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Susana Moneo

Bono sonríe

Una vez más, Bono se ha puesto el partido por montera, apelando a los intereses de su comunidad. Y no deja de ser verdad esto último. Ha conseguido importantes inversiones para Castilla-La Mancha a cambio de su apoyo al plan Hidrológico Nacional, y en el texto se han incorporado algunas de sus pretensiones, como un plan específico para la cuenca del Guadiana o la supresión de los trasvases del Tajo que iban en el primer borrador.

Estos son los hechos. Pero no es menos cierto que, gracias a ello, Bono ha conseguido una victoria sobre esos despachos de la sede del PSOE que él no pudo ocupar. Lo ha dicho él mismo, eso sí, con una enorme sonrisa: “Castilla-La Mancha no se gobierna desde Ferraz”. Esa frase colma las carencias afectivas de todo votante, pero no ha incomodado a los jefes del partido. Bono se cuida mucho de afearles su proceder en público, no sea que le vayan a llamar revanchista. Una vez conseguido el primer efecto, realiza una parábola política para que nadie le pueda echar en cara que está haciendo la pascua a Zapatero: sus diputados en el Congreso van a acatar la disciplina de voto. Incomprensible.

Ya se sabe en el PSOE de su prepotencia y afán de protagonismo; también es conocido en las filas socialistas que Bono no duda en enfrentarse con quien sea si está en juego su terruño. No hay más que recordar Cabañeros, cuando se hizo abanderado de los buitres leonados y paseaba de la mano con los ecologistas frente a Felipe González y Narcís Serra. Los socialistas esbozan una mueca de disculpa cuando se les pregunta por la actitud del castellano manchego. No es momento de admitir un desplante a Zapatero y dar la razón a sus oponentes políticos. Hasta eso juega a su favor.

Bono lo ha hecho una vez más, contra viento y marea: ha conseguido la cuadratura del círculo. Como decían desde sus filas, ha obtenido “un éxito sin paliativos”.

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