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Thomas Sowell

¿Está obsoleto el patriotismo?

El patriotismo no es chic en los círculos de aquellos que asumen el papel de ciudadanos del mundo, ya estén debatiendo sobre emigración o prestando ayuda y apoyo al enemigo en tiempo de guerra.

En las vísperas de una fiesta que solía agitar el sentimiento patriótico –el Cuatro de Julio– ha sido doloroso ver tantos ejemplos de lo poco que nos queda de ese pegamento que mantiene unida a una sociedad. Quizá la peor de estas señales de desintegración nacional fuera la reciente revelación por parte del New York Times ante el mundo entero de los métodos encubiertos a través de los cuales el gobierno americano ha estado rastreando el dinero que financia el terrorismo internacional.

Las excusas usuales acerca del "derecho de la gente a saber" suenan aún más huecas de lo normal en este caso. El público no se moría por conocer los métodos con los que sus vidas son salvaguardadas. Estas revelaciones tan sólo ayudaron a los terroristas.

En realidad puede que haya norteamericanos que literalmente estén muriendo ahora a causa de lo que se ha contado a los terroristas; en última instancia, a causa de que una persona despreciable heredase el New York Times. Como es habitual, los principales medios de comunicación hicieron una piña alrededor de los suyos. La excusa de los medios es que los terroristas ya debían de saber que estábamos monitorizando sus transferencias internacionales de dinero. El Times afirma que los terroristas tenían que "sospechar" esto.

Esto es un argumento que cae en la típica falacia del "todo o nada". Hay un gran número de terroristas en todo el mundo y no todos ellos están afiliados a la misma organización. Tampoco hay motivo para creer que todos tienen el mismo nivel de conocimientos o sofisticación. Cualquiera que sea el conocimiento o sospecha que puedan haber tenido algunos líderes terroristas acerca de la vigilancia norteamericana de las transferencias de dinero que financian sus operaciones, eso no significa que todos los terroristas conocieran todos los métodos o todos los países que estaban cooperando para rastrearles a través de su rastro de dinero. Después de todo, muchos de estos terroristas no habrían sido capturados o abatidos si fueran infalibles.

Puede que los medios no publiquen las bajas que causamos a los terroristas, pero son enormemente superiores a las bajas que los terroristas causan a los norteamericanos, incluso si demasiados en los medios centran la atención casi exclusivamente en las segundas.

Los terroristas no sólo conocen hoy cómo se les rastrea, algunos de los países que han ayudado en secreto en el rastreo podrían dejar de ayudarnos de ahora en adelante, ahora que las revelaciones del New York Times pueden provocarles problemas políticos internos o temor a la respuesta terrorista en esos países.

Esa idea de "todo o nada" de que los secretos, o son secretos para todos o son secretos para nadie, no se tiene en pie bajo escrutinio. Allá en la Segunda Guerra Mundial, el Chicago Tribune hizo la devastadora revelación de que Estados Unidos había descifrado el código japonés y podía leer sus planes militares con antelación.

Era un secreto enormemente importante, especialmente durante los primeros días de la guerra, cuando Japón tenía una superioridad naval en el Pacífico aplastantemente superior y estaba intentando destruir los restos de la flota americana del Pacífico que no habían sido destruidos ya en el ataque japonés contra Pearl Harbor.

Afortunadamente para este país, los japoneses no leían el Chicago Tribune o no se lo creyeron. En otras palabras, el secreto se hizo público, pero no llegó muy lejos. Existen grados de secreto, igual que en todo lo demás.

El New York Times ha divulgado el secreto de la vigilancia financiera norteamericana de los terroristas por todo el mundo, minando o destruyendo este método de rastreo, así como minando la cooperación que puede esperarse en el futuro de países con temor a repercusiones políticas o terroristas. Y es que el patriotismo no es chic en los círculos de aquellos que asumen el papel de ciudadanos del mundo, ya estén debatiendo sobre emigración o prestando ayuda y apoyo al enemigo en tiempo de guerra.

El declive y la caída del Imperio Romano se debió en gran medida a la desintegración interna de los vínculos que unían a la sociedad frente a los asaltos de los enemigos externos de los romanos. El orgullo de ser ciudadano romano fue destruido al abaratar esa ciudadanía concediéndola a demasiados pueblos. El sentido del deber y la lealtad se erosionó tanto entre la masa como entre la élite.

Sin cosas como esa lealtad y sentido del deber, no podría haber habido Imperio Romano. En última instancia, sin cosas así, no habría Estados Unidos de América. En ningún caso, ni la riqueza tangible ni el poder han sido suficientes para salvar un país o una civilización, puesto que los bienes tangibles no funcionan sin los bienes intangibles.

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