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Thomas Sowell

El monopolio del Gran Cañón del Colorado

Son las cosas que se pueden hacer cuando se es un monopolio. Afortunadamente, el problema resultó no ser tan grave como para poner en riesgo mi vida, porque si no esta columna nunca se habría llegado a escribir.

En Estados Unidos tenemos algunos de los parques naturales más majestuosos del mundo: Yosemite, Gran Cañón del Colorado, Yellowstone y otros muchos. Pero desgraciadamente nuestro gobierno ha concedido a monopolios privados la gestión de muchos de los servicios y hospedajes disponibles para los visitantes de los parques. Por ejemplo, la misma empresa controla no solamente el alojamiento, sino los autobuses y servicios de taxi tanto en el extremo norte como en extremo sur del Gran Cañón. Otro monopolio distinto controla Yosemite.

Los monopolios nunca son buenos, ni en el mercado ni en el Gobierno. Pero a los burócratas gubernamentales les es más fácil tratar con ellos que con una serie constantemente cambiante de empresas competidoras, como sucede por lo general en la economía privada. Pero la competencia y los constantes cambios entre las empresas que luchan por el favor de los consumidores son lo que provoca tanto una mayor eficacia en un momento dado como un mayor progreso a lo largo del tiempo.

Cuando usted se registra en los hoteles controlados por los monopolios de Yosemite o el Cañón del Colorado, le dirán que un dólar de lo que paga se destinará a un grupo privado que tiene un programa propio para los parques nacionales, a menos que se oponga explícitamente.

¿Quiénes son estos grupos anónimos financiados de esta forma encubierta? Tienen nombres rimbombantes que comunican preocupación por los parques nacionales, que es lo único que se puede saber sobre ellos en el momento de registrarse en el hotel.

¿Por qué no pueden obtener su dinero de sus propios miembros o haciendo un llamamiento directo al público, explicando su causa, en lugar de emplear un impuesto oficioso a los visitantes de los parques que se va a un lobby privado? Aunque los parques nacionales son financiados por el contribuyente y regentados con leyes aprobadas por funcionarios electos, hay grupos externos de presión que intentan imponer sus ideas sobre cómo deben disfrutar del parque otras personas. Es el mismo tipo de arrogancia expresada en las "donaciones" bajo cuerda cuando uno se registra en alojamientos de los monopolios.

Mi propia experiencia reciente visitando el Gran Cañón del Colorado me permite mostrar algunos de los problemas creados por la instauración de monopolios.

Cuando me puse enfermo en el motel justo a las afueras del Parque Nacional del Cañón del Colorado, mi esposa llamó a un taxi para que me llevara al centro médico más próximo, que estaba dentro del parque. Pero el taxi rehusó recogerme en mi habitación, porque su arbitraria política obliga a recoger a los clientes exclusivamente a la entrada de un hotel o motel. Este era uno de esos complejos hoteleros enormes, con cabañas, y mi habitación estaba a una distancia equivalente a dos manzanas, un trecho que yo no me encontraba en condiciones de recorrer caminando. Afortunadamente, la gerencia del hotel envió uno de sus vehículos a recogerme para llevarme a la entrada del motel, donde el taxi del monopolio me recogió para llevarme a la clínica de dentro del parque. El taxista me informó entonces de que primero iba a ir a otro motel para recoger a un par de pasajeros más. Son las cosas que se pueden hacer cuando se es un monopolio. Afortunadamente, el problema resultó no ser tan grave como para poner en riesgo mi vida, porque si no esta columna nunca se habría llegado a escribir.

Un par de días más tarde, ya con la salud recobrada, me encontraba en el lado opuesto del Gran Cañón, alojándome en el Grand Canyon Lodge, gestionado por el mismo monopolio que se encarga del servicio de taxis. Aquí el problema fue mucho menos serio pero completamente típico del modo en que funcionan los monopolios. Aunque sólo había ocho personas haciendo cola en recepción, y tres ventanillas para registrarse, el proceso se hizo interminable, como si registrar a la gente fuera algún tipo de proceso esotérico y novedoso que necesitara que los recepcionistas tuvieran que guiarse de la intuición a través de sus misterios. Puesto que en el Grand Canyon Lodge se reserva la estancia con meses de antelación, todas las personas que se registraban ya tenían la reserva hecha. Pero siempre se puede hacer esperar a los clientes cuando se disfruta de un monopolio. También se puede cobrar precios altos por una comida mediocre.

Aunque el Grand Canyon Lodge es una estructura magnífica, los visitantes en realidad se alojan en primitivas cabañas a su alrededor. Puede que a algunos les guste, pero si no fuera así tampoco tendrían ninguna elección. Eso es lo que significa ser un monopolio.

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