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Thomas Sowell

Políticos baratos

Sean cuáles sean los problemas que el país enfrenta, la prioridad número uno de nuestros representantes es ser reelegidos. No hay mejor manera de conseguirlo que gastando dinero público.

No gano un millón de dólares al año pero creo que es lo mínimo que deberían pagarle a cada miembro del Congreso. No porque esos ineptos en Washington se lo merezcan sino porque nosotros merecemos tener en el Congreso a gente mucho mejor que la que tenemos. El coste de pagar a cada congresista un millón de dólares anuales es absolutamente insignificante comparado con las enormes sumas desperdiciadas del dinero de nuestros impuestos a manos de políticos baratos que hacen cualquier cosas con tal de ser reelegidos. Se le podría pagar a cada miembro del Congreso un millón al año durante un siglo por menos dinero del que cuesta mantener en funcionamiento el Departamento de Agricultura durante un año.

No sirve de nada quejarse de la ineptitud, el fraude o la corrupción del gobierno cuando al mismo tiempo nos negamos a hacer algo para cambiar los incentivos y limitaciones que llevan a la ineptitud, el fraude o la corrupción. No vamos a conseguir tener a la gente más preparada o inteligente del país, gente con experiencia del mundo real, si les ofrecemos una décima parte o menos de lo que pueden ganar en el sector privado.

Un catedrático de Economía en una universidad destacada gana más que un miembro del Congreso o un magistrado de la Corte Suprema; un cirujano gana por lo menos el doble que el catedrático de Economía, aunque sólo sea una décima parte de lo que un alto directivo de éxito puede ganar.

¿Cuántos de entre los mejores de sus respectivas profesiones van a sacrificar el futuro de sus familias –la capacidad de dar a sus hijos la mejor educación, la capacidad de tener algo a lo que recurrir en caso de padecer una enfermedad o una desgracia, la capacidad de jubilarse cómoda y tranquilamente– por entrar en la política?

Alguno habrá por ahí dispuesto a hacer semejantes sacrificios por el bienestar del país pero, por lo general, se obtiene aquello por lo que se paga. Y los políticos que obtenemos a tan bajo precio son generalmente una desgracia, además de resultar enormemente caros porque gastan temerariamente sin importarles nada el dinero de los contribuyentes con tal que seguir siendo reelegidos.

Sean cuáles sean los problemas que el país enfrenta, la prioridad número uno de nuestros representantes es ser reelegidos. No hay mejor manera de conseguirlo que gastando dinero público. Los políticos baratos acaban siendo políticos caros que, en la actualidad, le cuestan al contribuyente más de un billón de dólares al año.

Si le es difícil visualizar siquiera el concepto de billón, recuerde que hace un billón de segundos nadie en este planeta podía leer o escribir. Un billón de segundos son miles de años. Ésa es la cantidad de dinero que nuestros políticos baratos están gastando para ser reelegidos.

Ya que la clave está en la reelección, los límites de mandato son efectivos solamente en la medida de que se deshagan de la reelección. Si el límite son tres legislaturas, entonces dos de esas tres legislaturas se emplearán en tratar de ser reelegidos y la tercera en tratar de ser elegidos para algún otro cargo. Lo que los límites de mandato deben conseguir es que sea prácticamente imposible pasarse la vida laboral entera en la política. Una sola legislatura y un serie de años fuera de la política antes de poder presentarse nuevamente sería un buen principio.

En la actualidad, mucha gente se maravilla cuando mira retrospectivamente a los líderes que crearon Estados Unidos. La mayoría de los fundadores de este país tuvieron otro trabajo durante años. No eran políticos de carrera. George Washington, que se sentía orgulloso de su autocontrol, perdió los nervios por completo cuando alguien le dijo que una decisión que iba a tomar podría costarle la reelección como presidente. Estalló ante la sola insinuación de que lo que deseaba era ser presidente en lugar de tomarse el servicio a su país como un deber cuando él hubiese preferido regresar a casa.

El poder es algo tan peligroso que lo ideal sería que fuese ejercido por gente que no quisiera usar el poder, que prefiriera estar haciendo otra cosa, pero que están interesados en servir a su país por unos años como un deber a cumplir una sola vez, preferiblemente al final de una carrera en la que hayan estado haciendo otra cosa.

¿Y toda esa experiencia adquirida que perderíamos? La mayor parte de esa experiencia consiste en saber sesgar la realidad y crear apariencias, poses, retórica; en otras palabras, en el fraude. Necesitamos líderes con experiencia en el mundo real, no con experiencia en el falso mundillo de la política.

©2005 Creators Syndicate, Inc.
* Traducido por Miryam Lindberg

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