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Stephen Schwartz

Perdiendo el control de la milicia religiosa

Las fechorías de la Comisión para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio están empezando a enfurecer tanto a la población que algunos miembros de la Casa Real, así como agencias gubernamentales de menor rango, han prometido reformas.

No todo marcha bien en la veterana alianza norteamericano-saudí. En Washington se pueden escuchar tenues murmullos de descontento a propósito de la inyección de 20.000 millones de dólares en forma de armamento norteamericano otorgado al reino del desierto donde nacieron 15 de los 19 terroristas secuestradores del 11 de Septiembre. Muchos americanos están indignados por la propuesta de suministrar más armas a un país que, en especial con respecto a Irak, ha resultado no ser un aliado tan fiable. Recuerde que al menos la mitad de los "luchadores extranjeros" que actúan en ese país proceden del reino del desierto.

Ese es uno de los motivos de que el acuerdo armamentístico anunciado haga alzar las cejas. Pero tanto los observadores especializados en asuntos saudíes como los disidentes tienen otro motivo de preocupación. Se preguntan si estas armas estarán destinadas a defenderse contra la agresión extranjera o a reforzar a la monarquía contra el creciente descontento entre sus propios súbditos.

La política saudí es, por decirlo suavemente, opaca, pero existen crecientes señales de agitación social. El rey Abdalá ibn Abdul Aziz ha dado pequeños pasos hacia la reforma, pero está teniendo que lidiar con la poderosa oposición del estamento religioso wahabí. La fuente de descontento público más seria es el abuso de poder por parte de la milicia religiosa o mutawiyin. En julio, miembros de la milicia religiosa fueron llevados ante los tribunales saudíes por primera vez, acusados de matar gente bajo su custodia de manera arbitraria por ofensas morales (posesión de alcohol y una reunión sin carabina entre un hombre y una mujer sin relación familiar entre sí).

Las fechorías de la mutawiyin, llamada oficialmente Comisión para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, están empezando a enfurecer tanto a la población que algunos miembros de la Casa Real, así como agencias gubernamentales de menor rango, han prometido reformas. El 22 de agosto, el rotativo saudí al-Watan (La Nación) anunció que la Oficina Saudí de Investigación y Fiscalía Pública había presentado cargos contra dos miembros de la mutawiyin ante un tribunal superior para juzgar la muerte en mayo de 2007 de Salman al-Huraiwisi. La víctima fue sacada de la residencia familiar por 18 efectivos de la mutawiyin bajo sospecha de posesión de alcohol y falleció en sus manos. Pero la mutawiyin está contraatacando. Las "reformas" prometidas para finales del Ramadán, a mediados de octubre de este año, incluyen reclutar a personal mejor cualificado e involucrar a los jóvenes en las actividades de la milicia.

Las promesas de implicar a los jóvenes en la milicia religiosa no son nada tranquilizadoras. El periódico Al-Madina informó el 22 de agosto que la Universidad Rey Abdul Aziz había introducido un código de vestimenta que prohíbe a los hombres llevar el pelo largo o vestir "inapropiadamente", bajo amenaza de cancelación de sus estipendios mensuales o la expulsión de clase. Y el 21 de agosto, el gobernador de la región de La Meca, el príncipe Jalid al-Faisal, promulgó un decreto alarmante. Muchos saudíes esperaban que liberalizase la región occidental de Hiyaz (que incluye los dos principales lugares sagrados del islam y que siempre ha mirado con recelo a los wahabíes). En su lugar, ordenó al personal administrativo de las ciudades de La Meca, Jedda y Taif que adoptase las directrices de la milicia religiosa que prohíben la ropa ajustada, el pelo largo en los hombres y las joyas.

La mutawiyin también pidió que se impidiera a las cafeterías servir a los clientes en terrazas (donde hombres y mujeres sin acompañante pueden verse mutuamente o quedar), exigiendo además que Arabia Saudí prohíba completamente la importación de ropa occidental y joyas. La mutawiyin sugería prohibir la presencia de jóvenes en las calles por la noche a menos que estén llevando a cabo encargos específicos.

La única función de la mutawiyin es hacer cumplir el estricto código fundamentalista del wahabismo. Los efectivos de la milicia patrullan el sepulcro de Mahoma en Medina para garantizar que los musulmanes tradicionales "no rindan culto" a Mahoma mirando directamente hacia la tumba del Profeta o tocándola. También recorren las calles de la ciudad antigua buscando a cualquiera que se aparte de la doctrina wahabí, incluyendo a peregrinos chiítas camino de La Meca o Medina.

