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Thomas Sowell

Los demagogos y el petróleo (y 2)

La demanda mundial de petróleo ha rebasado por completo la cantidad de petróleo ofertado. Ése es el problema y los precios son un síntoma de ese problema.

Una de las bellezas de una economía coordinada por los cambios en los precios es que nadie tiene que entenderla para que funcione.

Si mañana se descubrieran enormes depósitos de mineral de hierro en Tombuctú, el 99% de la gente del planeta no se enteraría, pero sin embargo los precios de todo, desde el papel hasta los automóviles, comenzarían a bajar, de Singapur a Seattle. Además, las personas en el mundo entero ajustarían su comportamiento en respuesta a este acontecimiento del que no saben nada.

Mucha gente que no estaba segura de si comprar un coche nuevo o no, podría decidir que ahora puede comprarse uno debido a los nuevos precios más bajos. La gente que pensaba comprar escritorios de madera podría empezar a reconsiderar su decisión al descubrir que los escritorios de metal se han puesto más baratos de lo que se esperaba. En pocas palabras, el mundo entero ajustaría su comportamiento económico en respuesta a un descubrimiento sobre el que la mayoría de gente ni siquiera se habría enterado.

Este beneficio económico de los mercados coordinados por medio de los precios también representa su vulnerabilidad política más grande. Si la gente no entiende lo que está sucediendo, los políticos pueden decirles lo que sea, logrando su apoyo en acciones que parecen buenas aunque sus consecuencias sean contraproducentes.

Las respuestas políticas a los altos precios actuales de la gasolina son un ejemplo clásico. La demanda mundial de petróleo ha rebasado por completo la cantidad de petróleo ofertado. Ése es el problema y los precios son un síntoma de ese problema.

Los políticos son conocidos desde siempre por fijarse en los síntomas inmediatos y por ignorar las causas y consecuencias subyacentes. Allá por el siglo XVIII, Adam Smith escribía sobre "ese animal taimado", el político, tan preocupado con la "fluctuación momentánea de los acontecimientos". Los políticos siguen siendo taimados en el siglo XXI y todavía siguen teniendo los ojos puestos en las fugaces oportunidades que se presenten para sacarle partido al asunto. El alto precio de la gasolina es la oportunidad du jour.

Nada es más fácil que echarle la culpa de los altos precios a cualquiera que cobre esos altos precios, sin importar la causa subyacente. No importa si estamos hablando de grandes compañías de petróleo o pequeños comercios en barrios pobres, con altas tasas de criminalidad que cobran mayores precios debido a las consecuencias económicas de la pobreza y el crimen.

En estos casos como en otros, las razones económicas detrás de los altos precios son de mucho menos interés, políticamente hablando, que acusar a los vendedores de "avaricia", "explotación", "estafa de precios" y todo el rosario político de retórica sin definir y de nociones sin fundamento.

Se organiza un gran alboroto porque los precios de la gasolina suben antes de que el caro petróleo se convierta en gasolina. Lo que cuesta algo es historia, lo que vale ahora es economía.

Durante la Primera Guerra del Golfo, un especulador compró petróleo en Venezuela y lo envió a Estados Unidos para sacarle provecho a los altos precios del petróleo que se acentuaron por la guerra. Pero, para cuando su barco con el petróleo llegó a Estados Unidos, la guerra ya había acabado y los precios habían caído tanto que ni siquiera podía cubrir los costes con la venta del petróleo. Lo que el petróleo le costó era historia. Lo que valía en ese momento era economía.

Los movimientos de precios, sean ascendentes o descendentes, incentivan a que la gente consuma menos o más, así como para que produzca menos o más. Desde el punto de vista de la economía como un todo, la historia de una partida cualquiera de petróleo es irrelevante.

Los precios tienen que racionar todo el petróleo de acuerdo a la oferta y a la demanda existentes. Al mismo tiempo, los precios tienen que dar incentivos para producir más o menos petróleo según las mismas condiciones de la oferta y la demanda.

Las ganancias "inesperadas" o las pérdidas inesperadas son todas parte del mismo proceso de adaptación. Si los políticos se incautan las ganancias inesperadas pero no hacen nada cuando hay pérdidas inesperadas, lo que sucede es que, pasado un ciclo de años, el nivel promedio de ganancias por la producción petrolera cae por debajo de lo que se necesita para atraer las inversiones necesarias que una mayor exploración y producción petrolífera exigen.

Esto no es un asunto de teoría económica: es la historia la que lleva documentando miles de años de precios políticamente controlados. Y muy significativamente los que están montando el mayor alboroto por los precios actuales de la gasolina son los que menos interés tienen en esa historia.

©2006 Creators Syndicate, Inc.
* Traducido por Miryam Lindberg

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