No es la persona más indicada para censurar la actitud del Gobierno en todo el trasiego de papeles y propuestas en que se ha convertido la búsqueda de un acuerdo entre PP y PSOE. No lo es porque la duda permanente, los vaivenes dialécticos que refleja su indecisión política, las contradicciones verbales que demuestran su falta de liderazgo (decir esto el día en que se conocen los datos del CIS a alguien le puede parecer equivocado), los excesos en que incurren muchos de los suyos en los ataques al PP, y las comparaciones que realizan del partido del Gobierno con el PNV, le restan credibilidad y le instalan en el electoralismo. Pero en este caso se lo han puesto en bandeja.
Se ha quejado, Rodríguez Zapatero, de la improvisación del Gobierno en sus siete preguntas. Ha calificado de descoordinación el último acto de este sainete. Y parece que tiene razón.
El documento ha llegado vía fax al grupo parlamentario socialista, mientras Rodríguez Zapatero tenía un desayuno de trabajo con los periodistas parlamentarios. Son dos páginas, no lleva membrete de Moncloa ni firma alguna. Tan sólo tres frías y distantes líneas a modo de encabezamiento. Cualquier cosa, menos un documento oficial de la Presidencia del Gobierno.
A los de Moncloa no se les da bien el teatro porque, si se hace, por lo menos que se aprendan el guión y tengan una buena puesta en escena.
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