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Susana Moneo

Menos lamentos y mas controles

Lo de las enfermedades animales va camino de convertirse en un apartado habitual de los informativos, además de ser el via crucis particular de Arias Cañete. Vacas locas, fiebre aftosa, y ahora la peste porcina, que se consideraba erradicada en nuestro país. Cunde la alarma, las Fuerzas de Seguridad del Estado se ponen manos a la obra, las administraciones revolucionan los sistemas de control, pero el mal ya está aquí. Y los ciudadanos, contribuyentes todos, sacrificados consumidores, nos encontramos, atónitos, con una inseguridad alimentaria que debía sonrojar a nuestras autoridades por su ineficacia y pasividad.

El debate en los mercados sobre si la carne de vaca tiene ahora más controles que nunca, o si se puede comer cerdo, o si el pollo tiene hormonas, que yo prefiero las verduras, que yo no porque las asfixian a golpe de insecticida… todo ello aderezado por los consejos de expertos casi siempre surgidos de la administración, entierra la cuestión de fondo. ¿Como es posible que se hagan importaciones ilegales? ¿Dónde están las inspecciones? ¿Quién es el responsable de que esto pueda seguir sucediendo?

Las irregularidades que ponen de manifiesto estos casos se detectaron con el mal de las vacas locas, pero no se solucionaron. Piensos ilegales que engordan artificialmente se siguen vendiendo en camionetas que llegan a las explotaciones agrarias, fuera de todo control. Medicinas innecesarias como inyecciones económicas. Veterinarios que las recetan y que al mismo tiempo las venden… y, lo mejor de todo, inspecciones que no detectan nada donde luego el SEPRONA encuentra un verdadero arsenal bioquímico. Todo ello adornado por un monumental lío competencial de las administraciones y un vergonzoso oscurantismo burocrático. En la Audiencia Nacional hay una querella que denuncia y detalla estas irregularidades… Pero ya sabemos que la justicia es lenta.

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