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Thomas Sowell

Cautela peligrosa

Los demócratas comprenden que fueron elegidos para hacer el trabajo que sus electores querían. Pero los republicanos parece que piensan que fueron elegidos para hacer tratos con los demócratas y ganarse el aplauso de los medios por hacerlo

La elección de Harriet Miers para ser nominada a la Corte Suprema y su posterior renuncia demuestran que la precaución es a veces la política más peligrosa.
Obviamente, había sido escogida con cautela como una nominada “sigilosa”, –alguien sin rastros de documentos o un historial judicial que pudiese provocar controversia– con la esperanza de evitar una pelea por la confirmación, ya que los senadores republicanos tenían los votos necesarios para ganar, pero lo que no tenían era ni la unidad ni las agallas para asegurar esa victoria.
 
Harriet Miers fue una elección hecha desde la debilidad política. Ahora ya no está pero la debilidad política sigue allí. De modo que quizá las celebraciones en los sectores conservadores sean prematuras.
 
Los senadores progresistas ya se han beneficiado del tiempo perdido con la nominación de Miers, tienen todos los incentivos del mundo para dilatar la próxima nominación y, de esta forma, asegurarse que el nominado no sea confirmado antes que el Congreso levante la sesión por el Día de Acción de Gracias. Cuanto más se dilate el asunto, más se queda Sandra Day O'Connor en la Corte Suprema; y ella es su tipo de juez, de las que hacen política en lugar de aplicar la Ley.
 
Los demócratas obstruccionistas en el Senado se han fortalecido a raíz de este episodio. Incluso aquellos que tenían los cuchillos listos contra Harriet Miers, ahora pueden lamentar piadosamente su renuncia y afirmar que, a pesar de que podrían haber votado a favor de su confirmación, ahora deben oponerse a un candidato “extremista” como respuesta a los grupos conservadores que forzaron la renuncia de Miers.
 
Cualquier nominado judicial que haya dicho que la Constitución significa lo que dice y no lo que a los jueces les gustaría que dijese, va a ser tildado de “extremista”. Se dirá que es una persona “fuera de la corriente mayoritaria”. Pero la corriente mayoritaria es el problema en sí”.
 
¿Para qué se ha elegido a un presidente que ofreció nominar jueces como los magistrados Scalia y Thomas, si la debilidad de los senadores de su propio partido le llevan a nominar jueces como los magistrados O’Connor y Kennedy o –Dios nos coja confesados– David Souter?
 
Si la mayoría republicana en el Senado no puede reunir las fuerzas para actuar como una mayoría, puede que ya no sea una mayoría si su base de votantes deja de apoyarlos en las urnas.
 
El hecho brutal es que los republicanos del Senado no tienen las agallas para la pelea, ni durante esta administración ni tampoco durante la administración de los demócratas de Clinton.
 
Mientras que los demócratas del Senado no han dudado en bloquear en el Senado el voto de algunos de los nominados por el Presidente Bush a los tribunales de apelación, los republicanos dieron un aplastante voto de aprobación a cada nominado de Clinton aunque fuera de la extrema izquierda como Ruth Bader Ginsburg.
 
Aunque hubiese estado mal bloquear el Senado por el voto de la juez Ginsburg, no había necesidad de que los mismos republicanos votasen a su favor. Si ellos pensaron que esa cooperación sería recíproca cuando su partido controlase la Casa Blanca y el Senado, los acontecimientos han demostrado que lamentablemente estaban equivocados.
 
Los demócratas comprenden que fueron elegidos para hacer el trabajo que sus electores querían. Pero los republicanos parece que piensan que fueron elegidos para hacer tratos con los demócratas y ganarse el aplauso de los medios por hacerlo.
 
Los demócratas del Senado son una minoría unida mientras que los republicanos del Senado son una mayoría dividida, con prima donnas y oportunistas listos para dejar en la estacada a sus colegas republicanos cuando hay algún enfrentamiento, incluso aunque eso signifique arriesgar la pérdida de apoyo de todo el partido entre sus electores que se sienten traicionados.
 
Esas son las cartas con las que juega el Presidente Bush. 
 
Harriet Miers fue su intento de hacerlo lo mejor posible con esas cartas tan malas. Ahora su base conservadora, habiendo rechazado a Miers, se espera que el Presidente nomine a alguien con un comprobado historial de defender la Constitución tal y como fue escrita.
 
Pero ¿tiene las agallas necesarias la “mayoría” republicana para la batalla que semejante nominación seguramente desencadenará? ¿Están listos para dar la batalla y sentirse satisfechos con la victoria de una votación estrecha, quizá hasta necesitar el voto de calidad del Vicepresidente Cheney?
 
¿O lucirse como “estadistas” en los medios de comunicación progres es más importante para algunos senadores republicanos por el estímulo a su ego, o por su práctico valor político en la carrera a la reelección o por la presidencia en 2008?
 
Políticamente, estos pueden ser “momentos que ponen el alma humana a prueba” para aquellos que todavía tienen alma y que no la han vendido.
 
©2005 Creators Syndicate, Inc.
* Traducido por Miryam Lindberg

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