en los índices, baremos, estadísticas científicas, etc., ignorando la realidad del corruptísimo sistema de selección del profesorado y del material humano que hay en las aulas y entreteniéndose –y adornándose– con boberías carísimas como consumir papel reciclado o negarse a suscribir y promover proyectos susceptibles de utilización militar. Y, a propósito, ¿se les ha ocurrido que la mejor promoción de la violencia (y del militarismo, de otros, claro) es autorizar y auspiciar actos descaradamente políticos, por ejemplo contra Israel o Estados Unidos? Como en el caso de Rouco y la libertad de expresión, ya se sabe: violencia sólo es la de unos, la de los otros es "la justa causa de los pueblos por su liberación y bla, bla...".

Llueve sobre mojado. La UAM está politizada hasta las cachas desde hace muchos años y los sucesivos rectores no han hecho sino favorecer la demagogia, aunque eso perjudicara a la larga el funcionamiento académico. Se llenan la boca con la palabra "excelencia", pero el invento se tambalea con sólo darse un paseo por los corredores centrales de las facultades o, meramente, exhumando, el folletico que editaron hace un par de años para proclamar la tal excelencia: en la portadilla, dos hermosas faltas de ortografía, equitativamente repartidas, una en español y otra en inglés, porque a fuer de modelnos no paran de marear con el inglés, aun a costa de remover y trasladar a personal cualificado con ese pretexto. Bingo.

Sobre muy mojado. En la universidad que invistió doctor honoris causa a Santiago Carrillo puede suceder de todo. Por ejemplo, el curso pasado, agresión a técnicos israelíes cuya seguridad tampoco garantizaron las autoridades académicas, pese a que venían a perorar sobre medio ambiente. En fin, amigo lector, si sus opiniones no son de izquierda, guárdese de expresarlas en la UAM, o tan siquiera de intentarlo, es territorio comanche. Como para salir corriendo.

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