El 10 de agosto, según Reuters, un grupo de ocho chiítas iraquíes, varones de entre 16 y 26 años con la ciudadanía norteamericana o británica, acusaron a la mutawiyin de atacarles en La Meca la semana anterior. Afirman que fueron detenidos por la noche y apaleados por la milicia religiosa por rezar al estilo chiíta, que difiere ligeramente de la oración ritual sunita. Un miembro del parlamento iraquí dijo que dos de los hombres son hijos de figuras políticas iraquíes. Uno de los peregrinos, Amir Taki, de 24 años, declaró: "Fuimos esposados y salvajemente golpeados con sillas, bates, palos, zapatos y dispositivos de comunicación de la policía". Afirman que se les negó agua, comida, medicinas y el acceso al retrete; además, les hicieron amenazas contra su vida. Escaparon porque uno de ellos utilizó un teléfono móvil oculto para contactar con diplomáticos británicos y norteamericanos.

Mi colega y coautor Irfán al-Alawi, musulmán sunita británico, sufrió una experiencia similar a la de los peregrinos chiítas iraquíes el 12 de agosto:

Me dirigí a la mezquita del profeta a rezar mis oraciones. Me acerqué a la cámara cerrada donde el profeta está enterrado, que está hecha de una reja metálica de color verde y tiene una pared de madera que la rodea. La mutawiyin y la policía se sientan detrás de la pared de madera e impiden que la gente mire dentro, toque la reja en busca de bendición o rece hacia ella.

Mientras sacaba un libro que consistía de alabanzas al profeta, un miembro de la mutawiyin salió para cambiar de turno. Estaba leyendo las alabanzas de cara a la cámara sagrada cuando un oficial de policía me dijo que me alejara. El mutawwa que se había marchado me dijo que no me pusiera de cara a la cámara sagrada. Yo hice un gesto indicando que solamente necesitaba un par de minutos para acabar de rezar, pero el mutawwa insistió en que saliera de la zona inmediatamente. Continué leyendo mi libro mientras estaba sentado durante aproximadamente cinco minutos más, y después me levanté y me fui. Mientras caminaba por la cámara hacia la salida, otro mutawwa me agarró a indicación del primero, y me condujo hasta él. Me pidió mi identificación, a lo cual respondí "¿Qué identificación?" en inglés. Él repitió: "identificación, identificación". Un anciano saudí bien vestido dijo al mutawwa que me dejase en paz, a lo cual el mutawwa respondió, "Métete en tus cosas y no interfieras". A continuación me pregunto mi nacionalidad y cuando respondí que era británico, sonrió con satisfacción.

Entonces fuimos a la jefatura de la mutawiyin. El que me detuvo dio parte del incidente y dijo a su jefe que yo ignoré sus instrucciones de no rezar hacia la cámara en tres ocasiones. Esperé durante 10 minutos antes de que un pakistaní vestido con el uniforme de la compañía saudí Bin Laden entrase en la oficina y se sentara junto a mí. Me preguntó en urdu porqué estaba allí, y yo repetí el incidente, a lo cual respondió:'"¿Estabas de cara a la cámara sagrada?" A continuación me preguntó qué libro estaba leyendo. Lo miró por encima y entonces me preguntó si yo era chiíta, a lo cual respondí que no, que era un sunita corriente. Después me dijo que el libro que estaba leyendo estaba escrito por un chiíta, lo cual era falso.

Le pedí que preguntase al mando mutawwa si podía irme, dado que necesitaba estar en el aeropuerto a las 10:30. El mutawwa rehusó y dijo que puesto que había roto sus normas y regulaciones, tenía que esperar a que llegara otro mutawwa que respondía al nombre de jeque Ibrahim y hablara conmigo. El mutawwa superior sacó un libro enorme (antes de permitir que me fuera), me preguntó mi nombre y el nombre de mi padre, escribió un relato del incidente, y recogió mi huella del pulgar (tales huellas son sustitutos típicos de la firma en Arabia Saudí porque mucha gente, incluyendo a los miembros de la familia real, es analfabeta).

La experiencia de al-Alawi –ser detenido por la milicia religiosa saudí por rezar en la dirección equivocada, no por violar ninguna la ley civil o criminal– es un ejemplo tristemente típico de los abusos cometidos a diario contra ciudadanos saudíes. Los medios del país están ya llenos de continuas denuncias de dificultades humillantes soportadas por los súbditos del reino a la hora de obtener visados de estudiante para Estados Unidos.

Todos estos problemas –meterse en Irak, los abusos de la mutawiyin, el recelo al extender visados a los saudíes tras las atrocidades del 11 de septiembre de 2001– tienen una causa común: el wahabismo apoyado por el Estado. Sólo existe un modo de que Arabia Saudí cambie a mejor: desmantelar el wahabismo como religión estatal, abolir su monopolio doctrinal y permitir el mismo pluralismo religioso que existe, al menos sobre el papel, en muchos países musulmanes. Si el rey Abdalá consigue alcanzar este objetivo, tanto mejor; pero hasta que eso suceda la inestabilidad saudí podría durar mucho y quien sabe si llegará al derramamiento de sangre.

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